Antes de Osama bin Laden, estaba Imad Mugniyah, el genio terrorista de Hezbolá. Se le conocía como el Padre Humoporque solía desaparecer como un suspiro después de tramar sus espectaculares ataques terroristas, dos de los cuales costaron la vida a cientos de estadounidenses en Líbano, en 1983.
Según la mayoría de los relatos, Mugniyah mató a más estadounidenses que Al-Qaeda antes de que la mayoría de las personas siquiera hubieran oído hablar de Bin Laden. Para mediados de la década de 1980, encabezaba la lista de los más buscados por el FBI: había dirigido el bombardeo a los cuarteles de paracaidistas de la infantería de marina estadounidense y francesa en el aeropuerto de Beirut en 1983, el ataque de 1984 contra el anexo de la embajada estadounidense en Beirut y el secuestro aéreo del vuelo 847 de TWA en 1985, en el que murió el buzo Robert Stethem, de la marina de Estados Unidos. También había llevado a cabo muchos otros secuestros y asesinatos, entre ellos, el homicidio de Malcolm Kerr, presidente de la Universidad Estadounidense de Beirut.
Pero la CIA tenía razones personales para ir tras Mugniyah. En contubernio con Ali Reza Asgari, el terrorista en jefe de Irán, en 1983 ayudó a realizar el bombardeo de la embajada estadounidense en Beirut, en el que murieron ocho oficiales de la CIA, entre ellos, Robert Ames, su legendario contacto en Oriente Medio, así como el secuestro y homicidio de William Buckley, jefe de estación de Beirut, ocurrido en 1984.
En febrero de 2008 la CIA logró atrapar a Mugniyah en Damasco, Siria. Un poderoso coche bomba lo liquidó en una forma casi idéntica a aquella en la que él mismo había matado a otras personas.
Los informes de los medios señalaron al legendario Mossad (el servicio de inteligencia israelí) como el autor de la ejecución. Pero de acuerdo con antiguos oficiales de Estados Unidos entrevistados por Newsweek,el ataque a Mugniyah fue una operación de la CIA, autorizada por el presidente George W. Bush y llevada a cabo por la propia agencia bajo la atenta supervisión de su entonces director Michael Hayden y un grupo sumamente pequeño de funcionarios de alto rango de la misma dependencia.
“Fuimos nosotros”, afirma un exfuncionario que participó en el proyecto, hablando desde el anonimato para explicar la operación. “Los israelíes nos dijeron dónde estaba y nos prestaron ayuda logística. Pero nosotros diseñamos la bomba que lo mató y supervisamos la operación.”
Otra fuente, un exagente de alto rango de la CIA con amplia experiencia en Oriente Medio, señala que “fue una operación israelí-estadounidense. Todos saben que la CIA lo hizo, al menos, todos en Oriente Medio”. El agente afirma que la intervención de la CIA en el sangriento deceso de Mugniyah debió haber sido mostrada desde hace mucho tiempo.
“Este hecho envía el mensaje de que rastrearemos a cualquier persona, sin importar el tiempo que nos tome”, dice. “La otra parte debe saberlo.”
Sangre estadounidense
en sus manos
La orden de ejecución de Mugniyah podría haber sido firmada desde hace mucho tiempo, incluso desde el gobierno de Reagan, en una “conclusión” presidencial donde se autorizaba su captura o ejecución después de los bombardeos de los cuarteles de la infantería de marina y la embajada estadounidense, señala el exfuncionario de la CIA. Pero, aparentemente, los agentes de antiterrorismo de Estados Unidos no pudieron encontrarlo o las condiciones no eran las más adecuadas para liquidarlo cuando por fin lograron hallarlo.
“Hubo apenas unas cuantas veces, a mediados de la década de 1990, en las que un equipo de ejecución de las fuerzas especiales estuvo destacado en la parte árabe del Golfo Pérsico para atraparlo, en una operación marítima, cuando él regresaba [a Líbano] de Irán”, declaró a Newsweekdesde el anonimato un funcionario de alto rango de antiterrorismo militar de Estados Unidos. “Pero por distintas razones, principalmente relacionadas con la inteligencia, no se llevó a cabo.”
