La inquietud en torno de los microplásticos creció de punto a fines de marzo cuando, por primera vez, dos equipos de investigadores detectaron estos fragmentos tanto en sangre como en tejido pulmonar humano.
Aunque aún se desconocen los riesgos de salud que representan los microplásticos, ahora sabemos que esos residuos no degradables pueden encontrarse en nuestra sangre y nuestros pulmones. Y también han aparecido en placentas humanas.
Los microplásticos son partículas minúsculas que se desprenden de los desechos plásticos y contaminan el medioambiente. Pese a que los fragmentos varían de tamaño y forma, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos precisa que el término “microplásticos” aplica a todas las partículas con una longitud de hasta cinco milímetros.
Provenientes de pedazos plásticos más grandes que se descomponen en partículas cada vez más pequeñas, los microplásticos también pueden escapar al medioambiente en forma de microesferas: las diminutas “perlas” utilizadas como exfoliantes en productos de salud y belleza.
Los microplásticos son un campo de investigación relativamente nuevo. Sin embargo, los métodos de estudio utilizados han permitido identificar estas partículas en todos los rincones de nuestro planeta, desde la cima del monte Everest hasta el fondo oceánico.
UN PROBLEMA MONUMENTAL
Aun así, los microplásticos podrían ser apenas la punta del iceberg pues, a consecuencia de la producción desmedida de las últimas décadas, la contaminación plástica se ha convertido en un problema monumental.
Solo durante la primera década del siglo XXI, la cantidad de desechos plásticos superó el desperdicio generado en los 40 años precedentes. Y los residuos producidos durante todo ese tiempo han terminado en vertederos, en flujos de desechos no controlados o, simplemente, descartados en el medioambiente y el mar.
No obstante, no aprendemos: el Programa de Naciones Unidas para el Medioambiente afirma que seguimos produciendo 300 millones de toneladas anuales de desperdicios plásticos.
El 24 de marzo, la revista Environment International publicó un estudio donde los autores informan haber identificado varios tipos de plástico. Según dijeron, los hallaron en 17 muestras de sangre obtenidas de 22 adultos sanos.
Si bien no intervino en la investigación, la Dra. Alice Horton, científica especializada en contaminantes antropogénicos en el Centro Nacional de Oceanografía del Reino Unido, comentó para Science Media Centre:
“Pese a la limitada cantidad de muestras sanguíneas y a las bajas concentraciones detectadas, los métodos analíticos utilizados son muy confiables. En consecuencia, estos datos son prueba inequívoca de la presencia de microplásticos o nanoplásticos en la sangre”.
INFLAMACIÓN Y DAÑO CELULAR
Este “es un hallazgo preocupante”, añadió Horton. “Porque varios ensayos confirman que las partículas de ese tamaño causan inflamación y daño celular en condiciones experimentales”.
Uno de los autores del estudio, el profesor Dick Vethaak, ecotoxicólogo de la Universidad Libre de Ámsterdam, Holanda, dijo a The Guardian que su mayor inquietud eran los daños que los microplásticos podrían causar a bebés y niños pequeños.
“Sabemos que, en términos generales, los bebés y los niños pequeños son más vulnerables a la exposición a partículas y sustancias químicas. Es muy preocupante”, sentenció Vethaak.
Días después, el 29 de marzo, la revista Science of the Total Environment divulgó en línea otro artículo en el que un equipo científico anunciaba la detección de 39 fragmentos de microplásticos en 11 de las 13 muestras de tejido pulmonar analizadas.
Ambas investigaciones hacen un cuestionamiento grave: ¿Qué representa esto para nuestra salud? En su declaración para The Guardian, Vethaak insistió en la urgencia de esclarecer esa y otras interrogantes. Entre ellas: “¿Acaso el cuerpo retiene las partículas? ¿Pueden viajar en la sangre hasta otros órganos? ¿Son capaces de atravesar la barrera hematoencefálica?”.
Ya empezamos a obtener respuestas. Un estudio sugiere que los microplásticos pueden adherirse a los eritrocitos (glóbulos rojos de la sangre) y, al parecer, alteran su capacidad para transportar oxígeno. Tal vez el tiempo revele más consecuencias perturbadoras.
Con la esperanza de combatir la contaminación plástica y gestionar el ciclo de vida de estos materiales, la ONU se ha propuesto redactar un acuerdo legalmente vinculante que todos los países habrán de suscribir en 2024. N
(Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek)