Un informe ha revelado que, bajo la presidencia Trump, China podría beneficiarse de la posible retirada de inversiones africanas por parte de empresas estadounidenses.
Según el estudio “Atractivo de África”, publicado el miércoles por EY (antes conocido como Ernst & Young), la cantidad de proyectos financiados con fondos chinos aumentó más de 100 por ciento durante 2016 respecto del año anterior.
En comparación, la cifra de proyectos africanos con inversión extranjera directa (IED) estadounidense cayó en 5.2 por ciento durante 2016, pese a que Estados Unidos sigue siendo el principal inversionista total en África. Así mismo, los proyectos chinos crearon más de 38,000 plazas de trabajo en África, más del triple que las inversiones estadounidenses.
Desde que ocupara su cargo, Donald Trump ha dicho muy poco sobre la política estadounidense de su presidencia para África. Hasta ahora, la presidencia Trump no ha designado un director para la oficina de Asuntos Africanos en el Departamento de Estado, y solo ha hecho unas pocas llamadas a los líderes africanos, pese a que, en abril, el mandatario estadounidense recibió al líder egipcio, Abdel Fattah Al-Sisi, en la Casa Blanca.
Si bien el informe de EY mide la inversión privada en África, más que la inversión o la ayuda “gobierno a gobierno”, cualquier cambio en la política de Estados Unidos hacia África podría tener un gran impacto en las relaciones mercantiles. La Ley para el Crecimiento y la Oportunidad en África (AGOA, por sus siglas en inglés), que fue instituida en el año 2000 y permite que ciertos bienes de países africanos entren en Estados Unidos sin aranceles, es un ejemplo de un posible punto de choque entre la política y el comercio. Trump no ha hecho comentarios directos sobre AGOA, pero su preferencia por los pactos bilaterales antes que los acuerdos multipartidistas apunta a una predilección por los tratos negociados de manera individual que beneficien a Estados Unidos y no solo a África.
Michael Lalor, director del Centro para Negocios Africanos en EY, dice que aun cuando no anticipa, a corto plazo, una caída pronunciada en las inversiones estadounidenses en África, los cambios pronunciados en políticas podrían impactar en la probabilidad de que las empresas estadounidenses inicien nuevas inversiones en aquel continente.
“Una fortaleza de la inversión estadounidense en África ha sido la conectividad de la inversión. Empresas, gobierno y agencias de desarrollo no actúan de manera aislada”, explica Lalor, citando como ejemplo el programa Power Africa, iniciativa lanzada por el presidente Barack Obama, en 2013, para llevar 30,000 megavatios de electricidad a la región de África subsahariana.
“Es conveniente que gobierno y negocios estén en sintonía… El peligro es que esta podría ser una estrategia más fragmentada para abordar la inversión, contra la estrategia de otros países –con China como un buen ejemplo- donde el estilo es bastante más integrado”, agrega Lalor. “Podría acabar con la ventaja competitiva de Estados Unidos en África”.
Aunque el ritmo de inversión se ralentizó, Estados Unidos siguió liderando la inversión al interior de África, representando 13.5 por ciento del total de proyectos IED del continente. El objetivo principal de la inversión de las empresas estadounidenses fue Sudáfrica, donde se encuentran basados 28 de los 91 proyectos IED que operan con fondos estadounidenses. Sudáfrica siempre ha sido un centro importante para la inversión internacional en África: es la economía más grande y la más industrializada del continente. Después de ella, las empresas estadounidenses también han hecho grandes inversiones en África del Norte, sobre todo en Marruecos (14 proyectos) y en Egipto (13 proyectos).
“Limitarse a contar la cantidad de proyectos es una medida bastante cuestionable para establecer IED, si se compara con el capital real invertido. Y según esa última cifra, Estados Unidos sigue siendo el socio más importante de África”, afirma J. Peter Pham, director del Centro África en el comité de expertos estadounidense, Atlantic Council.
Pham también señala que la experiencia empresarial de Trump y los miembros de su presidencia significa que esta “diplomacia comercial” podría desempeñar un papel crítico durante su mandato, beneficiando tanto a las compañías de Estados Unidos como a África.
Marruecos es ejemplo de ello, agrega Pham. El informe EY clasificó al país norafricano como el destino más atractivo para los inversionistas internacionales en 2017, con base en seis factores que incluyen resiliencia económica, tamaño de mercado y facilidad para hacer negocios. Marruecos es la única nación africana –y una de solo 20 países en total- que ha suscrito un tratado de libre comercio con Estados Unidos, el cual entró en vigor en 2006. El acuerdo ha contribuido a un incremento masivo del comercio entre Estados Unidos y Marruecos, de 35 millones en 2005 a 844.2 millones en 2016. “Las compañías estadounidenses están especialmente bien posicionadas para triangular sus negocios con África, a través de Marruecos”, apunta Pham.
China ha estado presente en África desde hace, al menos, 60 años y es el socio comercial más grande del continente. Además de comercio e IED, el gobierno chino y entidades paraestatales han emprendido proyectos de infraestructura enormes en África (como un ferrocarril de 752 kilómetros que conecta la capital etíope de Adís Abeba con el puerto de Yibuti, lanzado en octubre de 2016 y con un costo total de 4 mil millones de dólares), a cambio de acceso privilegiado al enorme mercado africano de personas y recursos, y un estatus internacional más prominente.
Beijing también ha contribuido enormemente al desarrollo de los países africanos. En una cumbre chino-africana de 2015, en Johannesburgo, Sudáfrica, el mandatario chino, Xi Jinping, comprometió ayuda por 60 mil millones de dólares en subvenciones, préstamos y asistencia al continente.
En su propuesta presupuestal de marzo, el presidente Trump sugirió recortar en 28 por ciento el presupuesto del Departamento de Estado y la ayuda exterior, así como eliminar diversas dependencias gubernamentales, incluida la Fundación para el Desarrollo Africano, la cual promueve el desarrollo mediante la inversión en empresas africanas.
Aunque la ayuda y la inversión son dos cosas distintas, las compañías estadounidenses sin duda seguirán el ejemplo de la presidencia y se retirarán de África, vaticina Stephen Chan, profesor de políticas mundiales en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres. “Los inversionistas interpretarán los recortes en la ayuda como una señal política, la cual conducirá a una posible inseguridad en el país en cuestión. De tal suerte, los inversores procederán con más cautela, y el volumen de inversión menguará”, explica Chan.
Semejante retirada de inversiones podría traducirse en pérdidas estratégicas para la influencia de Estados Unidos en África, dejando un mayor espacio que China podría capitalizar, señala Chan. “Para China, los beneficios yacen río arriba, en un futuro en que su creciente economía se habrá expandido, y necesitará recursos africanos y la retribución de las IED y los compromisos de ayuda que está haciendo ahora”, agrega Chan. “Como siempre, los chinos están jugando a ser pacientes. Y por lo pronto, el presidente Trump juega a nada en África”.
—