En su libro Historia Viva, Clinton cuenta la
historia del final de la investigación
del caso Watergate, momentos después
de la renuncia de Richard Nixon. Clinton, que en ese momento era una de las
abogadas que llevaba la investigación
revela una conversación
que tuvo con sus compañeros
de trabajo sobre los planes que ahora todos tenían para el futuro:
“De pronto no tenía trabajo. Nuestro
grupo de abogados se reunió para una última cena antes de
separarnos. Todos hablaban de sus emocionantes planes a futuro y yo estaba
indecisa. Cuando Bert Jenner me preguntó qué me gustaría hacer. Le contesté que estaba considerando practicar como abogada litigante,
como él. Bert me dijo que eso
sería imposible.
–
¿Por qué?, le pregunté.
–
Porque tu no tienes una esposa.
–
¿Qué demonios quieres decir
con eso?
Bert me explicó que sin una esposa en casa que se ocupara de mis asuntos
personales nunca tendría tiempo para atender situaciones de la vida diaria, como
asegurarme de siempre tener calcetines limpios para la corte. Desde ese momento
me he preguntado si Jenner estaba bromeando o si tenía un punto sobre lo difícil que puede ser la
vida para una mujer en una corte”.
Es una historia graciosa que ilustra
perfectamente las ridículas
nociones que aún existen sobre la
mujer en el lugar de trabajo. Pero también expone un tipo de problema que sufren las mujeres trabajadoras: ¿es en realidad el
trabajo de la casa el mayor de los problemas de las mujeres al comenzar a
trabajar?
Incluso ahora, antes de que se haga el
anuncio oficial de su candidatura a la presidencia de 2016, Clinton parece que
se postulara como mujer. Un gran cambio a su campaña de 2008, cuando jugó
a que el género era algo que no
tenía importancia: “No me postulo como
mujer, me postulo porque creo que soy la persona mejor calificada para el
trabajo”, dijo ante votantes en
Iowa en 2007.
Los temas que circulan a las mujeres
trabajadoras -incapacidad con sueldo, diferencia de sueldo, guarderías en las oficinas,
etc- han sido muy sonados en los debates económicos de Estados Unidos últimamente y Clinton tendrá que navegar con mucho
cuidado para no caer en la división
de clases del feminismo.
Solo por si nuestros lectores se lo
preguntan, Hillary nunca tuvo que lidiar con el problema de los calcetines
sucios ya que al final decidió seguir a su marido (o en sus palabras“su corazón”) a Arkansas, en donde Bill
era candidato al Congreso. Pero los dilemas serán mayores ahora que prepara su campaña para la presidencia de Estados Unidos.