Una tormenta eléctrica se
cernía sobre Mariúpol la tarde del 6 de julio. Al norte, el cielo se puso negro
y una fría brisa previa a la tormenta se alzó mientras el sonido de los truenos
distantes empezó a oírse.
Una mesera de la cafetería
Natalka en Prospekt Lenina sonrió y dijo: “Sólo es una tormenta. No
artillería”.
Después de un punto muerto por
casi cinco meses, las fuerzas combinadas ruso-separatistas anunciaron el 2 de
julio que se habían retirado de sus posiciones en el asediado pueblo costero de
Shyrokyne. Pero en la vecina Mariúpol, una ciudad que ha vivido con la guerra a
sus puertas por más de un año, muchos residentes eran renuentes a creer que la
paz podría estar en el horizonte.
“Así lo espero, pero no sé”,
dijo Olga Murza, gerente de la cafetería Natalka. “Estamos cansados de los
combates. La gente se siente mal y mucha gente sufre de depresión. Podemos oír
los combates cada mañana y cada tarde, y no sabemos cuándo terminará”.
“La situación está muy mal”,
dice Andriy Viktorovich, un barman de 27 años. “A veces cuando las explosiones
son cercanas y las ventanas se cimbran, me asusto. Es una situación de locos.
¿Esperanza? Me queda poca”.
Una publicación del 3 de julio
en la página de Facebook del Batallón Azov de la Guardia Nacional Ucraniana, el
cual fue atribuido al líder de la unidad y miembro del parlamento ucraniano
Andriy Biletskiy, declaró: “El enemigo ha dejado Shyrokyne. ¡¡¡Shyrokyne es
Ucrania!!!”
“Todos hemos pagado un precio:
más de 60 muertos en acción y 200 heridos en acción”, continuaba la
publicación. “Y hay poca especulación con respecto a (una posible) invasión de
Mariúpol”.
El 2 de julio, un representante
de los separatistas ante el Centro Conjunto de Control y Coordinación anunció
la retirada de Shyrokyne. El Centro Conjunto de Control y Coordinación, el cual
se comprende de representantes de Ucrania, Rusia, las fuerzas separatistas y la
Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa, fue creado para
gestionar el cese al fuego de septiembre de 2014 y se mantuvo en pie después de
la tregua del 12 de febrero.
La Misión Especial de Monitoreo
ante Ucrania de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa visitó
Shyrokyne el 2 de julio y confirmó la retirada de los separatistas. En un
reporte previo, hecho público el 27 de junio, la Organización para la Seguridad
y Cooperación en Europa anunció que no quedaban civiles viviendo en Shyrokyne, la
cual tenía una población previa a la guerra de 1,347 personas, y que 80 por
ciento de sus estructuras había sido destruido por los combates.
Desde el 2 de julio, los
combates alrededor de Mariúpol han disminuido, dejando a soldados y civiles
preguntándose qué pasará después.
Los soldados ucranianos
desplegados para defender Mariúpol en gran medida ven con recelo la retirada de
las fuerzas combinadas ruso-separatistas. Según soldados ucranianos en el área,
la retirada fue una acción táctica para limitar las bajas o consolidar las
fuerzas para una ofensiva posterior.
“El pueblo es una zona sin
control”, dijo Paul Moroz, un soldado del Batallón Azov de la Guardia Nacional
Ucraniana (recientemente ascendido de regimiento a batallón), quien está
desplegado en el área.
“Todavía ocupamos nuestras
posiciones en la colina y esperamos a que los separatistas regresen”, añade él.
“Los separatistas se han retirado a una colina, y Shyrokyne está libre de
separatistas, pero pueden regresar en cualquier momento”.
Las fuerzas ucranianas están
desplegadas principalmente a lo largo de la playa de Shyrokyne y una colina que
domina el pueblo al este en dirección de Mariúpol. Las tropas ucranianas
ubicadas en la colina viven en una red de trincheras, mientras que los soldados
a lo largo de la costa ocupan principalmente hogares abandonados y otros
edificios para refugiarse de la artillería y el fuego de los francotiradores.
Según reportes militares
ucranianos, las fuerzas combinadas ruso-separatistas han abandonado posiciones
vulnerables en el centro del pueblo para limitar las bajas, pero todavía tienen
actualmente artillería e infantería ubicada a dos kilómetros y en un terreno
alto.
Si las fuerzas ucranianas se
movieran al centro de Shyrokyne, serían vulnerables al fuego de la artillería.
Por lo tanto, la retirada separatista ha convertido a Shyrokyne en un pueblo
fantasma con ninguno de los bandos dispuesto a aventurarse en una tierra de
nadie.
“Ocupar la ciudad sería en sí
inefectivo porque seríamos bombardeados”, dijo Moroz. “Y su infantería está a
solo dos kilómetros de la ciudad, y pueden regresar en cualquier momento”.
Otro soldado del Batallón Azov
llamó a Shyrokyne un “páramo catastrófico”.
La Organización para la
Seguridad y Cooperación en Europa recientemente instó a las fuerzas ucranianas
y separatistas a trabajar conjuntamente para limpiar Shyrokyne de minas y
trampas, y algunos funcionarios en Kiev han sugerido establecer en Shyrokyne
una zona desmilitarizada.
