María Teresa Schuster se saca las botas y se calza sandalias plateadas de tacos altos, lista para salir a la pista en una milonga de Buenos Aires, en Argentina. Los zapatos son “un permiso para volar”, dice sobre este elemento, fetiche adorado por muchas bailarinas de tango.
“El zapato de tango es algo muy especial. Tiene que lucir, tener un lindo taco, brillo, hacerme sentir más fuerte, poderosa”, dice esta mujer de 72 años, asidua de la Milonga Parakultural que funciona en el salón Canning de la capital argentina.
Médica cardióloga y pianista, hace 20 años que baila tango y sabe que los zapatos son una pieza clave de su vestimenta que completa con un pantalón y una blusa negros sobre la que destacan sus rizos rubios.
“Cuando me pongo los zapatos siento como cuando uno se pone los guantes en forma muy sugestiva, para prepararse para algo muy intenso. Los zapatos son como un permiso para volar en tierra. Tienen que ser muy amoldados al pie y uno sentir que acarician y que es acariciado a la vez”, explica Schuster a la AFP.
Como cada año, Buenos Aires volvió a transformarse en estos días en la meca de bailarines internacionales. Los cuales participan hasta el 18 de septiembre del Mundial de Tango. Para muchas visitantes, la búsqueda de los zapatos ideales será una recorrida obligada entre las competencias.
15,000 PARES AL AÑO
En un local de la Rue des Artisans, un elegante pasaje del barrio de la Recoleta, las vendedoras reciben a clientes con acento extranjero. Allí se venden los llamativos zapatos marca “Comme il faut”.
“Yo bailaba tango y no me gustaban los zapatos que había en el mercado, eran siempre negros y anticuados. Decidí hacerme mis propios zapatos. Estuve dos años perfeccionando el calce, la altura, la comodidad y después los llevé a la milonga y llamaban la atención”, cuenta a la AFP Alicia Múñiz, quien creó la marca hace 20 años junto a su socia Raquel Coltrinari.
Hoy venden unos 15,000 pares al año y exportan a Japón, Estados Unidos y Europa.
“El zapato es como un fetiche y el tango se baila con tacos altos y sexys”, sostiene Muñiz.
Ofrece zapatos de charol bordó, de cuero celeste y plata, terciopelo multicolor o raso negro, tacos que van de 7.5 a 9.5 centímetros, cada una elige.
“Empecé a hacer zapatos incorporando encaje, leopardo, materiales que no se habían usado nunca. Ahí nació ‘Comme il faut’ (‘Como debe ser’, en español)”, una marca que evoca un tema de 1917 de Eduardo Arolas al que Gabriel Clausi le puso letra sobre una historia de amor perdido en París.
“EN TACOS”, UN LIBRO DE ARGENTINA
Bailarina desde 2002 y maestra de tango, yogui y musicoterapeuta, Marina Kenny tiene el pie tan pequeño que necesita zapatos a medida.
“Tuve momentos en que pensé que solo con zapatos se podía bailar, otros que reconstruí mi baile para no usarlos, momentos de volver a construirlo para reincorporar los zapatos. El desafío es encontrar el estilo propio”, dice esta mujer de 38 años.
Inquieta y creativa, según se define, durante la pandemia del coronavirus, Kenny ideó una campaña de recolección de fondos para ayudar a colegas y milongas sin actividad. Así nació el e-book titulado En tacos, que se lee a través de su blog, para el que convocó a una docena de bailarinas a escribir sus vivencias respecto de los zapatos.
“Los zapatos son al tango como lo que al guitarrista representa su guitarra, al barrendero su escoba o al cocinero el cuchillo”, sostiene la bailarina Mariela Sametband.
“Los tacos pueden ser tu mejor aliado o tu peor enemigo” estima su colega y maestra de tango Moira Castellano. En su larga trayectoria probó de todo: “modelos, colores, abiertos, cerrados, calados, con capellada redonda, cuadrada, en punta, con tiras, con pulsera, en ‘t’, cruzados, de gamuza. Así como de charol, de cuero; taco aguja, chupete, cuadrado; con cromo, suela, con goma; brillantes, exóticos, clásicos, modestos, exuberantes, apretados, flojos, blandos, duros, elegantes, soberbios, prácticos”.
Para Carla Marano, “la línea de la pierna cobra otra estética cuando bailamos con tacos, favorece y es funcional”. A diferencia de Cecilia Piccinni que celebra haber logrado “poner las cosas en su lugar: mis pies primero, mis zapatos después”.
La bailarina Analía Vega coincide: “Jamás permitiría que los zapatos fueran un elemento perturbador de todo el inmenso placer” de bailar. N
(Con información de AFP)