Sin embargo, en 2007, Meir Dagan, quien en ese entonces era el jefe del Mossad, notificó a la CIA acerca de un escondite de Mugniyah en Damasco, de acuerdo con otra fuente que participó en la búsqueda. “Dagan dijo, básicamente: ‘Lo hemos localizado, y sabemos que tiene mucha sangre estadounidense en sus manos, por lo que nos gustaría ofrecerles esto a ustedes en términos de, ¿qué les gustaría hacer con él?’”
Dagan no respondió a una solicitud por escrito, enviada el año pasado, para que hiciera comentarios.
En el séptimo piso de la CIA, Hayden convocó una reunión privada sobre Mugniyah. El grupo de debate original estaba compuesto únicamente por Steve Kappes, el representante de Hayden, Michael Sulick, jefe de la Directiva de Servicios Clandestinos (el cuerpo de espionaje del organismo); Mike Walker, jefe de la división de Cercano Oriente; y algunos asistentes.
(Cuando Newsweekles solicitó información, la CIA y todos los participantes nombrados en este reportaje se negaron a reconocer cualquier participación del organismo en la operación.)
Hayden, un exgeneral de la Fuerza Aérea, se sintió emocionado por la oportunidad de exterminar a un hombre que había matado a tantos estadounidenses, entre ellos, algunos de los mejores oficiales de la CIA, recuerda un exfuncionario. Pero pronto lo reconsideró.
“Al principio, el general Hayden estaba totalmente dispuesto”, señala el exfuncionario. “Pero poco a poco, o tal vez no tan poco a poco, empezó a comprender que estaba ordenando un asesinato, que básicamente estaba poniendo un blanco. Y una vez que fue consciente del hecho de que, básicamente, estaba ordenando asesinar a alguien, sintió miedo. No se veía a sí mismo como un Corleone.”
Y no lo fue. Ese papel lo desempeñó el presidente. “Obviamente, [Hayden] debía tener autoridad para esto, y la autoridad podía venir solamente de una persona, y esa persona debía ser el presidente de Estados Unidos”, señala el participante. “Así que fue a ver al presidente Bush. Aparentemente, a Bush le tomó únicamente 30 segundos decir: ‘Sí, ¿y por qué no lo ha hecho aún? Tiene mi autorización. Vaya con Dios’.”
Desde 1975 existía una prohibición de los asesinatos, pero evidentemente, los sospechosos de terrorismo no estaban protegidos por ella, a juzgar por la gran cantidad de ataques de aviones no tripulados contra agentes de Al-Qaeda, realizados desde 2001. (Stephen Hadley, uno de los exasesores en seguridad nacional de Bush, rechazó hacer comentarios cuando fue contactado por Newsweekel año pasado.)
¿Veneno o disparo de rifle?
“No había ninguna forma de capturarlo”, dice la fuente. “Quiero decir, ¿qué haría usted con él? Así que todo se redujo a una operación de asesinato.”
En el séptimo piso, Hayden amplió el círculo de participantes en la operación. John Rizzo, el asesor en activo de la CIA, dio luz verde al proyecto, de acuerdo con una fuente autorizada. El grupo planteó diferentes situaciones de asesinato mediante veneno o un disparo de rifle, pero las descartó por considerarlas demasiado difíciles y peligrosas en Damasco, una ciudad controlada estrechamente por la policía secreta del presidente Bashar Assad. “Si hubiéramos elegido utilizar un disparo, era necesario asegurarse de que él estuviera muerto”, señaló un participante. “Era necesario acercarse a él. ¿Y cómo lograr que el tirador escapara? Incluso si se tratara de un francotirador que disparara desde una gran distancia, debía haber una ruta de escape para que la persona o personas pudieran salir antes de que los sirios cerraran la zona. Así que esa opción fue descartada.”
Se tomó la decisión de usar una bomba. Pero ¿de qué clase? Pasaron semanas, y luego meses, mientras los técnicos de bombas de la CIA le presentaban varios dispositivos a Hayden. Todos eran demasiado grandes.
Había una creciente frustración dentro y fuera del edificio. En Israel, la demora “volvía completamente locos a Dagan y al Mossad”, señala un participante al hablar acerca de la planificación. “Si hubiera dependido de ellos, él habría muerto mucho antes. Debido a todos los controles, el asunto estaba tomando demasiado tiempo.”
