El Chapo Guzmán se llevó la atención de México. Sin embargo, tres días después de su fuga, el gobierno haría públicos los resultados de la primera licitación de contratos petroleros a particulares. Con el anuncio del 15 de julio terminaba el papel de Pemex como operador único de la exploración y producción de petróleo en México. La Comisión Nacional de Hidrocarburos daría a conocer los nombres de las empresas privadas ganadoras de los hidrocarburos mexicanos, que sustituirían al viejo campeón nacional. Unos días antes del fallo de esta licitación, el gobierno anunció que Pemex no entraría al primer proceso competitivo por no tener dinero. Entonces, aparte de la extrañeza, y para algunos preocupación, de borrar a Pemex de esas áreas, también había mucha curiosidad por conocer la identidad de las empresas sustitutas. En la lista de empresas precalificadas había algunas legendarias, otras importantes pero menos conocidas, y otras cuyo nombre, incluso para los conocedores de la industria, sonaba poco. Con el anuncio del 15 de julio sabríamos cuáles de estas pelearían por nuestra riqueza petrolera. Había expectativas, nervios y, entre los aficionados, apuestas y quinielas. Unos decían que las grandes, otros que las medianas y pequeñas. Eso ya se sabría cuando Juan Carlos Zepeda, el presidente de la Comisión Nacional de Hidrocarburos, abriera los sobres que contenían las ofertas de las empresas.
El anuncio se hizo área por área. La primera se quedó sin ganador por no haber oferta alguna; para la segunda hubo un único postor aceptable para el gobierno; las cuatro subsecuentes tampoco fueron adjudicadas; la séptima se quedó con la misma empresa de la segunda; y, de ahí en adelante, las demás áreas se quedaron desiertas. En suma, de los catorce contratos ofertados, sólo dos se asignaron al consorcio de Sierra Oil, Talos Energy y a Premier Oil. Es decir, únicamente 14 por ciento de los contratos fueron adjudicados cuando el gobierno esperaba, al menos, colocar el 30 por ciento.
El baldazo de agua helada se vino sobre el gobierno de Peña, el cual no sólo dejaba escapar criminales, sino que tampoco demostraba saber concretar una licitación petrolera exitosa. Los truhanes se van y la inversión no viene. Y las empresas ganadoras ya mencionadas, a pesar de no ser despreciables, están lejos de ser las campeonas mundiales. Así las cosas, para las áreas desiertas México se quedó sin Pemex y sin sustituto para ellas. Por ahora, esos recursos no tienen más destino que quedarse bajo tierra.
Los medios internacionales reaccionaron ante esta licitación fallida y han explicado sus causas. Claramente, a México, como a cualquier país petrolero, le afecta la caída de los precios del petróleo. El mundo está cargado de aceite sin demanda suficiente. Las empresas importantes tienen ya una cartera de proyectos que cuidar y no invertirán en nuevos horizontes, salvo que sean muy atractivos. Descrito el entorno mundial en unas palabras, también hay que reconocer que el contrato fue criticado por la industria por ser complejo y oneroso en contra de las empresas. El gobierno pretendía, como lo ha hecho con Pemex por décadas, servirse con la cuchara más grande. De hecho, hubo cuatro áreas contractuales para las que sí hubo oferta, sin que esta fuera aceptada por el gobierno por no cumplir con sus mínimos. Por lo tanto, en un mundo hostil para nuevos proyectos, el gobierno no ofreció un contrato acogedor. La complejidad y dureza de los condiciones de los contratos mexicanos, y la intransigencia de las expectativas económicas de la Secretaría de Hacienda, ahuyentaron a las petroleras.
Y ahora queda la tarea de hacer el recuento de daños y medir sus implicaciones. El primero y tal vez más grave es qué hacer con otra mancha más en la imagen de México. La percepción de la “madre de las reformas” está empañada y eso podría afectar las licitaciones futuras, tanto de la Ronda Uno como de las que vengan. Si el resultado va a ser el desechamiento de sus propuestas, por no cumplir con las expectativas del gobierno, las empresas tal vez decidan borrar a México de sus horizontes de negocios. Para volver a llamar la atención, el gobierno de Peña tendrá que emprender una campaña muy agresiva. Sin embargo, eso requiere un cambio radical en la estrategia. México necesita detenerse y cambiar la ruta para tener éxito en las licitaciones sin comprometer su seguridad energética. Por esta razón, tal vez no sea tan malo que no hubo una rebatiña de barriles cuando los precios están tan bajos y cuando México ha demostrado una inmadurez institucional inapelable para repartirlos inteligente y estratégicamente. Tal vez este fracaso sea una oportunidad para plantear una mejor estrategia. Como dijo Joseph Stiglitz: podemos tener al menos algo de paciencia porque el petróleo no desaparece. Las malas noticias del 15 de julio deben ser una llamada de atención de que el nuevo modelo petrolero mexicano necesita madurar.