Diana Trujillo está dejando una huella en la NASA. Hoy es la primera Latina en ser directora de vuelos para esta agencia.
De emigrante terrestre a exploradora sideral
Por Angel Hernández Murillo
Una crónica que se sigue escribiendo
Un mexicano fue el primer latinoamericano en servir en la NASA. Rodolfo Neri Vela participó en la segunda misión del transbordador Atlantis en 1985. Y detrás de él, otros latinos como Evelyn Millares, Serena Auñon-Chancellor y Eduardo Bendek, entre otros, se han ido sumando a esta historia.
Ahora es el turno de la colombiana Diana Trujillo quien desde junio de este 2022, trabaja en el Centro Espacial Johnson situado en Houston, Texas. Ahí colabora con los astronautas para entender cómo funciona la estación espacial y poder llevarlos a la Luna.
Diana nació en Cali, Colombia, en 1983. Decidida a superar las dificultades económicas que enfrentaba su familia en en su país, llegó a Estados Unidos de 17 años de edad con unos 300 dólares en la mochila y sin hablar ingles. Fue su primer gran reto y uno que le daría una de sus enseñanzas más importantes. “Me di cuenta de que podía con lo que quisiera cuando empecé a aprender inglés. No quería ver mis notas, tenía miedo de que fueran malas. Un día, una de mis profesoras me dijo que quería hablar conmigo. Fue para decirme que había obtenido cien por ciento en mis calificaciones. Ella me hizo ver que sí podía, que podía estar en el grupo de las clases con honores”.
Sus primeros trabajos fueron limpiando casas y en una panadería para pagar sus estudios. Fuerte en matemáticas, decidió estudiar ingeniería aeroespacial en la Universidad de Florida. En su último año, aplicó para la Academia de la NASA, convirtiéndose en la primera inmigrante latina en ser admitida. Durante su trabajo en la Academia, conoció al experto en robots de la NASA, Brian Roberts, quien la convenció de mudarse a Maryland para formar parte de su equipo de investigación enfocado en robots en operaciones espaciales. En 2007, obtuvo una licenciatura en Ingeniería Aeroespacial de la Universidad de Maryland. Ella fue una de los dos únicos participantes en recibir ofertas de trabajo de la agencia espacial.
Su carrera en la NASA inicio en 2007, trabajando en el Centro de Vuelo Espacial Goddard en el programa Constellation y el laboratorio de propulsion a chorro en misiones espaciales humanas y robóticas. En 2009, era ingeniera de sistemas de telecomunicaciones para el rover Mars Curiosity y en 2012 fue una de las primeras personas en ver una imagen de la superficie del planeta. Fue líder del grupo de ingenieros que desarrolló el brazo robótico del rover Perseverance y de dos instrumentos del explorador de la NASA (Pixl y Sherloc). Ademas colaboro con el equipo que llevó dos rovers y un helicóptero a la superficie de Marte.
El 30 de julio de 2022, el rover Perseverance despegó desde Cabo Cañaveral, en Florida, rumbo a Marte con la misión de determinar si hay vida en este planeta. Viajó 480 millones de kilómetros a 20.000 kilómetros por hora, teniendo como desafío adicional descender de esa velocidad a cero y aterrizar sin problemas. Y lo consiguió. Diana también tuvo a cargo la narración minuto a minuto en español de la llegada de ese vehículo al planeta rojo, una experiencia que califica como una de mas mejores de su vida.
Este verano, la NASA la ascendió a directora de vuelo, donde ayudará a supervisar las operaciones de la Estación Espacial Internacional, la tripulación comercial y las misiones Artemis a la Luna. “Me estoy entrenando como directora de vuelo, lo que significa ser la líder de todas las personas que están en el cuarto de control. Así, cuando el vehículo habla contigo y toda la telemetría, es transmitir a los astronautas lo qué tienen que hacer”.
Una lección como principio inspirador
La ingeniera confiesa que nunca soñó con este trabajo. Que se dio más bien por curiosidad. La curiosidad de entender qué hay en el espacio, cómo funcionan los planetas, cómo funcionan las estrellas. “Cuando se tiene un día difícil y las contemplas por la noche, ves paz. Fue la curiosidad de saber cómo funciona la paz en el espacio, ahí fue donde decidí que quería dedicarme a esto”.
Cuando se le pregunta a Diana si otros ven en ella un ejemplo de realización para sus propios sueños, la colombiana opina que las personas ya traen una semilla de lo que quieren hacer. Solo es que alguien le eche un poco de agua para que florezca y decida por sí misma.
“Hay un momento en el que uno decide algo y es porque alguien te ha dicho que sí puedes. A la generación de estudiantes que vienen detrás, hay que preguntarles qué quieren hacer. Cuando con toda honestidad verbalizas lo que piensas de tu vida, te das cuenta de lo quieres, de que no estás loco”.
Mirada con telescopio
Las experiencias que le han tocado en la NASA le han permitido tener una perspectiva más amplia del significado de la vida. “Cuando viajas a otro país, te cambia la perspectiva. Ahora imagina desde el espacio, yendo a otro planeta y darte cuenta de que no hay agua ni vegetación como aquí. Te da una perspectiva más completa de las cosas”.
Esta perspectiva la ha llevado también a reflexionar sobre la fragilidad de nuestro planeta, por lo que hace hincapié en e instruir a más personas sobre la importancia de cuidar lo que tenemos y respetar a la naturaleza. Parte de ello es concientizar a traves del trabajo de la NASA, e inspirar a que las nuevas generaciones a continuar con la exploración espacial.
“Si esas cosas que nosotros hacemos en el espacio no las ven todos, todos los días, entonces nunca se van a encontrar con ese momento. Lo menos que podemos hacer es mostrar a los varios ingenieros, ingenieras, personas que trabajan para el espacio y así, de pronto, un niño o una niña lo vea y diga: eso es lo que quiero hacer”.
La necesidad, madre del ingenio
A diferencia de otras culturas, Diana cree que la latinoamericana se caracteriza por no darse por vencida. Quizá porque en los países que la integran hay mucha pobreza. “Eso nos ayuda a pensar no en lo que no tengo, sino en lo que tengo y qué voy a hacer con eso que sí tengo. Eso para mí, es mi cultura”.
A ella le gustaría contribuir a hacer que el espacio sea algo del diario vivir, que las conversaciones del tema no sean extraordinarias sino ordinarias. Opina que cuando lo extraordinario se vuelve ordinario, se reflexiona en que todo se puede hacer más fácil.
“Soy una mujer común; a algunos les sorprende saber que primero soy Diana y después el espacio y no al revés. Para mí, ha sido más importante ser humana que tener títulos que, sin embargo, entiendo, son las bendiciones que Dios me ha dado, pero a la vez, comprendo que nada de esto tendría sin las personas que me han encaminado”, concluye.
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek