Owensboro, Kentucky, en la ribera del río Ohio, es una ciudad famosa por su barbacoa, su bourbony su música bluegrass, por no mencionar a Johnny Depp, nativo del área. Todos los años esa ciudad organiza distintos festivales de comida y música. Pero en mayo de 2009, un tipo diferente de atracción llegó a Owensboro: el gobierno de Obama llevó discretamente a un grupo de músicos iraníes para aprender acerca de la música folclórica estadounidense.
Fue un pequeño gesto diplomático, pero la Casa Blanca esperaba que pudiera ayudar a aliviar las tensiones entre Estados Unidos e Irán, dos enemigos acérrimos. El hecho no estuvo exento de riesgos. Los partidarios de la línea dura de ambos lados suelen ver con suspicacia cualquier intento de diálogo, y durante la preparación de la visita de los iraníes al Museo Internacional de Música Bluegrass de la ciudad, los funcionarios de seguridad estadounidenses hicieron que el personal jurara mantener en secreto la visita. A algunas personas les preocupaba que pudieran estallar protestas en Estados Unidos o en Irán si la noticia se daba a conocer.
Sin embargo, aquella alegre tarde de mayo, lo único que estalló fueron los aplausos, recuerda Gabrielle Gray, director ejecutivo del museo en esa época. Mientras tocaba un quinteto estadounidense de cuerdas de bluegrass, algunos de los iraníes también participaron. Sarah Ahmadi, una cantante completamente cubierta con un velo, tocó una enorme pandereta persa, llamada daf, lanzándola al aire y ululando una y otra vez. Uno de los varones iraníes siguió la melodía en su setar de tres cuerdas. Después, cuando la banda de bluegrass tocó otra canción, ambos grupos alternaron estrofas, los estadounidenses cantando en inglés y los iraníes en persa. Cuando la música terminó, los artistas se abrazaron. Algunos de ellos lloraban. “La música es el idioma diplomático más dulce”, dice Gray.
A diferencia de la diplomacia de ping-pong con China de la era de Nixon, los intercambios culturales entre Washington y Teherán se han mantenido en gran parte fuera de la atención del público. Pero durante los últimos diecisiete años, atletas, científicos y artistas iraníes han arribado discretamente a Estados Unidos para participar en programas culturales financiados por el Departamento de Estado y llevados a cabo por organizaciones no gubernamentales. Los funcionarios estadounidenses aún rehúsan a hablar de la participación de Washington por temor a las repercusiones diplomáticas. Pero un documento filtrado del Departamento de Estado muestra que, el año pasado, 61 iraníes visitaron Estados Unidos en tales excursiones.
Asimismo, pequeños grupos de estadounidenses también han viajado a Irán, donde comparten ideas e incluso colaboran en áreas como la protección ambiental, la astronomía y la atención sanitaria. Y dado que ambas partes alcanzaron un acuerdo histórico para contener el programa nuclear de Irán, algunas personas afirman que estos intercambios culturales ayudan a preparar el terreno para el siguiente paso hacia una distensión de más de tres décadas de sospecha y hostilidad mutuas.
“Estos intercambios son tan poderosos como cualquiera de los sistemas de armas que vendemos al mundo árabe, si no es que más”, señala el embajador retirado Richard LeBaron y quien actualmente es miembro de alto nivel del Consejo del Atlántico, un grupo de analistas con sede en Washington. “Mientras los conservadores [iraníes] argumentan en contra del acuerdo [nuclear], la sociedad civil de Irán, a través de los intercambios, crea un electorado que puede contrarrestar esas presiones.”
Lo mismo podría ser verdadero del lado estadounidense. “La mayoría de los estadounidenses saben muy poco acerca de Irán”, señala Barbara Slavin, experta en Irán y autora del libro Bitter Friends, Bosom Enemies (Amigos acérrimos, enemigos entrañables). “Es importante que vean que Irán no es únicamente las Guardias Revolucionarias y abusos contra los derechos humanos.”
Antes de la revolución de 1979, los estadounidenses viajaban frecuentemente a Irán. Hacían negocios, construían hospitales y capacitaban a los agricultores del país, mientras que unos cincuenta mil iraníes estudiaban en universidades estadounidenses. En esa época, ambos países eran aliados, pues Washington dependía del ejército de Irán, entrenado por Estados Unidos, para mantener a los soviéticos fuera de la región. Pero Estados Unidos rompió sus lazos con Teherán en 1980, cuando varios estudiantes radicales asaltaron la embajada estadounidense y mantuvieron como rehenes a 52 diplomáticos estadounidenses. Desde entonces, para la mayoría de los estadounidenses, el país se volvió sinónimo de terrorismo y extremismo islámico.
En 1996, un grupo de exfuncionarios de ambos países se reunió en un remoto centro vacacional frente a un lago en Suecia para encontrar una forma de restablecer la relación rota. Había muchas razones para el optimismo. Bill Clinton estaba en la Sala Oval, y su homólogo moderado de Irán, el presidente Mohammad Khatami, también parecía abierto a un descongelamiento de las relaciones. A pesar de dos años de reuniones intermitentes, ninguna de las partes pudo convencer a su gobierno de que la reconciliación era posible. Pero ambos países acordaron que los intercambios de persona a persona podían ser un primer paso.
