Antaño celebrado como el político más popular del mundo, nada menos que por Barack Obama, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, mejor conocido como Lula, encaró este miércoles a la ley brasileña acusado de aceptar sobornos.
En su primera comparecencia como sospechoso ante el juez anticorrupción, Sergio Moro, Lula protestó su inocencia y dijo que era “víctima de la cacería legal más grande que jamás haya sufrido un presidente o político brasileño”, relatóFinancial Times. Sin embargo, de ser hallado culpable en cualquiera de los cinco juicios en que se le acusa de recibir sobornos a cambio de facilitar contratos petroleros, nunca podrá volver a postularse en una elección.
Después de rendir su testimonio, el cual fue compartido en una serie de videos a través de su página Facebook, Lula se dirigió a una multitud de simpatizantes que aguardaba fuera del tribunal transmitiendo el acontecimiento en vivo. Según Reuters, sus calificaciones permanecen altas, a pesar de lo que, en marzo de 2016, pareció un intento para evitar su enjuiciamiento. Justo cuando empezaba a enfrentar los cargos de corrupción y de lavado de dinero, Lula aceptó la oferta de colaborar como jefe de Estado de su sucesora y aliada política, la presidenta Dilma Rousseff, lo cual le protegía de cualquier procedimiento legal a menos que la Suprema Corte decidiera perseguir su caso.
Un “Pixuleco”, una figura inflable del ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, flota en el aire mientras Lula comparece en Curitiba, Brasil, el 10 de mayo. RODOLFO BUHRER /REUTERS
No obstante, el controvertido impeachment de Rousseff, en mayo de 2016, aunado a las acusaciones contra Lula, marcaron un importante giro en la situación del otrora inmensamente popular mandatario. Incluso antes de llegar al poder, en 2003, Lula ya era una leyenda en Brasil, habiendo emergido de la pobreza para liderar uno de los sindicatos más grandes del país, desde donde luchó por los derechos de los obreros durante la represiva dictadura militar brasileña.
En 2002, cuando emprendió su cuarto intento por alcanzar la presidencia, Lula logró una victoria aplastante, obteniendo la mayoría en todos los estados, excepto uno, y el apoyo de 52 millones de votantes. Y pese a que, en las elecciones subsiguientes de 2006, Lula apenas logró pasar a la segunda ronda por un margen muy estrecho, finalmente resultó reelecto por una mayoría de 60 por ciento.
Socialista a ultranza, el programa de Lula para sacar al pueblo de la pobreza fue elogiado, incluso, por las voces más conservadoras fiscalmente, incluida la del Banco Mundial, que encomió su política económica en 2013, el décimo año de implementación, diciendo que era “un punto de referencia para la política social de todo el mundo”, y señalando también que, bajo Lula, Brasil había reducido a la mitad el porcentaje de ciudadanos que vivían en pobreza extrema (de 9.7 a 4.3 por ciento), y recortado en 15 por ciento la desigualdad del ingreso.
Lula fue aplaudido por el entonces presidente Barack Obama quien, en 2009, lo recibió en la Cumbre G20 de Londres, diciendo: “Ese que viene allí, es mi hombre. El político más popular de la Tierra”.
Al final del segundo periodo de Lula, en 2010, Brasil era un país prominente en el escenario mundial, figurando junto a Rusia, India y China como una de las naciones BRIC, las cuales –según definió el economista Jim O’Neil, en 2001- tenían el potencial para desafiar la hegemonía económica de Estados Unidos en el nuevo siglo.
Un simpatizante del ex presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, asiste a un mitin frente al juzgado de Curitiba, luciendo una cinta para la cabeza en apoyo para la candidatura presidencial de Lula en 2018. NACHO DOCE / REUTERS
Al concluir su presidencia, Lula mantenía una aprobación récord –según afirmó Reuters- de 80 por ciento, lo cual le permitió impulsar a la presidencia a su jefa de Estado y ex activista revolucionaria, Dilma Rousseff, a pesar de que esta jamás había ejercido un cargo público. Sin embargo, la popularidad de Lula y su habilidad retórica no bastarían para proteger su legado de lo que estaba por llegar.
El espectacular crecimiento social y económico de Brasil se sostuvo, eminentemente, gracias a un periodo de precios altos en las materias primas, incluido el petróleo, uno de los principales productos de exportación del país. Pero en 2014, cuando comenzaron a colapsar los precios del crudo, la combinación de ralentización económica y el escándalo de corrupción masiva en el corazón de las corporaciones más importantes de Brasil, sumió al país en el caos.
Conocida como “Operación Lavado de Autos”, la investigación actual sobre la corrupción brasileña es la más grande que jamás se haya llevado a cabo en Brasil. En 2014, la indagación sobre lavado de dinero llevó al juez Moro a investigar a un ex director de Petrobras, la petrolera semipública, lo que eventualmente reveló una compleja red de relaciones y corrupción que abarca los sectores político y empresarial del país.
Marcelo Odebrecht, el ex director ejecutivo de la corporación familiar Odebrecht, la empresa de construcción más grande de América Latina, está purgando una condena de 19 años de cárcel y se ha convertido en testigo del Estado junto con casi 80 ejecutivos de la misma compañía, cuyas declaraciones podían implicar a más de 200 políticos.
Lula sobrevivió a un grave escándalo de corrupción que implicó a su Partido de los Trabajadores durante su primer periodo presidencial, de lo cual fue exculpado en 2007. A la vuelta de una década, Lula vuelve al banquillo de los acusados en un juicio que ha llamado “una farsa”, según informó BBC, y ha prometido que, de ser absuelto de todas las acusaciones, se postulará en las próximas elecciones presidenciales.
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek