En una decisión estoica, el mandatario decidió rebelarse y —arropado por su gente— rechazar los apoyos que le darían un respiro a sus frágiles finanzas. Las consecuencias de esta decisión sacudirían los cimientos mismos del Imperio y de toda la humanidad.
Así, fiel a los argumentos de las más clásicas tragedias de Sófocles o Eurípides, Grecia selló su destino, el de la Eurozona y, en cierta medida, el de todo el mundo. El primer ministro griego, Alexis Tsipras, estiró la liga hasta el límite de su ruptura.
En atención al ultimátum impuesto por los líderes de la región, presentó una propuesta de reformas. Se le exigió que incluyera medidas “concretas, detalladas y creíbles” para hacer frente a una deuda equivalente a casi el 180 por ciento de su PIB.
Desde Atenas, un funcionario defendió el paquete presentado. Pero diplomáticos europeos con acceso al cónclave convocado por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional (FMI) indicaron desde un principio que los ministros se dijeron “decepcionados”.
Con todo, la oferta fue discutida por los representantes del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE); evaluado durante el sábado por el Eurogrupo, y discutido el domingo por los 28 líderes de la Unión Europea (UE).
Y como “sobre advertencia no hay engaño”, la canciller alemana, Ángela Merkel, fue clara desde un principio: no habría una condonación de la deuda. Esta postura abrió los telones del peor de los escenarios, el grexit, es decir, la salida de este país de la comunidad fundada en 1993.
Esta trama provocó un debate mundial sobre la responsabilidad de los Estados para tutelar los derechos de sus ciudadanos, frente a las medidas de austeridad impuestas por los mercados que, lejos de generar el crecimiento, lo eliminan.
En ‘La crisis del capitalismo democrático’, Wolfgang Streeck, sociólogo y economista alemán, advirtió que “los mercados han comenzado a dictar intransigentemente lo que los Estados, supuestamente soberanos y democráticos, pueden hacer por sus ciudadanos y lo que deben negarles”.
El profesor de Economía y Asuntos Internacionales de la Universidad de Princeton, Paul Krugman, escribió para el diario español El País un artículo titulado ‘Grecia, al borde’, en el que desmiente que el gobierno griego haya asumido una actitud de despilfarro y de irresponsabilidad económica.
“Sí, el gobierno griego estaba gastando más allá de sus posibilidades a finales de la década de los 2000. Pero, desde entonces ha recortado repetidamente el gasto público y ha aumentado la recaudación fiscal. El empleo público ha caído más de un 25 por ciento, y las pensiones (que eran, ciertamente, demasiado generosas) se han reducido drásticamente. Todas las medidas han sido, en suma, más que suficientes para eliminar el déficit original y convertirlo en un amplio superávit (…) ¿Por qué no ha ocurrido esto? Porque la economía griega se ha desplomado, en gran parte, como consecuencia directa de estas importantes medidas de austeridad, que han hundido la recaudación.”
A su vez, Joseph Stiglitz, execonomista en jefe del Banco Mundial (BM) y profesor de la Universidad de Columbia de Nueva York, advirtió que la disyuntiva de Grecia sólo ofrecía dos opciones: “una depresión casi interminable” o “la posibilidad de que Grecia, con su fuerte tradición democrática, se haga cargo de su destino y la oportunidad de construir un futuro, aunque no tan próspero como el pasado, sí mucho más esperanzador que el inadmisible tormento actual”.
Lo cierto es que la tragedia griega desnudó la vulnerabilidad de otras economías de la región.
¿DESCONTENTO GENERALIZADO?
La fragilidad de la economía no es un hecho exclusivo de Grecia. También hay alertas por los niveles de endeudamiento de España, Irlanda, Italia, Portugal y Chipre.
Esas naciones presentan un coctel extremadamente peligroso: crecimiento débil, alto desempleo y severas medidas de austeridad en marcha, con un resultado inevitable: el estancamiento.
Cada nación presenta además sus particularidades; por ejemplo, en España habrá elecciones generales a más tardar el 20 de diciembre, los partidos de izquierda han avanzado y podrían azuzar a la población a generar disturbios.
En Portugal también hay descontento, pues el rescate por 78 000 millones de euros que se le otorgó en 2011, le ha significado a la población pagar un sobreprecio de 23 por ciento en los bienes y servicios frente a salarios congelados.
No obstante, estos peligros son muy menores frente a la amenaza que viene del Támesis. Como parte de las promesas para obtener su reelección, el primer ministro británico, David Cameron, anunció que convocaría a un referéndum sobre la continuidad del Reino Unido en la UE.
A pesar de que las elecciones del pasado 7 de mayo le dieron al Partido Conservador la mayoría absoluta en el Parlamento, Cameron no la tiene fácil, pues deberá conciliar a quienes están abiertamente por la salida de esa comunidad, con los grupos que son simpatizantes del euro.
Para darnos una idea de lo divididas que están las opiniones, encuestas revelan que 45 por ciento de los británicos apoyan la permanencia en el Eurogrupo y 40 por ciento está en contra. La presión social haría que la consulta anunciada para 2017 se adelantara a finales del próximo año.
Por si fuera poco, el Partido Nacionalista Escocés, que en los comicios obtuvo 56 de los 59 escaños que Escocia tiene en Westminster, es abiertamente pro europeo. Si Reino Unido decidiera abandonar la UE, los nacionalistas escoceses optarían por la independencia.
EL PELIGRO QUE VIENE DE ORIENTE
Parafraseando al hoy director del Banco de México, Agustín Carstens, lo de Grecia es un “catarrito” frente a la neumonía que podría provocar China, el país de los 1400 millones de personas y el segundo PIB más grande del mundo.
Las bolsas de Shanghái y Shenzhen han caído 30 por ciento. Para dimensionar lo que esto significa, está el caso de Li Hejun, quien empezó la jornada del miércoles 8 de julio como el hombre más rico de China y para las 11 ya estaba lejos de serlo, pues perdió 15 000 millones de dólares, la mitad de su fortuna.
Esto demuestra que, en la era de la globalización, las tragedias también se contagian con absoluta rapidez y el doble de intensidad. Ojalá que México no tenga que bailar al ritmo de Zorba, el griego o de la música del dragón.