Espera. ¿Estás a punto de soltarnos una reflexión personal comparativa de 4,000 palabras, tratando de marcar paralelismos a menudo humorísticos pero a veces forzados entre una entidad icónica de la cultura popular y el sujeto real de tu artículo? ¿Dónde concebiste tamaño recurso literario (y habrá notas a pie)?
Mi compromiso: tendrá mucho menos de 4,000 palabras, y no incluirá notas a pie. También, difícilmente se leerá de forma tan ágil o será tan entretenido como una típica columna del Chico Deportivo Simmons. Sip, éstas son mis advertencias.
Para empezar: en 2004, los Medias Rojas de Boston, después de una racha de 86 años, ganaron la Serie Mundial barriendo a los Cardenales de San Luis cuatro juegos a cero. Mejor aún, los Patirrojos habían derrotado a sus enemigos mortales, la Estrella de la Muerte de las franquicias deportivas, los Yanquis de Nueva York, en la Serie de Campeonato de la Liga Americana después de ir atrás tres juegos a cero. El invierno de Nueva Inglaterra por lo menos tendría algo de calidez.
Bill Simmons, oriundo de Brookline y por entonces un columnista agradablemente apasionado y relativamente poco conocido de ESPN.com, lo celebró escribiendo un libro, Now I Can Die in Peace. Era un título apropiado: Simmons, el columnista de deportes más gracioso y descaradamente tendencioso, finalmente había, junto con el resto de los fieles del Fenway, hallado la “salvación” después de toda una vida de ser aficionado sin recompensas. El libro, el primero de Simmons, se coló a la lista de los más vendidos del New York Times.Casi se sintió como si el triunfo excitante de los Medias Rojas fuera más que una simple recompensa para una afición con heridas profundas. También fue un acierto en la carrera del Chico Deportivo, el alias de Simmons, en cuanto a que lo volvió más relevante. Esto, por lo menos, era la felicidad.
“Pero ¿qué es la felicidad?”, una vez preguntó Don Draper. “Es un momento antes de que necesites más felicidad”.
Siguió más felicidad. En la siguiente década los Patriotas de Nueva Inglaterra, los Bruins de Boston e incluso los amados Celtics de Simmons ganaron otro campeonato. Los Medias Rojas ganaron dos más. Cada uno de estos títulos, e incluso unos de los cuantos que se perdieron por un pelo (hola, Gigantes de Nueva York), dieron todo un botín de momentos tipo “¿Puedes Creerlo?” y personajes para que la mente simplista de Simmons los aprovechase en columnas memorables. Su popularidad e influencia en la cultura deportiva creció sin cesar a alturas inconmensurables, no muy distinto a esa ola final en La tormenta perfecta.
Simmons, quien en sus primeros días como columnista de ESPN.com soñaba en voz alta con dirigir su propia cadena de ESPN algún día, estaba erigiendo su propio emporio dentro de las paredes de “El Líder Mundial en Deportes y Entretenimiento”: un sitio derivado de deportes y cultura pop, Grantland.com; una serie documental aclamada por la crítica y el público, 30 for 30; y un podcast, “The B.S. Report”, que fue el más descargado de todos los podcasts de ESPN.
Siguió todavía más felicidad. Simmons, quien es trabajador, talentoso y prolífico, incluso ideó un papel de analista de estudio para sí mismo en la cobertura de la NBA por ABC/ESPN, que es su deporte favorito. ESPN, que otrora creó un programa llamado Dream Job, al parecer le había dado todos los trabajos soñados a Simmons.
El antiguo barman y bloguero se había convertido en la fuerza más indómita no sólo en ESPN, sino en todos los medios deportivos. Él era esa ola final de La tormenta perfecta (me guardo el derecho de utilizar otras referencias de la cultura pop siempre y cuando estén de una manera u otra relacionadas con The Hub. Citas selectas de Mente indomable y/o Los infiltrados pueden ser inevitables). Aun cuando ESPN podría haber parecido demasiado para Simmons cuando él empezó a bloguear en AOL, la WWL le tomó simpatía y se consumó el matrimonio. ¿Qué le parece eso?
Cuando Donald Draper conoció a Elizabeth Hofstardt, ella también parecía en cierta forma inalcanzable. Una modelo criada en la aristocrática Main Line de Filadelfia, Betty parecía demasiado refinada para un bastardo huérfano que fue criado en un burdel. No era como si ella tuviera consciencia del pasado de él, o incluso de su nombre real (Dick Whitman). No obstante, su padre era suspicaz. “Él no tiene gente”, diría Gene, el padre de Betty. “No puedes confiar en alguien así”.
Hombres de todas las edades adoraban y deseaban a Betty, desde el prepúber Glen Bishop hasta el canoso Henry Francis. Pero la belleza muy rubia era toda de Don. Así como ESPN era toda del Chico Deportivo.
Excepto que tanto Don como Bill tenían una característica similar, una que tal vez era una consecuencia de su ambición inagotable, la misma cualidad que ayudó a que estos hombres llegaran tan lejos. Don y Bill eran almas inquietas, inherentemente.
A Don Draper le gustaba lo suficiente estar casado con Betty, siembre y cuando hubiera una Midge Daniels o una Rachel Menken… o una Bobbie Barrett… o una idealista maestra de escuela al lado. La felicidad nunca fue suficiente. Si London Fog puede tener 82 por ciento del mercado de impermeables “Nombre otro impermeable”, retó Roger Sterling, el viejo socio de Don), ¿por qué no puede tenerlo todo?
El trabajo impreso de Simmons siempre fue espectacular. Sus instintos y perspicacias siempre eran certeros. Pero él también era inquieto. La columna. El podcast. El sitio en la red. La serie documental. No era suficiente.
