En materia de finanzas públicas, el tema del año ha sido la fortísima baja en los precios internacionales del petróleo, una debacle que afectó de manera directa a buena parte de la industria mundial, e indirectamente al resto de la economía global. Los efectos son aún más nocivos en los países que son altamente dependientes del ingreso petrolero para sufragar el gasto público; México es el vivo ejemplo de ello, pues sin la parte proveniente del petróleo, resulta imposible sustentar el funcionamiento nacional. Sufrimos de un apalancamiento petrolero tan elevado como peligroso, de alta sensibilidad.
Por ello lo importante, para este 2015, es que nuestras autoridades hacendarias hayan previsto la contratación de coberturas financieras, las cuales, dada la hecatombe, resultaron muy valiosas para amortiguar el flujo de recursos al erario. Sin ellas, los recortes al Presupuesto de Egresos de la Federación habrían sido más agresivos, lo mismo que sus respectivas consecuencias en la economía mexicana. Recordemos que el gasto público es el principal combustible y detonador de nuestro mercado interno, y que sin él se pierde dinamismo y se erosionan los ciclos productivos. El gasto público es como un cobertor: forzosamente alguien queda descubierto cuando se disminuye. Y en un país como México, ese alguien es una pyme que a la vez provee a sus trabajadores y familias.
A la par de asimilar y administrar la baja en los ingresos, el gobierno ha tenido que lidiar con la tendencia del mercado petrolero, donde se refleja que el precio no se recuperará para 2016. Vaya, no se trata sólo de un mal año, sino de un porvenir adverso. Sucede que así son las leyes de los mercados: se imponen sin preguntar y construyen una nueva realidad.
Al respecto, la semana previa nos informaron que la SHCP ya realizó la contratación de nuevas coberturas financieras para el próximo año. Desde luego que no se lograron en los mismos términos que para 2015, pues los intermediarios financieros se basan en los pronósticos del mercado para comercializar estos productos de ingeniería financiera, así que México debió comprar lo que había, no lo que hubiera querido.
Las contrataciones se realizaron en los mercados internacionales de productos financieros derivados, por un total de 212 millones de barriles a un precio unitario de 49 dólares. Esto refleja una minusvalía de 35.5 por ciento en la cobertura, pues para 2015 el precio garantizado es de 76 dólares por barril. La comisión pagada por las operaciones de cobertura es de 17 503 millones de pesos, lo que puede parecer mucho dinero, pero que según el tipo de cambio vigente al escribir estas líneas, no supera el 10 por ciento del monto total cubierto. Supongo que se habrán convenido a precios razonables de mercado, porque la situación actual no permite gran flexibilidad.
La decisión sobre contratar o no coberturas siempre es polémica; en empresas y en gobiernos; pues si bien garantizan un escenario mínimo conocido, también pueden resultar adversas ante cambios inesperados en el entorno. Siendo así y tratándose de dinero público, su escribidor considera que se trató de una decisión sensata e inteligente, pues a la hora de planear y presupuestar, ayuda mucho el contar con algo de certidumbre y, en este caso, las coberturas nos la proveen. Vaya, ayudan a fijar el peor escenario, y de allí se comienza a arrastrar el lápiz.
Aún así, no olvidemos que las coberturas no resuelven el problema, sólo atemperan sus efectos. En tanto no hagamos los cambios necesarios para minimizar la dependencia que nuestra hacienda pública tiene del petróleo, seguiremos siendo víctimas de las imposiciones de los mercados y Pemex, un eterno rehén del erario, aunque, eso sí, siempre con enorme potencial de crecimiento. Son costos de oportunidad enormes, una nociva trampa de ociosidad.
Desde 2013 le he venido compartiendo que para atender tal problemática, en México no basta con efectuar la tan polémica y necesaria reforma fiscal, sino que es menester el acudir más allá e implementar una reforma hacendaria que modifique el diseño y el funcionamiento de las finanzas nacionales. La solución es lógica y factible, pero siempre y cuando se tome con enfoque técnico y no político. De lo contrario, basta con ver cómo estamos.
Amable lector, recuerde que aquí le proporcionamos una alternativa de análisis, pero extraer el valor agregado le corresponde a usted.