En las frases que cambiaron al mundo.
Ciudad de México, diciembre de 1926. Por fin cumplí 18 años, ha llegado el momento: me he propuesto viajar por el mundo en busca de revoluciones, de personas imponentes con ansias de cambio, con visiones de libertad, personas precursoras de ideas para convertir este mundo en uno mejor.
Uruguay, 1927. Desde que puedo recordar, las mujeres hemos sido excluidas de toda decisión política en America Latina, por eso Uruguay se me aparece como el lugar perfecto para iniciar mi viaje; un país en donde desde hace unos años una gran mujer pasa sus días luchando por nosotras, hoy una multitud se reúne para escucharla. Puedo verla, aunque no estoy muy cerca de ella; se le ve firme, más firme que a muchos hombres a los que he visto en el estrado: Paulina Luisi es la primera mujer en América Latina en abogar por el derecho a votar de las mujeres. Seria pero femenina, se acerca al micrófono: “Cuando oímos a los hombres, encargados por el pueblo de reformar la carta magna de la Nación, clamar que la misión de la mujer es la guardia del hogar y la procreación de los hijos, pensábamos con amargura en el hogar de las sirvientas como nosotras mujeres”.
Cientos de mujeres lloran, gritan, la aclaman pidiendo al gobierno uruguayo una oportunidad, la oportunidad de formar parte de las decisiones del Estado. A partir de este momento las mujeres uruguayas podrán votar.
India, abril de 1930. El viaje ha sido largo: 15 133 kilómetros separan a Uruguay de la India; me siento cansada, pero contenta. Platico con la mujer que se para junto a mí; triste, recuerda que hace años la India olía a cardamomo. Ahora, desde que llegaron los ingleses, un olor a bergamota ha conquistado el aire. Mahatma Gandhi nos observa, él no ha perdido la esperanza, de pie frente a la multitud alza la voz: “No hay camino para la paz, la paz es el camino”. Con esta corta frase nos ha convencido a todos.
Muchos países se han independizado antes, muchos pueblos se han levantado ya en armas en busca de su libertad, pero lo que este tranquilo anciano nos propone es una estrategia diferente: alcanzar la independencia de manera pacífica.
Gandhi ha pasado años marchando por todos los pueblos de la India para expandir su sentimiento antibritánico y los métodos de no violencia y desobediencia civil, y su importante influencia social lo está convirtiendo en una imagen de paz dentro de la revolución. Sus seguidores crecen día a día y las huelgas de hambre se han vuelto casi un ritual.
Berlín, mayo de 1945. En el aire se huele la expiración de la guerra, huele a polvo y a quemado, a carne, a sangre, Berlín huele a podrido. Es un olor fétido que extrañamente emociona, es el olor de la paz.
Por las calles se rumora que Hitler ha muerto, que se ha quitado la vida entendiendo que la guerra estaba ya perdida para el Tercer Reich. Ese hombre de temperamento agresivo y de ideas claras que muchas veces repitió la frase: “Mañana muchos maldecirán mi nombre”, puede haber dejado de existir, y cuánta razón tuvo al decir esto, ya que hoy los sobrevivientes respiran ante su muerte mientras entierran a quienes no tuvieron tanta suerte. Espero que sus ideales se hayan extinguido junto con lo que quedaba de su alma.
Universidad de Westminister, Missouri, marzo de 1946. Somos aproximadamente 40 000 jóvenes en este auditorio, llevábamos meses esperando la visita de este grandioso hombre, y el día ha llegado; frente a nosotros se encuentra quien fue primer ministro de Inglaterra durante la innecesaria guerra que apenas terminó y cuyos rezagos aún nos persiguen.
Contento, anuncia el nacimiento de la Organización de las Naciones Unidas como una institución encargada de salvaguardar la vida y la dignidad de todos los habitantes de la tierra, un organismo formado por todos para todos, un lugar dedicado exclusivamente a la paz.
Su discurso es envolvente y hechicero como todos los que ha dado, y de un momento a otro lo dice: “Desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído sobre Europa una cortina de hierro”. Churchill le ha puesto nombre a la frontera física e ideológica que separa a los países de Europa que quedaron bajo la influencia de la Unión Soviética de los regidos por una democracia capitalista.
Posdata: he escuchado que India está a punto de conseguir su independencia; viendo bien a Churchill, hay una chispa de derrota en sus ojos.
Lincoln Memorial, Washington D. C., 1963. Martin Luther King Jr. siempre me ha recordado un poco a Gandhi, y no porque tengan alguna similitud física, sino por su discurso, siempre invitando a defender los derechos de los hombres por medio de la desobediencia civil y de la no violencia. Calculo que estamos más de 200 000 personas en la explanada de este monumento esperando su llegada.
Él entra tranquilo y sonriente, como si supiera el efecto que su discurso provocará en el país. Se detiene frente al atril; desde el instante en que su discurso comienza, mi piel se eriza de manera incontenible: “Tengo un sueño”. Esas palabras son suficientes no solo para hacerme llorar, pero para invitar a quien lo escucha a realizar movimientos en contra del racismo, no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo.
Liverpool, enero de 1968. En el mundo entero se está luchando por la paz y por los derechos del hombre. Desde que llegué a Londres, en 1965, se puede sentir la contagiosa beatlemania. “Todo lo que necesitas es amor”, tu, tu, ru, ru, ru… Psicodélicos, mariguana, sexo y alcohol, conferencias sobre paz y libertad; nadie tiene compromisos y nadie los quiere. A veces me siento ya vieja para tanto amor, los jóvenes que nacieron después de la guerra están aún a salvo de ver tantos muertos, ahora amar es lo único que necesitan, ojalá cuando maduren no lo olviden.
Puerta de Brandeburgo, Berlín, 1987. Podría considerar este mi último viaje. Ronald Regan fue invitado especial para conmemorar el 750 aniversario de Berlín; poderoso, se sostenía derecho detrás del pódium, a sus espaldas, la famosa puerta de Brandeburgo —que en 1988 era el único acceso al nuevo Berlín—, 45 000 personas esperábamos con ansias escuchar sus palabras, pero ninguno de nosotros imaginaba lo que este poderoso hombre, presidente de la más importante nación del mundo, estaba a punto de decir: “Señor Gorbachev: derribe este muro”. Aunque en ese momento el muro no fue derribado, aún se pueden escuchar los murmullos de la juventud, jóvenes revolucionarios con ansias de libertad, jóvenes que, estoy segura, después de escuchar estas palabras no tardarán en destruir ese horrible muro.
Washington D. C., noviembre de 2001. Dos años he pasado ya en esta cama en el Hospital de Washington, escuchando a través de la pequeña radio que una enfermera ha conseguido contrabandear para mí los rumores de una próxima guerra en contra de Irak. Detrás de toda la interferencia puedo escuchar al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, pronunciar frente al Congreso estas palabras: “Están con nosotros o en contra nuestra”. Por la experiencia que los años me ha dado y por los rápidos latidos de mi corazón, sé que se avecina otro desastre. Ya no puedo ver… más… muertes…