Haití es un Estado fallido y le urge una reconstrucción. Las palabras de Albert Einstein describen muy bien la forma en que Estados y organismos donantes han gestionado mal su ayuda o han visto cómo se ha gestionado mal su ayuda a ese país a lo largo de los años: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”.
En la actualidad Haití carece de gobierno. Bandas armadas que actúan por su cuenta o en conjunto gobiernan las calles asesinando, secuestrando y extorsionando a voluntad. En los primeros nueve meses de 2023 se produjeron más de 5,600 incidentes relacionados con bandas, incluidos 3,156 asesinatos y 1,248 secuestros.
Casi 200,000 personas, 130,000 de ellas solo en Puerto Príncipe, han sido desplazadas internamente en todo Haití. Aproximadamente la mitad de todos los desplazados internos haitianos son niños.
Según la Radio Pública Nacional (NPR) de Estados Unidos, la Organización de Naciones Unidas dijo el mes pasado que pediría 719 millones de dólares para Haití en 2023, casi el doble que en 2022. Ulrika Richardson, coordinadora humanitaria de la ONU en Haití, dijo el mes pasado que los esfuerzos para combatir el empeoramiento de la crisis serían ineficaces a menos de que se aborden las causas profundas de los problemas de Haití.
“Va a ser muy complicado si no abordamos esto ahora”, afirmó. “Tenemos corrupción, tenemos impunidad, no tenemos gobernanza. Todo eso debe ser en realidad el punto central de nuestra reflexión mientras avanzamos”.
¿Y LOS 13,000 MILLONES DE DÓLARES?
De hecho, desde 2011 la comunidad internacional de donantes ha destinado 13,000 millones de dólares en ayuda a Haití y, sin embargo, los resultados han sido nulos. Haití se ha hundido en el olvido, los 13,000 millones de dólares desaparecieron en un agujero negro, y la gente no tiene nada: ni gobierno, ni empleo, ni seguridad, ni economía, ni instituciones. Nada.
Y, sin embargo, Naciones Unidas pide 719 millones de dólares más sin aportar soluciones a los retos que su propia representante ha descrito. En mi opinión, el problema de la gestión de las relaciones con Haití por parte de los donantes radica sobre todo en la forma en que la comunidad internacional ve el desarrollo.
Invertir miles de millones de dólares de los contribuyentes para recrear modelos democráticos occidentales en países que no tienen instituciones democráticas, ni historia de democracia, ni experiencia con el modelo, pero sí una historia de corrupción extrema, violencia e injusticia una y otra vez es una locura.
Quizá tengamos que replantearnos la ayuda exterior y la construcción o reconstrucción de Haití. Pensar fuera de la caja. Reinventar la diplomacia para hacer frente a las duras realidades de un mundo dividido donde el consenso parece estar siempre fuera de nuestro alcance.
¿Tengo una solución? La respuesta más sencilla es que no. No creo que alguien la tenga. Pero hay dos ejemplos de Estados que han vuelto del abismo a una condición sólida de normalidad y paz.
¿CÓMO FUE LA RECONSTRUCCIÓN DE RUANDA Y EL SALVADOR? ¿PUEDE APLICARSE EN HAITÍ?
En 1994, Ruanda sufrió la masacre de más de un millón de tutsis a manos de hutus. Treinta años después es una sociedad dinámica relativamente libre de violencia y delincuencia, en vías de convertirse en el centro de alta tecnología de África, con una economía integradora y que puede ofrecer un excelente futuro a su pueblo.
El presidente Paul Kagame gobierna con mano dura, y Ruanda no es ni la democracia ni el régimen de derechos humanos perfectos. Pero los ruandeses viven en paz y prosperan, y sirven de modelo a otros Estados africanos que también han fracasado.
Hasta hace pocos años, El Salvador estaba en manos de decenas de miles de maras (bandas callejeras organizadas) y los salvadoreños vivían sometidos a una realidad cotidiana de secuestros, extorsiones y asesinatos.
Desde su llegada al poder en unas elecciones democráticas, el presidente Nayib Bukele ha acabado con las maras, ha detenido a decenas de miles de ellas y ha liberado las calles de la violencia y el miedo. Ahora los salvadoreños pueden vivir en paz y crear un país más próspero.
Bukele también quiere convertir El Salvador en un centro de alta tecnología y ofrecer a los salvadoreños una vía de progreso. Aprovechando la tecnología financiera, pretende crear un entorno en el que todos los salvadoreños puedan realizar sus operaciones bancarias y recibir remesas de forma barata y eficaz y puedan participar en la economía mundial.
El Salvador no es una democracia perfecta, y algunos cuestionan lo que ocurre con los derechos humanos en ese país. El tiempo dirá si este programa funciona, pero al menos se está probando algo nuevo.
LA CREACIÓN DE UN PROTECTORADO INTERNACIONAL ES UNA VÍA
Tanto Ruanda como El Salvador han probado nuevos enfoques para hacer frente a la implacable violencia y a los retos del desarrollo económico y social. Son los primeros pasos para eliminar la victimización de la mayoría de los ciudadanos por parte de una minoría criminal, al tiempo que se les proporciona un plan económico que puede ayudar a garantizar su participación en la economía mundial.
Quizás no sean perfectos a los ojos de algunos. Pero lo perfecto es enemigo de lo bueno. Tratar de construir una democracia sólida en cuya base hay anarquía simplemente no ha funcionado durante más de 200 años en Haití. No se puede crear una cultura democrática de la noche a la mañana ni superar de un plumazo la deshonestidad y la corrupción de toda una clase política.
Ruanda y El Salvador podrían representar un modelo a seguir para Haití, si los países donantes y los líderes haitianos fueran capaces de superar el sistema ineficaz que ha gobernado el país durante más de dos siglos y crear un nuevo sistema de gobierno que atienda las necesidades de todos los haitianos y refleje las realidades del país sin intentar replicar modelos fracasados.
Dado que no existe ningún movimiento democrático nacional capaz de hacer frente a las bandas armadas o que tenga un plan viable de gobierno que pueda atraer a la mayoría de los haitianos, la única solución que veo para la reconstrucción es la creación de un protectorado internacional en Haití dirigido por un consorcio de Estados democráticos caribeños con un líder de la región que goce de la confianza de la comunidad internacional y sea capaz de crear una administración que pueda gobernar con eficacia.
¡URGE LA RECONSTRUCCIÓN DE HAITÍ!
Esta administración estaría respaldada por una fuerza policial internacional bien equipada y dotada de personal, con el mandato de utilizar toda la fuerza necesaria para liberar al país de estas bandas e iniciar un proceso de pacificación nacional.
También se le encomendaría juzgar en un tribunal internacional a todos los acusados de corrupción y violencia en el pasado y garantizar la total transparencia para ganarse la confianza de una población desencantada.
Esto incluiría la formación de un cuadro de líderes haitianos libres de un pasado corrupto que se integrarían de forma gradual en la administración hasta que aparecieran líderes que no solo pudieran ganar unas elecciones nacionales, sino también ofrecer un buen gobierno.
Este proceso de reconstrucción de Haití podría tardar años en desarrollarse. No se puede acelerar el crecimiento de un árbol tirando de él cuando es un pequeño brote, como tampoco se puede apresurar el desarrollo político o social.
Pero no se puede repetir el pasado y esperar un resultado diferente. Eso es una locura, y Haití y la comunidad mundial ya están hartos de eso. N
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Eduardo del Buey es diplomático, internacionalista, catedrático y experto en comunicaciones internacionales. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.