Extender las conversaciones de Viena le da a Irán más tiempo para hacer una bomba nuclear.
Los negociadores en Viena que tratan de persuadir a Irán de que abandone su programa de armas nucleares se hallan en un callejón sin salida y parece que todo terminará sin que nada se resuelva. Ello plantea una pregunta importante para Occidente y los vecinos de Irán: ¿un retraso en la diplomacia fomenta la carrera loca de Irán de hacer una bomba nuclear?
Las principales potencias del mundo parecen estar listas para anunciar que no han podido llegar a un acuerdo con Teherán sobre su programa nuclear para la fecha límite autoimpuesta del 20 de julio, y pronto anunciarán su intención de extender las conversaciones hasta por seis meses. Mientras tanto, declaraciones recientes del líder supremo de Irán, Ali Khamenei, quien está a cargo del programa nuclear del país, sugieren que Irán está renuente a aceptar límites mayores a lo que puede y no puede hacer.
Durante el fin de semana del 5 de julio, el secretario de estado de EE UU, John Kerry, llegó a Viena para evaluar qué posibilidad había de llegar a un acuerdo. Se le unieron los ministros del exterior de Francia, Gran Bretaña y Alemania, así como representantes de China y Rusia. (Las cinco potencias con escaños permanentes en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y Alemania son conocidas colectivamente como las P5+1.) Los diplomáticos se han reunido con sus pares iraníes en Viena de forma intermitente por seis meses, tratando de conseguir un acuerdo integral.
La ausencia, el fin de semana, de los ministros del exterior de Rusia y China sugiere una desavenencia entre las cinco potencias, dejando a los observadores en Viena preguntándose si la llegada de Kerry podría indicar el comienzo de un seguimiento bilateral y separado entre EE UU e Irán.
Según un “plan conjunto de acción” que las seis potencias firmaron con Irán en enero, Irán suspendería partes de su programa nuclear a cambio de que se levantaran algunas de las sanciones económicas que le impusieron las seis potencias. Según ese pacto, las dos partes llegarían a un acuerdo final en seis meses, con la opción de una extensión de seis meses.
Gary Samore, quien fue el principal asesor del presidente Barack Obama en proliferación nuclear de 2009 a 2013, dijo previamente este mes que, aun cuando las partes todavía divergen, ninguna de las dos quiere romper el acuerdo que se alcanzó en enero. “Por lo tanto, una extensión es plausible”, concluyó él.
Una de las metas de las seis potencias es evitar que Irán conserve suficientes centrífugas de uranio enriquecido para producir el combustible necesario para fabricar rápidamente una bomba nuclear en el momento que le plazca. Pero en su declaración, Khamenei dejó en claro que tales límites no le eran aceptables. “Su objetivo”, dijo Khamenei en su sitio en la red, refiriéndose a los negociadores de las P5+1, “es 10 000 centrífugas del tipo más antiguo que ya tenemos”, pero “nuestros funcionarios dicen que necesitamos 190 000. Tal vez no hoy, pero en dos o cinco años, esa será la necesidad absoluta del país”.
Según Samore, aun cuando ha habido algo de progreso en conversaciones recientes sobre ese “problema neural” —cuántas centrífugas y de qué tipo puede conservar Irán—, “ninguna de las partes parece hacer una concesión significativa. Irán quiere tener la capacidad de producir armas nucleares a la brevedad, mientras que las seis potencias mundiales no están preparadas para aceptar a Irán como un estado en el umbral nuclear”, dijo él.
“Ambas partes están muy constreñidas por sus políticas locales”, añadió Samore, quien ahora trabaja para el Centro Belfer de Ciencia y Asuntos Internacionales en la Universidad de Harvard. “El Presidente Obama no puede venderle un acuerdo nuclear al Congreso [de EE UU] si este permite que Irán conserve una opción creíble de armas nucleares. Y el presidente Rouhani no puede venderle un acuerdo nuclear al Líder Supremo Khamenei si este exige que Irán abandone su opción de armas nucleares”.
La declaración de Khamenei —que tomó por sorpresa a los diplomáticos occidentales en Viena— demostró que las dos partes divergen mucho más de lo que se pensó antes. El líder supremo de Irán tal vez se haya distanciado deliberadamente en público de sus negociadores en Viena para asegurarse el apoyo de su base política conservadora.