A los expertos en bombas de la Oficina de Servicios Técnicos de la CIA se les pedía una y otra vez, por órdenes de Hayden, que construyeran un dispositivo que pudiera limitar su explosión letal a un radio pequeño. “Pasó de ser un coche bomba tradicional, con una carga de C-4 o Semtex o algo que pudiera empacarse en un chasís de automóvil, hasta convertirse en un arma muy focalizada y hecha a la medida, lo cual dio como resultado básicamente una mina Claymore muy grande; una carga a la que se ha dado una forma, por decirlo así” —oculta en el centro de un neumático trasero instalado en la parte de atrás de una SUV Toyota o Mitsubishi, de acuerdo con una fuente—. “Fue diseñada para lanzarlo todo en una dirección específica.”
A Hayden le gustaba la idea. Los técnicos probaron varios prototipos de la bomba en una instalación clandestina en Harvey Point, cerca de Moyock, Carolina del Norte.
Mientras tanto, los agentes de la CIA y del Mossad en Siria tenían vigilado a Mugniyah, de acuerdo con el participante. “Teníamos gente en Damasco y también estamos haciendo esto, pero nadie podía hacerlo como el Mossad.”
Mientras tanto, la División del Cercano Oriente de la CIA trabajaba en la logística para introducir una bomba en Siria y colocarla dentro de un automóvil cerca del cual Mugniyah pudiera pasar caminando. “El vehículo sería adquirido en Damasco”, recuerda el participante de planificación. “El dispositivo sería llevado a Siria. Todo el mundo pensó que lo llevaríamos en avión a Jordania y lo cruzaríamos al otro lado de la frontera de Jordania hacia Siria en forma clandestina.”
Pero a fines de diciembre, con la bomba lista y Mugniyah firmemente en la mira, Hayden “empezó sentir miedo otra vez”, dice el participante. Decidió ir a ver a Bush de nueva cuenta. Pero el presidente ya se había ido de Washington por las fiestas.
“La mañana de Nochebuena, él y Kappes volaron a Camp David a ver al presidente de Estados Unidos y decirle: ‘Bien, mire, esto es lo que tenemos, todo está en su lugar, ¿aún tenemos luz verde?’ El presidente básicamente los echó diciendo: ‘¿Por qué me hacen perder el tiempo en Nochebuena? Lárguense y háganlo’. No exactamente en esos términos. Pero les dijo: ‘Sí, ya les he dado mi aprobación. Vayan y háganlo. Vayan con Dios’.”
Hayden y Kappes volvieron en helicóptero a las oficinas centrales de la CIA y convocaron una reunión en la sala de conferencia del director. “Vuelve y organiza una última reunión con todos los involucrados”, recuerda una fuente que participó en la planificación. “Era media tarde. No había muchas personas en el edificio. Todos se habían ido a toda prisa para la Navidad. Pero repasaron todo una vez más: ‘Este es un dispositivo, no es demasiado grande, ni demasiado pequeño…’”
Hayden estaba en su asiento en la cabecera de la mesa larga y brillante. Habían colocado un modelo de la bomba frente a él, afirma el participante de planificación. La bomba verdadera había sido llevada en avión a Jordania. “Lo mira, hace algunas preguntas, y después de una pausa de 30 segundos (uno podía escuchar cómo transcurrían los segundos en el reloj de su credenza), dice: ‘Está bien, hagámoslo’.”
“Tenían unos seis segundos”
Al día siguiente, en Navidad, recibieron una llamada de Jordania. La bomba había sido introducida con éxito en Siria. Se organizó una reunión con otro agente de la CIA en Damasco, quien se hizo cargo de la bomba y la instaló en una SUV.
Entonces comenzó otra vez la espera.
“Una de las cosas que tenían que esperar, créase o no, era a que se desocupara un lugar de estacionamiento. Había un par de espacios fuera del edificio de departamentos que les dio la oportunidad, pero había uno en particular que sería el más eficiente, por decirlo así”, para matar a Mugniyah, afirma el participante.
