La nueva generación de combatientes piensa que Al-Qaeda está desfasada.
Tal vez ahora la mayor amenaza para Al-Qaeda lo sean sus aliados de otra época. De hecho, el grupo extremista que desde hace mucho ha sido el símbolo del terrorismo yihadista enfrenta un riesgo creciente de volverse irrelevante, y ello plantea nuevos peligros para Occidente.
La evidencia más convincente de esto surge de una declaración que hizo esta semana el grupo fundamentalista sunní en Irak de que fundaría un estado islámico global y nombraría a su propio líder como el gobernante supremo religioso y político de la nueva nación soberana. En reconocimiento a esta decisión, el grupo —previamente llamado el Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS) — también anunció que cambiaría su nombre al más grandioso de “Estado Islámico” (IS, por sus siglas en inglés).
El pronunciamiento de que IS está formando lo que se conoce como un califato podría parecerle intrascendente a algunos en Occidente; tal vez un poco de arrogancia, o quizás una medida de relaciones públicas de un grupo extremista perspicaz que busca aumentar su importancia en la escena internacional. No lo es en absoluto. “El desafío es directo a Al-Qaeda”, dice Richard Barrett, quien por nueve años encabezó el Equipo de Monitoreo de Naciones Unidas concerniente a Al-Qaeda y los talibanes y ahora es un vicepresidente superior del Soufan Group, una compañía de inteligencia estratégica. “[Los líderes de IS] han lanzado el guante. Ellos dicen que Al-Qaeda debería jurarles lealtad, y que ellos obedecen a Alá”.
La declaración de un califato mira hacia una época más simple e idealizada que se vincula directamente con el profeta Mahoma. El primer califato fue encabezado por los seguidores inmediatos de Mahoma para perpetuar las disciplinas y normas religiosas que él estableció. Desde entonces, los líderes siguientes del califato —conocidos como califas— han sido nombrados sucesores de Mahoma como líderes políticos, militares, espirituales y administrativos de todos los musulmanes.
El islam floreció en la época de los califatos. Los musulmanes se convirtieron en líderes en disciplinas como las matemáticas, las ciencias y las artes. Por su parte, los matemáticos islámicos influyeron significativamente en el desarrollo de la ciencia en Europa. Pero después de la caída del Imperio Otomano en 1923, Mustafa Kemal Atatürk, quien sería el primer presidente de Turquía, abolió oficialmente el califato. Lo que siguió fueron décadas de gobiernos corruptos e ineptos a lo largo y ancho de Oriente Medio y que trataron —con éxito limitado— de promover el orgullo nacional sobre la unidad islámica. Pero la desigualdad desenfrenada y un compromiso débil de estos gobiernos con la ley contribuyeron al crecimiento del islam radical, con yihadistas viendo la formación de un nuevo califato como una de sus metas máximas.
Así, la declaración de IS y su líder, Abu Bakr al-Baghdadi, de un nuevo califato es una apelación directa a los musulmanes, instándolos a regresarle a Oriente Medio la importancia que tuvo en la Edad Media. Con ese fin, IS ha exigido que todos los grupos islámicos se disuelvan y sus líderes juren lealtad a Baghdadi.
Aun cuando pudiera parecer extraño que un grupo relativamente pequeño de yihadistas pueda proclamarse independientemente como los líderes de todos los musulmanes del mundo, la acción entra en los medios permisibles con que se puede elegir un califa. Bajo las normas históricas, si no hay un califa, alguien puede hacerse con el control de la tierra, ofrecer sus servicios a los musulmanes y entonces declararse como califa si acepta acatar sus responsabilidades bajo el islam.
Aun así, el edicto de IS es audaz. En fecha tan reciente como 2011, ISIS era un grupo yihadista trastabillante cuyo objetivo por siete años fue derrocar al gobierno iraquí y que había visto poco éxito. Luego, en ese verano, Siria estalló en violencia e ISIS, por entonces en aprietos, se unió a la lucha dura, ganando en el ínterin armas, dinero y reclutas. Su mayor radicalización, junto con una mayor experiencia y potencia de fuego, lo ayudó a lanzar una ofensiva en Irak en semanas recientes. Estas dos batallas —en Siria e Irak— han impulsado al grupo a la cima de la jerarquía yihadista, opacando a Al-Qaeda entre los fundamentalistas.
Este interés mayor por IS entre los extremistas también se origina por un cambio generacional. Los ataques brutales del 11/9 sucedieron hace casi 13 años; muchos de los combatientes yihadistas en las líneas del frente eran niños en ese entonces. Ellos han crecido viendo a Al-Qaeda a la defensiva, con pocos éxitos propios, mientras que ISIS ha pasmado al mundo con sus victorias en Siria e Irak. “Para los simpatizantes potenciales más jóvenes, [Al-Qaeda] es vista cada vez más como el abuelo regañón de los grupos terroristas, mientras que IS, con su éxito grandioso aunque temporal y su hábil presencia en línea, ciertamente no es el grupo yihadista de nuestros abuelos”, dice un informe analítico publicado el 3 de julio por Soufan. “[Al-Qaeda] cada vez participa menos en la conversación del terrorismo global”.
Y con la declaración del califato, el cariz de esa conversación también está cambiando. Las filosofías yihadistas de Al-Qaeda e IS son casi diametralmente opuestas: el grupo más antiguo formado por Osama bin Laden se enfocó principalmente en atacar a Occidente con la esperanza de tentar a Estados Unidos y sus aliados a entablar una guerra que acabaría con esos países retirándose de Oriente Medio. Pero al entablar sus batallas en contra de gobiernos establecidos en Oriente Medio, IS mata musulmanes.
Por esa razón, dicen los analistas, si IS continúa ganando credibilidad gracias a éxitos militares futuros, Al-Qaeda será empujada a lanzar un nuevo ataque en contra de Occidente para reestablecer su relevancia entre los yihadistas más jóvenes. De hecho, la presión por demostrar su relevancia podría provocar que el grupo abandone su táctica tradicional de planear y planear los detalles de un ataque durante muchos años con la esperanza de asegurar su éxito, y más bien apostar por un golpe más riesgoso con un potencial más alto de fracasar.
“Si [Al-Qaeda] pudiera hacer algo a corto plazo, haría algo en el corto plazo”, dice Barrett. “Ellos verían el hacer una demostración en Occidente como algo excelente que hacer, y estoy seguro de que eso es algo que están discutiendo hacer, incluso si es algo que resulta en una pifia”.
@kurteichenwald