Bajo el resguardo de la noche, un hombre saltó dentro de un contenedor de basura en Groton, Connecticut. Escarbó hasta que desenterró una máquina que se veía medio decente, luego otra, e incluso se embolsó un puñado de matraces sin romper. Manejó de vuelta hacia su garaje, valoró sus hallazgos y se sintió complacido. Sabía que su búsqueda entre la basura de Pfizer sería buena para su negocio.
Esto fue el nacimiento de American Laboratory Trading (ALT), una compañía de equipo usado de laboratorio que se ha vuelto la más grande en su tipo en los últimos quince años. En 2014, ALT envió equipo renovado de laboratorio a más de cuarenta países, invirtió más de un millón de dólares en incubadoras de biotecnología, e incluso captó algunos clientes no científicos, principalmente estudios cinematográficos que necesitaban el laboratorio perfecto de un científico loco para una escena (incluidos, por ejemplo, los productores de Las Tortugas Ninja).
“Entonces [a principios de la década de 2000] no había un verdadero mercado para el equipo usado”, dice Jayson Bernstein, jefe de operaciones de ALT. “Los laboratorios no cerraban y ni tenían grandes ventas de liquidación como lo hacen ahora. Meterse en los contenedores fue literalmente como empezó la industria.”
Hoy, conforme se expande la industria de la biotecnología —según el Departamento de Comercio de Estados Unidos, creció casi 7 por ciento en la primera década del siglo—, compañías como ALT y Heritage Global Partners (que subasta equipo en el estado en que se encuentre) están entrando en el mercado para llenar una necesidad creciente por equipo de laboratorio, así como muchos revendedores independientes utilizan plataformas como eBay o Amazon.
Pero, a pesar del crecimiento en el campo del equipo usado de laboratorio, este aún está plagado de distribuidores sospechosos. Los revendedores de equipo de laboratorio no son tan diferentes a los vendedores de autos usados en la manera en que promocionan un auto, y más que unos cuantos científicos con empuje se han quemado por sus tratos malos. A veces a las máquinas —en especial las costosas autoclaves (cámaras de presión usadas para esterilizar equipo) y el equipo analítico de química— los distribuidores con poco conocimiento científico o eléctrico simplemente les dan una pulidita y las conectan para ver si las luces se encienden, ello con la esperanza de ganar unos dólares.
Los que son del tipo del auto usado por lo general abusan de los laboratorios pequeños con fondos limitados. Equipar un laboratorio con equipo nuevo puede costar desde 500 000 hasta varios millones de dólares. Las piezas más caras, como las máquinas de cromatografía líquida de alta resolución, que son cruciales en bioquímica, pueden costar más de 150 000 dólares cada una si son nuevas. Algunos distribuidores las revenderán por alrededor de 30 000 dólares con poca garantía de que funcionen; otros han enviado cualquier cosa, desde matraces desportillados hasta tubos de ensayo sin lavar, a los gerentes de laboratorios pequeños con poco presupuesto.
La ahora desaparecida Firstenberg Machinery Company es un ejemplo de muchos vendedores en la industria con malas prácticas comerciales. Una vez, Micro Constants, una compañía de bioanálisis, compró un artículo a Firstenberg en 2012, y como nunca fue entregado, pidió un reembolso. “Firstenberg nos dijo un par de veces que estaban viendo lo del reembolso, pero este nunca ocurrió. Hicieron arreglos para pagarnos 1000 dólares al mes, pero nunca lo completaron. Hicieron un par de pagos y luego pararon”, dijo Vielka Damond, una ejecutiva de cuentas por cobrar, a Newsweek vía telefónica. “Luego se declararon en bancarrota.”
Prácticas comerciales cuestionables
En otro caso, Firstenberg aceptó comprar un generador a la Escuela Woodinville Montessori en Bothell, Washington, por 19 000 dólares. Se intercambió la información para hacer el pago mediante transferencia, se firmaron los contratos, y el generador fue enviado. Pero cuando llegó la hora de pagar, Firstenberg empezó a evitar la escuela, enviándole excusas por correo electrónico. Al final, Firstenberg le pagó a la escuela unos míseros 2750 dólares, en varios pagos. Cuando llegó la noticia de la bancarrota, Patricia Hunter, jefa de finanzas de Woodinville, solicitó que la escuela recibiera el dinero restante, “pero no hemos llegado a ninguna parte con eso”.
Múltiples llamadas telefónicas y correos electrónicos a Firstenberg no fueron atendidos o respondidos.
Firstenberg no es el único distribuidor de equipo usado de laboratorio acusado de prácticas comerciales cuestionables. Un empleado de servicios de laboratorio en el área de Boston, quien pidió el anonimato porque tiene tratos de forma regular con distribuidores, expresó su frustración con el proceso para ordenar con Cambridge Scientific, una compañía con reseñas positivas de clientes y una calificación impresionante de 10 con la Better Business Bureau . Él dice que la compañía pone en lista equipo que todavía no tiene como si estuviera en su inventario. En otros casos, el artículo podría estar en el inventario, pero descompuesto.
El resultado final es que el equipo podría tardar más semanas en llegar de lo esperado. Bryan Hoffman, un gerente de ventas de Cambridge Scientific, dijo a Newsweek que esto era cierto en algunas circunstancias, pero que la compañía lo revela de antemano. “Es en extremo raro que el equipo esté renovado antes de que lo ordenen, tenemos una cantidad limitada de técnicos y muchas órdenes.”