Finalmente, el automóvil estaba en su lugar. Pero siempre había otras personas alrededor. Transcurrieron varias semanas más. Era necesario cumplir con la exigencia de Hayden de matar únicamente a Mugniyah sin producir ningún daño colateral. “Siempre ocurría que, o no estaba solo, o tenía a sus hijos con él, o había otra persona con él, o había transeúntes en el área, o se había ido, o estaba en [el valle de] Bekaa o en otro lugar, pero no estaba en su departamento”, dice el participante. “Las reglas de la confrontación eran tan rígidas que él probablemente pasó cerca de aquella cosa docenas de veces, pero simplemente no podían hacer nada”.
Añade que “vigilaban casi todo el tiempo. Hacían turnos, un oficial de estación y un oficial del Mossad. El oficial del Mossad estaba ahí solo para confirmar: ‘Sí, ese es él’”.
El asesinato era aún más difícil por la forma en que la bomba sería detonada. Había una demora de dos segundos entre el momento en que los agentes de la CIA y de la Mossad que se encontraban en el puesto de vigilancia presionaban el botón y el estallido de la bomba. De acuerdo con el plan, el agente de la Mossad identificaría a Mugniyah, y el hombre de la CIA presionaría el control remoto. “Así que usted tendría que contar, uno, mil; dos, mil…”, explica el participante. “Tenían aproximadamente seis segundos desde el momento en que salía por la puerta del departamento hasta el momento en que se acercaba a la zona de peligro. Así que tuvieron que hacerlo realmente rápido”.
Finalmente, la noche del 12 de febrero de 2008, después de dos meses de vigilancia durante las 24 horas, lograron atrapar a Mugniyah a solas. “Hicieron una identificación positiva. Clic. Uno, mil; dos, mil… ¡Bum! La bomba desprendió los brazos, las piernas y la cabeza de Mugniyah del resto del torso, que fue lanzado a unos 15 metros a través de una ventana”, dice el participante. “Funcionó exactamente como debía hacerlo.”
(El Washington Post, que el mes pasado publicó una descripción similar del asesinato de Mugniyah, afirma que los oficiales israelíes que daban seguimiento a la acción en Tel Aviv fueron quienes pusieron la bomba.)
Negaciones improbables
Unas 20 000 personas asistieron al funeral de Mugniyah en Beirut, muchas de ellas gritando: “¡Muerte a Israel!”
El entonces primer ministro israelí, Ehud Olmert, negó tener cualquier responsabilidad. “Israel rechaza el intento por parte de elementos terroristas de achacarle cualquier participación en absoluto en este incidente”, afirmó su oficina en una declaración.
La CIA estaba contenta con la muerte de Mugniyah, pero no lo suficiente como para asumir el crédito por ella. Los funcionarios de organismo siempre temían que Hezbolá se vengara.
Desde la muerte de Mugniyah, no se ha sabido de la muerte de ningún estadounidense a manos de Hezbolá. Pero los expertos en la región afirman que el cese al fuego se remonta a 1992, cuando la organización empezó a evolucionar, dejando de ser un grupo guerrillero terrorista formado para combatir la ocupación israelí del sur de Líbano para convertirse en un partido político clave en el gobierno. Actualmente, el brazo militar de Hezbolá combate al Estado Islámico en Siria, paralelamente, e incluso en coordinación, con Estados Unidos.
Pero la guerra de ojo por ojo, diente por diente que el grupo sostiene contra Israel continúa. El 28 de enero, Hezbolá emboscó varios vehículos israelíes que patrullaban la frontera con Líbano, matando a dos soldados del IDF e hiriendo siete. El ataque se produjo como respuesta a un embate aéreo israelí que mató a un general de la Guardia Revolucionaria Iraní y a varios comandantes de Hezbolá. Uno de ellos era Jihad Mugniyah, el hijo del legendario terrorista.
En un evento para conmemorar la muerte de Jihad Mugniyah en Beirut, los dolientes llevaban fotografías de Imad, su difunto padre. Actualmente, están enterrados juntos.
JONATHAN BRODER, redactor de alto rango de Newsweek,colaboró en este reportaje. Jeff Stein es corresponsal de seguridad nacional de Newsweeken Washington. Puede ser
contactado de manera más o menos secreta en [email protected]