Parresía es la traducción de un término griego que quiere decir hablar con sinceridad, lo que podríamos llamar el decir verídico. Quiere decir libertad de palabra, pero hay que entenderlo también como veracidad de la actitud, tiene carácter. La verdad del discurso es la verdad de la vida, puesto que tiene una forma de relación con los otros y con uno mismo. Nuestra subjetividad moral está arraigada en estas prácticas. La parresía ética la debemos utilizar como práctica específica de determinadas relaciones humanas, más allá del escenario del poder público, que sería la parresía política.
Mentir es una conducta adaptativa. En el espejo podemos ver que mentimos por, al menos, tres, razones: como adaptación a un ambiente hostil; para evitar castigos; y, para conseguir premios (tristemente sobre los demás). Por ejemplo, los “curriculum vítae” contienen un nivel de promesa más alto del que realmente se tiene, pero lo hacen para conseguir un premio, un trabajo, un aplauso. Siendo indulgentes esta conducta no tiene porqué ser necesariamente mala. Quien recibe el documento tiene la obligación de revisarlo en mérito, si está desarrollando su trabajo con verdad. La honestidad refuerza el que una relación, sea del tipo que sea, pueda ser mucho más consistente y estable, es un valor que no puede ir separado del resto. Empero, la honestidad absoluta no existe, es imposible que un ser humano siempre diga la verdad. La verdad es un valor que debe ir adjunto a los demás, pues, dígame Usted si no, de nada vale una persona sincera, si carece de otros valores.
Tengo para mí que no se puede relacionar mentir en contextos cotidianos con una peor salud. Pero es mayor el beneficio de una sociedad que se educa desde la honestidad y la franqueza. La educación temprana posibilita un desarrollo moral adecuado desde la ternura, orientada en la verdad, siempre dará frutos deseables para la vida compartida. Decir la verdad implica reconocimiento de las debilidades, los errores, los fracasos, los malos momentos, nos revela reconocer que no se es perfecto y que la ruta de la experiencia siempre es una selva virgen. La verdad otorga una recompensa invalorable en crecimiento personal y profesional, también; la razón es muy sencilla engendra confianza. Las personas se fían de lo que dices y compartes. Esta es una razón eje de la política, aquí está el déficit, es necesario que la palabra se vista de verdades. Esta es la razón por la cual los ciudadanos piensan que los políticos engañan.
Aprender a decir la verdad implica reconocer que hemos, históricamente, cargado con una mala formulación de paradigmas. No se puede protestar valores eternos ni absolutos, las personas con el tiempo cambiamos, luego es preciso que la pedagogía nos diga cómo, paraqué, con qué, dónde… Los políticos se preocupan por la ciudadanía, la dialéctica de la vida real nos dice que sí, pero que se preocupan más por sus intereses personales que por el bien de la sociedad; pero al de la misma manera muchos dirigentes empresariales y líderes de diversas acciones de la vida social. La justicia no es igual para todos, es doloroso pero verdadero, más que el paradigma. Decir la verdad te ofrece la medicina que sana. Dice el evangelio Filipenses 4:8 | NVI: “Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio.”
El criterio de la verdad se establece con base en la correspondencia entre el pensamiento y el objeto. La lógica trata de los pensamientos como enunciados referidos a un objeto. La ontología correlaciona al sujeto con el objeto. El pensamiento se determina en el sujeto por el objeto ya que la actividad del sujeto no recae sobre el objeto, sino que el objeto permanece intacto, nos enseñó la filosofía de García Morente, “texto de la prepa”.
¿Qué es la verdad? Los testimonios nos dicen que hemos preferido ignorarla ante la dificultad de definirla. Cuando con el juicio se afirma o se niega algo del objeto y realmente lo afirmado existe en él, o lo negado no lo posee, se dice que el juicio es verdadero. En esta pedagogía encontramos, por un lado, la verdad del ser (ontológica) correspondencia entre el objeto con su esencia; la verdad del conocer (lógica) conformidad entre el entendimiento y el objeto; y, la verdad del deber ser (moral) correspondencia exacta entre las palabras, los gestos o las acciones que se usan para expresar lo que realmente se piensa. La palabra es verdadera cuando se le honra. Es la buena ruta de la política.