Al contrario de Khamenei que no fue elegido, el futuro político de Hassan Rouhani y su ministro del exterior, Javad Zarif, quien encabeza la comitiva iraní en Viena, depende de un resultado exitoso en las conversaciones de Viena. Ellos han prometido que al conversar con Occidente, Irán obtendrá el alivio tan necesario de las sanciones que afectan su economía. Pero ese alivio podría resultar esquivo. Incluso los críticos del acuerdo provisional de enero concuerdan en que la relajación propuesta a las sanciones tiene que limitarse severamente. No obstante, dos estudios nuevos sugieren que la economía de Irán repuntó en 2014.
Mientras tanto, Obama, quien también tiene mucho en juego en asegurarse un resultado exitoso en Viena, se enfrenta no solo a una creciente presión local sino también a un escepticismo profundo de los aliados más fuertes de EE UU en Oriente Medio. Los estados árabes suníes, encabezados por Arabia Saudí, e Israel han expresado públicamente su incredulidad en que las conversaciones sean suficientes para detener el progreso de Irán hacia una bomba.
Obama visitó Riad en marzo en un intento al parecer infructuoso de convencer a los saudíes de que la diplomacia era la ruta correcta. Y el 10 de julio, cuando hablaba con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, sobre el deterioro de la situación en Gaza, Obama también le informó sobre las conversaciones de Viena. Obama “reiteró que Estados Unidos no aceptará algún acuerdo que no asegure que el programa nuclear de Irán sea exclusivamente para propósitos pacíficos”, dijo un comunicado de la Casa Blanca resumiendo la llamada telefónica.
El principal negociador de EE UU en Viena, la subsecretaria de estado para asuntos políticos Wendy Sherman, ha pasado una cantidad considerable de tiempo recientemente en el Capitolio y en Jerusalén para tratar de rebatir las críticas a las conversaciones. Uno de sus puntos centrales ha sido que incluso si Irán conserva algunas instalaciones nucleares, se añadiría una dura inspección internacional a cualquier acuerdo para asegurar que Irán no se convierta en una potencia nuclear militar.
Sin embargo, los críticos señalan que aun cuando los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), cuyas oficinas se hallan en Viena, tal vez sean capaces de monitorear las instalaciones nucleares que se han declarado abiertamente, Irán tiene una larga historia de ocultar elementos de su programa nuclear. Irán no aceptó su introducción de una nueva generación de centrífugas, conocidas como P2, hasta que esto se hizo público en 2004. También, Irán solo admitió que construía una instalación profunda de enriquecimiento en Qom en 2009 después de que esta fue descubierta por agencias de inteligencia occidentales.
“Así, la pregunta es: ¿todo está ya en la mesa?”, dice Olli Heinonen, exdirector del OIEA, ahora con el Centro Belfer. “¿Irán ha declarado todo? ¿O todavía hay algo que la comunidad internacional no sabe?”. Hasta que Irán dé cuenta de todas sus actividades pasadas, dijo él, “yo pienso que las preocupaciones no desaparecerán”.
El hábito que tiene Irán de engañar fue la base para las seis resoluciones del Consejo de Seguridad que le impusieron sanciones al país. “Toda la acusación contra Irán giró sobre estas violaciones” a sus obligaciones según el Tratado de No Proliferación Nuclear, dice Emily Landau, quien encabeza el programa de control de armas en el Instituto de Estudios de Seguridad Nacional, un grupo de investigadores de la Universidad de Tel Aviv.
El acuerdo provisional de Viena en enero ya permite que Irán conserve sus instalaciones de bajo nivel para enriquecer uranio, aun cuando las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU exigían la suspensión de todo enriquecimiento, señala Landau. “El acuerdo provisional ahora tiene una vida propia, y eso en sí mismo cambia la dinámica de las conversaciones”, dijo ella.
Si se llega a un “mal acuerdo”, añade ella, ambas partes tendrán un incentivo para apoyarlo, así que Occidente posiblemente “mire hacia otro lado” si Irán viola cualquiera de sus restricciones. Mientras tanto, dijo ella, una extensión de la fecha límite de Viena cambiará significativamente cómo se llevan a cabo las conversaciones.
Un miedo creciente entre quienes observan de cerca las conversaciones de Viena es que una extensión de seis meses le permitiría a Irán avanzar más en su programa nuclear mientras la atención de Occidente se enfoca en la violencia en Ucrania, Siria e Irak y se distancia más de los peligros de la proliferación de armas nucleares que presenta Irán. Esto de darle largas al asunto podría hacer del mundo un lugar mucho más peligroso.
@bennyavni