¿Qué tal un programa en TV para hablar de baloncesto en horario estelar en ABC y ESPN, que tenía los derechos sobre las finales de la NBA? Espectacular. Pero después de sólo dos temporadas, la frialdad entre Simmons y el anfitrión Sage Steele era similar al que había entre Carla y Diane en Cheers. Este momento de las finales de la NBA de 2014, en el que Simmons pareció petulante, consolidó su destino lejos el uno del otro.
Alguien tenía que irse. El Chico Deportivo hizo el éxodo, pero al hacerlo consiguió un proyecto apropiado para su vanidad y centrado en la NBA para la TV, The Grantland Basketball Hour. ¿Quién ve devorado su papel en un programa de conjunto sólo para resurgir como la estrella de su propio programa? Digo, aparte de Frasier Crane.
Don Draper y Bill Simmons habían llegado a momentos en sus vidas en los que tenían todo: una esposa, niños sanos, riqueza más allá de sus sueños y hogares en el sur de California (aunque sólo Simmons residió en el suyo). Ambos eran estimados por encima del resto en sus respectivos campos por su talento, si no por su trabajo en equipo. Los colegas se quejaban de cómo los mimaban —en demasía— pero admitían que su talento compensaba sus puntos débiles. Betty eligió ignorar sus instintos con respecto a las búsquedas fuera del trabajo de su marido.
Ambos matrimonios, el de Don con Betty y el de Simmons con ESPN, experimentaron una separación de prueba y luego se divorciaron. Para los Draper, ello ocurrió cuando Betty corrió a Don de su casa en Ossining, Nueva York, después de un incidente con Jimmy Barrett, el marido cornudo de Bobbie Barrett. Para Simmons y ESPN, ocurrió en septiembre pasado después de que Simmons llamó al comisionado de la NFL, Roger Goodell, un “mentiroso” en su podcast y luego retó a cualquiera en ESPN que lo censurara por ello.
Ambos matrimonios pudieron haberse salvado, pero para entonces los principales parecían ansiosos de seguir con sus vidas. Betty Draper se prendió de Henry Francis, mientras que John Skipper, el presidente de ESPN, le entregó a Simmons su demanda de divorcio a través de Twitter y el New York Times.
Nunca nos preocupamos. Don Draper era demasiado guapo, rico, inteligente y encantador para permanecer solo por demasiado tiempo. Simmons simplemente era demasiado talentoso, prolífico y carismático para que no tuviera su medida completa de pretendientes.
Y no sé si hay una Sra. Blankenship en esta analogía, alguien que hubiera actuado como mediadora conforme las pasiones de nuestros protagonistas se enfriaban pero, como ya saben, la Sra. Blankenship murió (“como vivió, contestando los teléfonos de la gente para la que trabajaba” —Roger Sterling). Don inmediatamente cayó en los brazos de su piernilarga nueva secretaria, Megan, y después de un cortejo muy breve, le propuso matrimonio (Simmons notará la ironía de que todo sucediera en Disneylandia).
El Chico Deportivo también tomó la mano del pretendiente más llamativo que le atrajo los ojos, HBO. “No es un secreto que HBO es el mejor lugar para la gente creativa en todo el panorama mediático”, dijo Simmons después de firmar con HBO, y está en lo correcto.
Sin embargo, HBO también es un producto de la televisión por cable. Y aun cuando Simmons tiene una voz única y fuerte, esa voz alcanza su máximo en medios impresos o podcasts. Él todavía no ha demostrado que sea una presencia carismática en televisión. Sí, sería un asesor genial en términos de asuntos sobre deportes, programas de la cultura pop y documentales, pero HBO no firmó un contrato por varios millones de dólares con Simmons para ello. Lo firmaron como un Talento con T mayúscula, al estilo de John Oliver o Bill Maher. La diferencia es que esos dos hombres son artistas comprobados.
Empezando en 2016, Simmons será el anfitrión de su propio programa semanal en HBO, y entre ahora y entonces él deberá desarrollar una habilidad del todo nueva: presencia escénica. Porque aun cuando él no es pobre en televisión, no es en absoluto tan carismático como cualquier otro actualmente en la TV nocturna, HBO o no. Y ciertamente no tiene ni remotamente la presencia que Don Draper tenía cuando hacía una venta a Lucky Strike o Kodak.
Como Draper, Simmons comenzó en la Costa Este y por un tiempo fue incapaz de penetrar en los salones sagrados de la profesión a la cual aspiraba. Draper vendía abrigos de pieles (y antes de eso, autos) en Manhattan mientras soñaba anuncios para la tienda que lo empleaba. Simmons servía en un bar y escribía columnas por 300 dólares a la semana en AOL. Tanto la publicidad como el periodismo digital estaban en las cúspides del crecimiento exponencial y una mayor sofisticación cuando Draper y Simmons entraron a esos campos, respectivamente.
Como Simmons, Draper terminó en la costa de California, por lo menos allí fue donde lo vimos la última vez. Después de todos los encuentros amorosos y las discusiones sobre la crianza y después de todos los cigarrillos, quedó en claro que Don nunca fue hecho del todo para la vida doméstica. Que él era, como lo dijo tan apropiadamente una novia, “Alguien a quien sólo le gustan los comienzos de las cosas”.
En este punto, Simmons ha mostrado estas mismas características profesionales. Y por dotado que sea en tantas cosas, ser anfitrión de televisión no le sale natural. Una vez que se termine la luna de miel, HBO se percatará de ello. En algún momento del próximo año, HBO y Simmons se encontrarán en ese Howard Johnson’s al norte de Nueva York preguntándose si han cometido un error terrible.