El número de misiones de entrenamiento llevadas a cabo por las Fuerzas de Operaciones Especiales de Estados Unidas en Latinoamérica se triplicó entre 2007 y 2014, un período en el que la ayuda militar a la región, en general, estaba disminuyendo, reportó la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA).
El think tank estadounidense tuvo acceso a documentos a través de la Ley de Libertad de Información (Freedom of Information Act, FOIA) los cuales muestran que a partir de 2008 ocurrió un cambio de enfoque de América del Sur a Centroamérica, explicando que la región se había convertido “cada vez más plagada de violencia y de tráfico ilícito”.
Las Fuerzas de Operaciones Especiales están integradas por Boinas Verdes del Ejército, SEALs de la Marina y otras unidades altamente entrenadas. “Son letales, ágiles y buscan establecer relaciones cuasi-diplomáticas en otros países, mientras mantienen un perfil bajo”, explicó WOLA.
La organización dijo que estas fuerzas especiales llevan a cabo misiones que van desde persecuciones en el Oriente Medio, a recolección de información en Mali, a apoyar las incursiones contra pandillas en El Salvador. “Dado que entre sus principales misiones se incluyen asuntos civiles y operaciones psicológicas, su propósito es tan político como militar”, indicó.
WOLA explica en un análisis difundido en días recientes cómo desde los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, las Fuerzas de Operaciones Especiales se han duplicado en número hasta casi 70,000 y su presupuesto se ha triplicado, y actualmente supera los 17 mil millones de dólares al año. Detalla que en 2015 se desplegaron en 135 de las 196 naciones del mundo.
El reporte indica que muchas de las misiones de las Fuerzas Especiales se llevan a cabo a través de un programa de capacitación denominado Entrenamiento de Intercambio Conjunto y Combinado (JCET por sus siglas en inglés).
Menciona que durante estos entrenamientos, las Fuerzas de Operaciones Especiales practican nuevas habilidades de combate y técnicas como puntería de pistola y rifle, el combate urbano, la recolección de información o el control de disturbios. “El propósito oficial de los entrenamientos es que las Fuerzas Especiales mantengan sus propias habilidades. Aún más importante, también se están familiarizando con el terreno, la cultura, el lenguaje y las fuerzas armadas del país anfitrión”, dice el think tank.
No obstante, WOLA dice estos entrenamientos conjuntos van más allá de la formación de las fuerzas estadounidenses ya que se instruye a sus homólogos latinoamericanos sobre tácticas militares a la vez que se obtiene ” acceso a la región con una huella mínima”, según los documentos. Los informes destacan además que las “actividades a menudo fortalecen la influencia de EE.UU. en los países anfitriones”.
Se destaca que pese a la disminución de la ayuda militar y policial para Latinoamérica y el Caribe desde 2010, los despliegues de las Fuerzas de Operaciones Especiales han aumentado en la región, particularmente en Centroamérica.
Entre 2007 y 2014, el número de misiones de entrenamiento de las Fuerzas Especiales se triplicó de 12 JCETs entrenando 560 miembros de fuerzas de seguridad en un año, a 36 JCETs entrenando a 2300.
WOLA dice que Honduras ha sido el país más visitado por las fuerzas especiales estadounidenses en el hemisferio occidental, con 21 misiones en el transcurso del período de ocho años.
La mayoría de los cursos de formación se llevaron a cabo entre 2011 y 2014, “una época en que las graves acusaciones en contra de las fuerzas de seguridad de Honduras—el asesinato, la tortura, la violación y extorsión—en gran parte no fueron investigadas ni castigadas”.
La organización explica que otros cuatro entrenamientos se llevaron a cabo en 2009; “en junio de ese año (tres meses antes del fin del año fiscal del gobierno estadounidense), las fuerzas armadas hondureñas ayudaron a derrocar al presidente electo en un golpe”.
Además de los entrenamientos JCET, las Fuerzas de Operaciones Especiales de los Estados Unidos han jugado un papel importante en la lucha del país contra las pandillas.
Fueron fundamentales en la construcción de los Tigres, un equipo élite SWAT que fue creado en 2013 para combatir el crimen organizado. Las Boinas Verdes estadounidenses ahora asesoran y monitorean sus operaciones y capacitan a sus agentes en puntería y combate cuerpo a cuerpo.
El Salvador fue un cercano segundo lugar a Honduras,con 19 misiones de alojamiento, la mayoría entre 2012 y 2014. Aunque no hay información disponible sobre cuáles son las unidades con que las fuerzas estadounidenses están trabajando, WOLA dice que es probable que sean algunas de las diez o más fuerzas elites que el gobierno salvadoreño ha desplegado en las calles en su guerra interna contra las pandillas.
“En este esfuerzo, las fuerzas de seguridad han sido acusadas de ejecuciones extrajudiciales, la manipulación de escenas del crimen y las desapariciones forzadas, entre otros crímenes”, dice el análisis de la organización.
Las Fuerzas de Operaciones Especiales también trabajan en estrecha colaboración con las fuerzas de seguridad de Colombia, quienes ahora se despliegan en todo el mundo para llevar a cabo cursos de formación, incluyendo Centroamérica. El país fue sede de 19 misiones JCET entre 2007 y 2014.
Curiosamente, ha habido un menor número de despliegues a Guatemala comparado al resto de Centroamérica. “Esto podría ser debido a cuestiones de derechos humanos que impidieron que el ejército guatemalteco recibiera asistencia militar de EE.UU. durante muchos años”, menciona el reporte.
Con la “guerra global contra el terrorismo” como misión principal de las Fuerzas Especiales, estos grupos llevan a cabo “entrenamientos de lucha contra el narcoterroristas”.
“Esta lógica puede explicar por qué los países más pequeños con las comunidades islámicas considerables, como Belice, Guyana y Trinidad y Tobago, están bien representados en la lista de destinos de JCET”, dice WOLA.