A pesar de los numerosos callejones oscuros en que pudieran hallarse los compradores, los laboratorios pequeños no pueden sobrevivir sin este mercado. Por lo general, el equipo usado cuesta la mitad de la venta al menudeo, y cuando una renovación se hace apropiadamente, puede seguir funcionando sin problemas por varios años.
ALT está trabajando para superar el estigma que rodea a los distribuidores de equipo usado de laboratorio. Ha contratado un equipo de electricistas y científicos, construyó un centro de renovación, y ahora ofrece una garantía en todo lo que vende. También exige documentos de descontaminación del dueño anterior para garantizar su seguridad. “La contaminación es el problema número uno con el que te topas. Las fallas eléctricas son el número dos. Lo último que queremos es que algo estalle o provoque un incendio”, dice Bernstein.
Tal vez el cambio más importante sea que la compañía ahora es muy quisquillosa con respecto a de dónde provine su equipo usado de laboratorio. Ya nada de meterse en contenedores. “Ya no se puede sacar basura y revenderla; la gente ha entrado en razón”, dice Bernstein. Más bien, la compañía se enfoca en el inventario de laboratorios a punto de cerrar. “Lo que solía ser gratis hace 15 años, ahora es nuestro mayor gasto: nuestro inventario”, dice Bernstein. “Más del 50 por ciento de [nuestros] artículos proviene de laboratorios que están a punto de cerrar, y otra cuarta parte, de las subastas.”
Espacio de trabajo compartido
Y aun cuando dejar limpio un laboratorio cerrado podría sonar deprimente, los laboratorios usualmente cierran por una razón feliz: han vendido exitosamente su propiedad intelectual, por lo que ya no se necesita experimentar en el laboratorio.
Con la intención de retribuirle a la industria que la hizo crecer, ALT recientemente se volvió patrocinadora de varias incubadoras, organizaciones que apoyan compañías incipientes y que las proveen de oficinas, orientaciones y ayuda para desarrollar planes empresariales. Lab Central, en Massachusetts, se enfoca en proveer espacio compartido de laboratorio y es usado principalmente por “compañías financiadas por capitalistas de riesgo con verdadera ciencia detrás de ellas”, explica su fundador, Johannes Fruehauf. Sus instalaciones, de ocho kilómetros cuadrados, están ubicadas en el centro de innovación en biotecnología de Cambridge, y funcionan como oficina y espacio de laboratorio para más de cien personas. Alrededor de una quinta parte de su equipo de laboratorio es usado, todo donado por ALT.
Al principio, el espacio de trabajo compartido era receloso con la oferta de ALT. Johannes Fruehauf, fundador de Lab Central, dice que sus experiencias al comprar equipo usado de laboratorio fueron espantosas. “Me quemé varias veces y solo tenía una mala impresión del mercado.”
Pero después de visitar ALT y reunirse con sus ingenieros, Fruehauf aceptó una donación de medio millón de dólares en equipo de laboratorio. A cambio de su patrocinio, Bernstein puede visitar el espacio de trabajo compartido, realizar eventos y hablar con los científicos. Cuando una compañía se gradúa de Lab Central —lo cual significa que se vuelve demasiado grande, o demasiado bien financiada, para el centro—, ALT le ofrecerá ayuda para equipar su laboratorio con equipo usado.
P. Shannon Pendergrast, fundador (junto con sus dos hermanos) de Ymir Genomics, trabaja en Lab Central. “Escribimos programas para escarbar en la información genética, y cuando decidimos poner a prueba algunos de nuestros programas, necesitábamos espacio de laboratorio.” También necesitaban una pieza inusual de equipo usado de laboratorio: una ultracentrífuga, que cuesta entre 40 000 y 50 000 dólares nuevecita. “Otra compañía en Lab Central también necesitaba una, así que fuimos con Johannes y la pedimos, dudando de que la comprarían”, dice Pendergrast. Después de unas cuantas semanas, la centrífuga apareció, con una calcomanía de ALT en su costado. “No pensaba que este fuera el tipo de lugar donde pudieras pedir una centrífuga de 40 000 dólares y esta simplemente aparecería. Pero fuimos capaces de conseguirla gracias al patrocinio”, dice Pendergrast. Los experimentos semanales usando el equipo le han permitido a Ymir ponerse a la cabeza en biología exosomal: el estudio de pequeñas burbujas membranosas que las células del cuerpo mudan en un intento de comunicarse entre sí. Es el nuevo campo de moda en bioquímica, según Pendergrast.
Los hermanos planean mudarse a su propio espacio dentro de un año y esperan comprar equipo usado. “Conozco compañías que están muy bien financiadas, y estas siempre le echan un ojo primero al equipo usado”, dice Pendergrast sobre su siguiente oficina. “Si hay una pieza de equipo que no sea demasiado vieja y por el precio correcto, ciertamente la considerarás ampliamente, siempre y cuando confíes en el revendedor.”
La confianza ha sido clave para limpiar el negocio sucio, pero Fruehauf advierte que pocos revendedores son tan diligentes y confiables como Bernstein. “Un comprador de equipo usado de laboratorio tiene que ver con mucho detenimiento a quién se lo está vendiendo, no solo lo que está comprando. Tienen que evitar a ese vendedor de autos usados. Se pueden quemar con mucha facilidad. A mí me pasó.”