Nunca antes en la historia de la humanidad hubo una cifra tan grande de adolescentes y jóvenes. Ellos podrían convertirse en los líderes de un futuro común.
De los 7300 millones de habitantes que existen en el planeta, 1800 millones son personas entre 10 y 24 años de edad. Tan solo en América Latina y el Caribe, 165 millones rondan esas edades, de una población total de 618 millones.
Los jóvenes y adolescentes de hoy representan, así, más de una cuarta parte de la población mundial que está entrando en su vida sexual y reproductiva, y en su etapa económicamente activa.
Por ello, la población de jóvenes seguirá creciendo hasta alcanzar su apogeo en los próximos años. Los países que permitan que ellos desarrollen sus capacidades, y que logren satisfacer sus necesidades de educación, salud —incluida la sexual y reproductiva— y empleo, se prevé que se encuentren en una situación más favorable en la segunda mitad del siglo. Contarían con una población más educada y sana, una fuerza laboral más productiva, una economía al alza, y tasas de fecundidad más bajas.
Ante esta ventana de oportunidades, el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés) a través de la publicación del “Informe del estado de la población mundial 2014: el poder de 1800 millones: adolescentes, jóvenes y la transformación del futuro”, analiza el enorme potencial para el crecimiento económico y el desarrollo social de aquellos países que cuentan con grandes poblaciones de jóvenes. También advierte sobre el riesgo que se corre si no se les presta atención.
El futuro en las manos de los jóvenes
En 1950, el número de personas de entre 10 y 24 años ascendía a 721 millones, cuando la población mundial era de 2500 millones. Hoy la mayor población de jóvenes de la historia habita un mundo con casi el triple de personas, en el que en algunas regiones no solo aumenta la cifra total de jóvenes, sino también su proporción sobre el total de la población; en determinados países más de uno de cada tres habitantes es joven.
La División de Población del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas estima que, si se cumple la proyección de fecundidad media, considerada la más probable de los resultados demográficos, el número de personas entre 10 y 24 años de edad alcanzará los 2000 millones a mediados de este siglo. Solo si se produjeran leves cambios en las tasas de natalidad o mortalidad previstas, los resultados fácilmente podrían verse modificados.
Según la directora regional del UNFPA, Marcela Suazo, el gran tamaño de la población actual de jóvenes, lejos de ser un reto abrumador o una amenaza para los recursos —ya de por sí escasos— supone una oportunidad, quizá única e irrepetible, para construir una transformación histórica del bienestar humano.
“No son uno, ni dos, ni tres, estamos hablando de que unos 120 millones de jóvenes alcanzan la edad activa cada año, y actualmente son 1800 millones los que tienen la oportunidad para desarrollar su potencial, y por tanto transformar su realidad, nuestra realidad”, asegura Marcela Suazo en entrevista con Newsweek en Español.
Invertir en la juventud
En el mundo de hoy, en el que la mayoría de las personas vivas todavía no ha alcanzado los 30 años, el surgimiento de la mayor población de jóvenes de la historia puede tener efectos profundos en todo el planeta. El que sean positivos o negativos dependerá ampliamente de la respuesta que tengan los gobiernos de cada país a las necesidades, aspiraciones y retos reales de la juventud.
Según el director ejecutivo del UNFPA, Babatunde Osotimehin, las inversiones en educación, salud —incluida la sexual y reproductiva- y empleo son fundamentales para determinar un futuro común.
“Los jóvenes deben adquirir destrezas y conocimientos pertinentes en la economía actual que les permitan convertirse en innovadores, pensadores y solucionadores de problemas”, asegura el funcionario del UNFPA, y añade que cuando los jóvenes pueden llevar a cabo una transición saludable de la adolescencia a la edad adulta, sus expectativas de futuro se amplían.
Sin embargo, hoy las mujeres jóvenes cuentan con niveles bajos de acceso a los anticonceptivos —22 por ciento de mujeres entre 15 y 24 años, y 60 por ciento de mujeres mayores de 30 años—, y más de dos millones de jóvenes entre 10 y 19 años viven con el VIH.
En los países en desarrollo una de cada tres niñas contrae matrimonio antes de cumplir los 18 años, lo que equivale a que cada día 39 000 niñas se casan y unas 140 millones lo harán en un decenio. Además, los jóvenes representan casi el 40 por ciento de los 197 millones de personas que estaban desempleadas en 2012, y hasta el 60 por ciento de los jóvenes de regiones en desarrollo no trabajan, no van a la escuela o tienen un empleo irregular.
“Si cada país logra adoptar las políticas y realizar inversiones adecuadas, pero además incluir a los jóvenes en el aprovechamiento de su potencial, la mayor generación de gente joven de la historia de la humanidad puede convertirse en líderes, productores, creadores y agentes de cambio que resuelvan los problemas de hoy y del futuro”, asevera Marcela Suazo.
Amenazas de toda una generación
Las grandes y crecientes poblaciones de jóvenes ya suponen un desafío, sobre todo para los países menos desarrollados y con bajos ingresos, es ahí donde el crecimiento de la población joven es más rápido que el crecimiento de la economía, y por lo tanto, las instituciones se ven rebasadas en sus capacidades para brindarles los servicios básicos.
Tal panorama plantea las interrogantes de si las escuelas y universidades podrán satisfacer la demanda de educación, o si habrán suficientes puestos de trabajo para cubrir sus necesidades de empleos en condiciones que les generen ingresos satisfactorios. También cuestiona si los servicios de salud son lo suficientemente sólidos, y si los jóvenes y adolescentes tendrán la información y los servicios necesarios para poder decidir si es que quieren o no formar una familia y cuándo.