Sin embargo, las tropas
ucranianas desplegadas en el área presionaron en contra de la idea de
desmilitarizar Shyrokyne o cooperar con los separatistas. Algunos soldados
afirmaron que las fuerzas combinadas ruso-separatistas podrían estar
concentrando hombres y equipo para un asalto en otra dirección, posiblemente
desde posiciones al norte de Mariúpol y cerca de Volnakhava en un intento de
cercar y aislar a la ciudad.
El Batallón Dnipro-1 ucraniano
recientemente hizo pública una filmación con drones documentando la
construcción de una base combinada ruso-separatista, incluidos nueve tanques
rusos T-72, cerca del poblado de Sontseve, a unas 40 millas al noreste de
Mariúpol y a lo largo de uno de los dos caminos principales que conectan a la
ciudad con el baluarte separatista de Donetsk.
Con la amenaza creciente de una
ofensiva combinada ruso-separatista desde el norte, las fuerzas ucranianas
consideran defender Shyrokyne como un bastión crucial para proteger el flanco
izquierdo de Mariúpol y también negar un terreno alto desde el cual bombardear
puestos de control ucranianos en el lado este de la ciudad.
Hasta el 6 de julio, las
fuerzas ucranianas en Shyrokyne han sostenido sus posiciones. Las rotaciones en
la línea del frente cada cinco días, divididas entre diferentes batallones de
la Guardia Nacional, continúan como antes y no se ha observado una
redistribución importante de equipo o personal.
Para los residentes en
Mariúpol, la falta de combates es un respiro de los sonidos constantes de la
guerra que han echado a perder la vida en esta ciudad por más de un año. Los
duros combates en agosto y septiembre de 2014, que incluyeron batallas con
tanques en la periferia de la ciudad, y un ataque con cohetes Grad el 24 de
enero de 2015 sobre una zona residencial obligaron a muchos a huir.
Y desde febrero, los sonidos
del armamento pesado desde las líneas del frente, que están a unas 10 millas al
este del límite oriental de Mariúpol, se han vuelto parte del escándalo normal
de fondo. Quienes se quedaron se han acostumbrado a vivir bajo la amenaza
constante de un ataque. Y aun cuando algunos ven la retirada de las fuerzas
combinadas ruso-separatistas como una acción positiva, muchos dudan que sea un
verdadero indicio de paz.
“¿Futuro? ¿Qué futuro? No tengo
dinero, y apenas me alcanza para sobrevivir”, dijo Viktorovich. “La guerra ha
arruinado todo. Soy joven, y siento que no tengo futuro. Pero ¿qué puedo hacer?
Tengo que aprender a vivir con un par de dólares al día”.
Un indicio de que ha mejorado
la situación de la seguridad en Mariúpol es la presencia militar generalizada,
la cual es marcadamente diferente a la que era en marzo y abril, cuando los
soldados dentro del centro de la ciudad todavía eran algo poco común. También
es muy diferente a como era en septiembre de 2014, cuando se firmó el primer
cese al fuego. Por entonces, los militares ucranianos restringieron los
movimientos de tropas en la ciudad a la noche para limitar la interacción con
los civiles.
Los vestíbulos de hoteles y
restaurantes del centro, que han estado casi vacíos por meses, ahora están
llenos de soldados ucranianos de permiso o paso. En el Hotel Spartak en el
centro de Mariúpol, grupos de soldados apoyan sus Kalashnikovs cargados contra
las paredes mientras comen omelets y beben café en el bufet de desayuno.
Por la tarde en un restaurante
cercano en Prospekt Lenina, una hilera de deportivos utilitarios camuflados
está estacionada enfrente, y el restaurante está lleno de soldados comiendo
bistecs. Hay un flujo casi constante de vehículos militares arriba y debajo de
Prospekt Lenina, la principal vía pública de la ciudad.
Los civiles de la ciudad
también se han aclimatado. Aun cuando muchos residentes se preocupan en privado
por la guerra, la vida sigue. Los parques de la ciudad están llenos de gente, y
los macizos de flores pulcramente plantados están floreciendo. Los merenderos y
las cafeterías están abiertos.
El cine del centro presenta Terminator: Génesis y Mundo Jurásico en ruso. Las madres
empujan carriolas en las aceras, y las bancas de la ciudad están repletas de babushkas (abuelas).
“La gente ha vivido con esto
por un año, y se ha adaptado”, dijo Murza. “Puedes acostumbrarte a los tiroteos
y las explosiones”.
“Pero siento que mi vida se ha
detenido”, añadió ella. Murza habla inglés con fluidez y se graduó el año
pasado en la Universidad estatal de Mariúpol en administración y hotelería.
“Quiero la paz porque tengo
ideas y esperanzas para mi futuro. Quiero vivir mi vida y tener una familia, y
no puedo hacer nada porque no sé lo que sucederá en un mes o un año”.
Nolan
Peterson, ex piloto de operaciones especiales y veterano en combate de las
guerras en Irak y Afganistán, es el corresponsal extranjero de The Daily Signal
avecindado en Ucrania. Este artículo apareció primero en The Daily Signal.