La industria de la tecnología tiene lo que podríamos denominar un “Cosby”: un oscuro secreto que perjudica su imagen.
En la superficie, la tecnología parece caliente y burbujeante. Las valuaciones pueden parecer disparatadas: WhatsApp fue comprada por US$22 000 millones, Uber tiene un valor de US$41 000 millones, Alibaba tiene un nivel máximo de mercado de más de US$250 000 millones. Si esto hace recordar demasiado a 1999, entonces cabría esperar que, a la primera señal de problemas, la euforia se desplome como una casa de paja bajo una tormenta de nieve.
Pero la dinámica de la industria ha cambiado en los últimos años en formas que indican que no estamos viendo una burbuja, sino un cambio en la distribución de la riqueza producida por la tecnología. Es una versión inicial de la injusta distribución de la riqueza. Todo va a parar a las manos del 1 por ciento más rico.
Así que el “Cosby” consiste en que, debajo de la superficie, encontraremos una gran cantidad de dificultades y desesperación, un hirviente estofado de compañías estancadas, angustia de los fundadores de las empresas y malas inversiones. El ganador en un segmento de mercado concreto, como Uber en los viajes sobre demanda, Airbnb en las estancias a corto plazo, Facebook en las redes sociales, absorbe casi todos los aspectos económicos de ese segmento. Los perdedores solo tienen sobras. Definitivamente, la tecnología está que arde, pero solo si vemos a los ganadores.
Y la separación entre ganadores y perdedores ocurre más rápidamente que nunca. Las compañías tienen que competir en forma endemoniada para definir y dominar un espacio antes de que alguien más lo haga, de ahí la angustia de los fundadores de las empresas. Esto lo confirma un nuevo estudio de Play Bigger, una empresa de asesoramiento de Silicon Valley. (Información completa: yo ayudé a redactar el estudio. Play Bigger realizó los cálculos y el análisis.)
El estudio, en el que se analizaron los datos de valoración de miles de nuevas empresas de tecnología, se descubrió que las compañías vencedoras nacidas a partir de 2009 alcanzaban valuaciones superaltas tres veces más rápidamente que las compañías que comenzarona principios de la década de 2000. Visto de otra forma, esto indica que si una compañía va a alcanzar un valor de US$1 mil millones, lo hará en un tercio del tiempo que le hubiera tomado generalmente hace tan solo una década.
Pero esta creciente oleada ayuda a navegar a los yates y hunde a los botes. Solo 80 de las compañías que empezaron a partir del año 2000 han alcanzado un valor de US$1 mil millones. Esas son las compañías sobre las que leemos y hablamos.
Y en la mayoría de los casos, solo los jugadores de los niveles superiores logran un crecimiento explosivo y sufren la envidia mordaz de sus competidores. De las 80 compañías que alcanzaron un valor de US$1 mil millones, la mitad son lo que el estudio llama Reyes de su Categoría, es decir, compañías que definen y dominan una nueva categoría de negocios. Uber, a pesar de la extraña conducta que ha mostrado últimamente, es un buen ejemplo de un Rey de su Categoría: ayudó a crear un nuevo tipo de negocio, tomó la delantera para definirlo y se convirtió en el jugador dominante. Generalmente, un Rey de su Categoría absorbe 70 por ciento del valor total de mercado de su categoría. Todo el resto de los participantes se dividen el 30 por ciento restante.
La siguiente es una noticia aún peor para las empresas de segundo nivel: en el estudio se descubrió que una nueva empresa de seis años que no es aún un Rey de su Categoría no tiene prácticamente ninguna oportunidad de convertirse en uno. Cientos de compañías tendrán que malvivir para siempre, como mapaches en un campamento de verano, consumiendo las sobras de su categoría. Eso explica por qué, a principios de este mes, Uber fue valuada en US$41 000 millones, mientras que aproximadamente al mismo tiempo, Lyft, el número 2 de ese segmento, fue valuada cerca de 40 veces más bajo, en apenas US$1.2 mil millones. El resto de esa categoría es apenas perceptible. Los inversionistas miran el valor futuro de esa categoría y ven una sola compañía apropiándose de la mayor parte de ella.
El estudio de Play Bigger aporta algunos datos que respaldan lo que el provocador asesor de inversiones Peter Thiel critica en su libro y en sus conferencias. La competencia es para perdedores, le gusta decir. El objetivo de cualquier nueva empresa es convertirse en un monopolio en su espacio. En el negocio de la tecnología, usted es un 1 o un 0, y en un mercado en particular, hay solamente un 1. Todos los demás serpentean con una deducción tributaria y algunas tazas de café con un logotipo extinto.
Entonces, ¿por qué tantas nuevas empresas muy jóvenes obtienen enormes cantidades de dinero de los inversionistas? Conforme una nueva categoría cuaja, un puñado de compañías pueden parecer reyes potenciales. En esa etapa, los inversionistas le apuestan a un rey potencial y aportan millones de dólares para tratar de ayudarle a alcanzar la delantera rápidamente. Una compañía como Yik Yak (suena como algo que hago después de una borrachera) obtuvo US$62 millones de los inversionistas después de 13 meses en existencia. Yik Yak trata de ganar una categoría naciente: el intercambio anónimo de mensajes. Sus inversionistas no están locos; saben que tienen que invertir mucho dinero rápidamente para lograr que Yik Yak alcance la cima de la categoría antes de que otra compañía lo haga.
Esos inversionistas ganarán por mucho, o perderán mucho. Una vez que ha surgido el ganador de una categoría, los inversionistas luchan por invertir su dinero en esa compañía, elevando la valuación. Al mismo tiempo, las compañías perdedoras se convierten en kriptonita para los inversionistas. Tomemos por caso a Fab, que el mes pasado alimentó las ansiedades de un estallido de la burbuja de Silicon Valley cuando fue valuada por un posible comprador en US$15 millones, apenas un año después de obtener US$150 millones. Los inversionistas se incorporaron atropelladamente a Fab cuando parecía tener aún una oportunidad de definir y dominar una categoría, y luego huyeron hacia las colinas cuando esa oportunidad pareció desvanecerse.
Las fuerzas que impulsan esta dinámica se volverán cada vez más fuertes. Las redes globales y las redes sociales permiten que todo el mundo encuentre y adopte rápidamente lo mejor de cualquier categoría y se arremoline alrededor de los ganadores. Hay aproximadamente 3000 millones de personas en esas redes ahora, y ese fondo está creciendo 6.6 por ciento al año. En una categoría de negocios tras otra, la tendencia continuará inclinándose hacia una situación de “el ganador se queda con casi todo”.
Al igual que con Bill Cosby, el secreto de la tecnología no es exactamente nuevo, pero es cada vez más difícil negarlo.