En febrero de 1998, por invitación de Khatami, un grupo de luchadores estadounidenses llegó a Teherán para competir en un torneo internacional. Los estadounidenses marcharon en la arena deportiva iraní ondeando una bandera estadounidense, un objeto que normalmente se reserva para ser quemado en esa república islámica. “Fue todo un acontecimiento”, recuerda John Marks, exdiplomático estadounidense y fundador de Search for Common Ground (Buscar Puntos en Común), una organización no lucrativa que ayudó a organizar el evento.
Desde entonces, luchadores estadounidenses e iraníes han competido en ambos países más de una docena de veces, y han ocurrido intercambios similares entre atletas y profesionales de otros campos. Los ambientalistas estadounidenses e iraníes se reúnen ahora para hablar de soluciones para las sequías y la escasez de agua, mientras que médicos, líderes de negocios y clérigos asisten a las conferencias de sus homólogos. Uno de los intercambios más conmovedores ocurrió en agosto de 1999, cuando el astronauta Rusty Schweickart dirigió a un grupo de astrónomos estadounidenses a Isfahan, una ciudad en el centro de Irán, para estudiar un eclipse solar. William Miller, diplomático estadounidense retirado que acompañaba al grupo, recuerda cómo los miembros de la tribu Bakhtiari tocaban música mientras el cielo se oscurecía y los pájaros dejaban de cantar. Cuando salió el sol, iraníes y estadounidenses se regocijaron por igual, señala Miller.
En 2005, cuando Irán eligió al presidente Mahmoud Ahmadinejad, las tensiones aumentaron, y para los estadounidenses fue más difícil obtener visas para viajar a Irán. Pero Ahmadinejad no impidió que los iraníes viajaran a Estados Unidos para asistir a conferencias profesionales y académicas. En 2006, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos asumió una función principal en estas visitas, llevando a Estados Unidos a expertos iraníes en campos como la arqueología y la zoología. “Los científicos iraníes son considerados de muy alta calidad”, afirma Glenn Schweitzer, quien dirige los programas de la Academia de Ciencias relacionados con Irán. “Vimos el aislamiento de Irán como un ejemplo de la forma en que a la comunidad internacional se le niega el acceso a los talentos de un país.”
Esos talentos hicieron que los funcionarios de Misisipi adoptaran un sistema iraní para proporcionar atención sanitaria en zonas rurales. El proyecto derivó de un trabajo científico que un médico iraní presentó en una conferencia médica en Alemania en 2004 y que describía el éxito de los 17 000 sanatorios rurales de Irán. Un consultor médico estadounidense que asistió a la conferencia se dio cuenta de que el sistema iraní podría funcionar en Misisipi. Pronto, la Universidad de Shiraz en Irán y la Universidad de Jackson State en Misisipi formaron una asociación académica. Actualmente, con una subvención de UnitedHealthcare, los estadounidenses esperan construir casas de salud de estilo iraní en todo el Delta del Misisipi. “Los iraníes tienen cosas que pueden enseñarnos”, afirma Slavin, un analista de Irán del Consejo del Atlántico. “La idea de estos intercambios es que ellos aprendan algo, pero que también nosotros podamos aprender algo.”
Mientras que un acuerdo nuclear parece inminente, organizaciones privadas preparan más intercambios entre ambos países, afirma Jennifer Clinton, presidente de Global Ties U. S., una organización sin fines de lucro con sede en Washington que ayuda a administrar programas de intercambio internacionales. “Ya estamos viendo un aumento”, declaró a Newsweek. Sin embargo, algunos expertos dicen que el aumento de estos intercambios culturales podría ser limitado. Señalan que los legisladores estadounidenses necesitarían levantar permanentemente las sanciones que eliminan cualesquier intercambios con aplicaciones militares o económicas, una posibilidad que parece muy lejana.
Otros expertos no están muy convencidos de que el gobierno de Obama aprecie plenamente el potencial que la diplomacia de persona a persona tiene para ayudar a Estados Unidos e Irán a restituir completamente sus relaciones diplomáticas en un futuro próximo. “El Departamento de Estado puede intervenir y defender estos intercambios y tomarlos en serio como un instrumento del poder y la influencia nacionales”, afirma LeBaron, el exdiplomático. “Se trata de un enfoque que nunca hemos asumido.”
Si el gobierno necesita más información que lo convenza del poder de los intercambios de persona a persona, podría considerar un correo electrónico que la cantante iraní cubierta con un velo envió a un miembro de la banda de bluegrass de Owensboro pocos meses después de su visita a Kentucky. “Estimado amigo”, escribió en inglés. “Soy Sara Ahmadi, quien tocaba un daf de percusión iraní y tuvo la oportunidad de estar en Estados Unidos hace aproximadamente dos meses. Espero que todavía me recuerde. Pienso que cuando estuve ahí, fue el mejor momento de mi vida.”