¿La próxima generación logrará desarrollar todo su potencial? Para la directora regional del UNFPA para América Latina y el Caribe, eso depende de que se realicen ahora las inversiones debidas en la población creciente de jóvenes destinadas a prepararlos para el futuro a través del desarrollo de sus capacidades necesarias.
La inversión en dichas capacidades es indispensable para lograr un desarrollo nacional sostenible, pues son las que definen el qué pueden ser y hacer las personas. Los jóvenes que cuentan con ellas tienen grandes opciones y oportunidades que los conducen, a través de su formación y salud, a lo largo de su vida para poder configurar el avance del conjunto de la sociedad e, incluso, determinar el bienestar de las siguientes generaciones.
Si bien a escala mundial hay muestras de que en los últimos años se le ha prestado más atención a los jóvenes, por ejemplo a través de iniciativas de políticas públicas, estos siguen enfrentándose a múltiples obstáculos —sociales, económicos y jurídicos— que amenazan a toda una generación con no lograr una transición a la vida adulta y al mercado laboral.
Millones de jóvenes, sobre todo niñas, no están escolarizados o no alcanzan los objetivos mínimos de aprendizaje, y sus oportunidades de empleo son muy limitadas por la falta de trabajo o porque estos no les permiten salir de la pobreza.
Por si fuera poco, la exclusión, la marginación y la discriminación siguen siendo la norma, y millones de jóvenes no pueden disfrutar plenamente de los derechos humanos universales y adolecen de la falta de acceso a información de servicios de salud sexual y reproductiva.
Tan solo en 2011 había 57 millones de niños no matriculados en la escuela y en todo el mundo hoy hay 73.4 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años desempleados. Solamente el 10 por ciento de los hombres jóvenes y el 15 por ciento de las mujeres conoce su estado serológico respecto del VIH, y las costumbres de género siguen penalizando a las jóvenes negándoles la igualdad en oportunidades en educación, empleo y atención médica.
Marcela Suazo advierte que si los jóvenes no cuentan con el apoyo adecuado para desarrollar su potencial, definido mediante decisiones basadas en su participación y el respeto de sus derechos humanos, no podrán convertirse en una fuente de productividad, innovación y dinamismo creativo que acelere el desarrollo.
Dividendo demográfico
Invertir en los jóvenes puede permitir a los países en desarrollo obtener un dividendo demográfico que les ayude a reducir la pobreza y mejorar el nivel de vida. El dividendo demográfico se entiende como el potencial de crecimiento económico que puede producirse a consecuencia de los cambios que registran en la estructura de edades de una población, sobre todo cuando la proporción de la población en edad activa —entre los 15 y los 64 años— es mayor que la de la población que no se encuentra en edad activa —de 14 años y menores, o de 65 años y mayores.
Muchos de los países que actualmente cuentan con las mayores proporciones de jóvenes son algunos de los más pobres del mundo, pero, al mismo tiempo, se encuentran en un punto de la transición demográfica capaz de generar dicho dividendo demográfico.
Según explica el “Informe del estado de la población mundial 2014: el poder de 1800 millones: adolescentes, jóvenes y la transformación del futuro” comienza cuando las tasas de fecundidad y mortalidad empiezan a reducirse, con lo que se reduce también el número de dependientes y surge una población joven en edad activa que puede impulsar la economía.
El momento clave de la transición demográfica se produce cuando la fuerza laboral crece con más rapidez que la población que depende de ella liberando recursos que destinar al desarrollo económico y a los hogares, y por consiguiente, cuando hay menos personas necesitadas de apoyo los países tienen la oportunidad de experimentar en rápido crecimiento económico.
“El dividendo demográfico se realiza cuando los jóvenes tienen salud, educación y preparación para aprovechar sus oportunidades, cuando hay más recursos disponibles, cuando la renta per cápita y el nivel de vida aumentan, y cuando se reduce la pobreza”, explica Marcela Suazo, y advierte que el aprovechamiento óptimo del dividendo demográfico depende en gran medida de que existan las políticas sociales y económicas y las inversiones adecuadas.
Agenda post-2015
Un joven que en 2015 tenga 10 años, será un adulto de 25 en 2030, año en el que la agenda mundial para el desarrollo sostenible quiere obtener resultados, que propondrá en 2015 con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) .
En el año 2000, los líderes mundiales se comprometieron en alcanzar los ODM enfocados en superar la pobreza y el hambre, la falta de acceso a la enseñanza primaria, la desigualdad entre los sexos, la mortalidad de los niños, la salud materna y reproductiva deficiente, el VIH (entre otras enfermedades), el deterioro del medioambiente y los obstáculos estructurales para que los países puedan salir de la pobreza.
Para alcanzarlos quedan escasos días, así como para poner en marcha la agenda para el desarrollo sostenible que “pretende crear un mundo justo, próspero y sensible en el que todas las personas, independientemente de su edad, disfruten de sus derechos y vivan con dignidad y esperanza”.
Los nuevos objetivos de desarrollo sostenible consistirán en: acabar con la pobreza en todas sus formas y en todas partes; garantizar una vida saludable y promover el bienestar para todos en todas las edades; una enseñanza primaria y secundaria inclusiva, equitativa y de calidad; y promover el crecimiento económico continuo, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo, y el trabajo decente para todos, entre otros.
“Para que la visión planteada en la agenda de desarrollo sostenible se haga realidad, se deberá erradicar la pobreza en todas sus formas, frenar la exclusión y la desigualdad fortaleciendo la plataforma del ejercicio de derechos humanos, y empoderando a los 1800 millones de jóvenes del mundo”, concluye la directora regional del UNFPA para América Latina y el Caribe, Marcela Suazo.
Si los objetivos se cumplen o no, dependerá en gran medida de que todos los países estén a la altura de los desafíos y oportunidades que supone el que hoy casi una cuarta parte de la población mundial sea joven.