LA POSIBILIDAD de que una pareja de mujeres lesbianas pueda acudir a una clínica de reproducción asistida o que la maternidad subrogada sea una alternativa para que una pareja de hombres homosexuales pueda formar una familia cuestiona los paradigmas de la maternidad.
Las técnicas de reproducción asistida existen desde hace cuatro décadas. A México llegaron hace casi 30 años. En entrevista con Newsweek México, María Cristina Gutiérrez Rueda, especialista en biología de la reproducción del Instituto de Ciencias en Reproducción Humana VIDA, explica que estas técnicas están abiertas a las personas con el deseo de tener un bebé tanto para las parejas heterosexuales como para personas LGTB+.
Aunque sus principales clientes son mujeres mayores de 36 años con problemas de infertilidad, Gutiérrez Rueda explica que cada vez se acercan más parejas homosexuales con el deseo de ser padres.
Advierte que cada vez se borra más el estigma sobre las mujeres para concebir por haber nacido con útero. “La decisión de ser madres es personal y podemos tomar con mayor libertad que en otros tiempos”, advierte.
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Sin embargo, el derecho a las mujeres a decidir sobre sus cuerpos tiene aún un trecho pendiente por recorrer.
El más reciente informe sobre el Estado de la Población Mundial 2021 del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) se dedica a la autonomía corporal de las mujeres y uno de los hallazgos más emblemáticos de este informe es que a casi la mitad de las mujeres en 57 países en desarrollo se les niega el derecho a decidir si desean tener relaciones sexuales con sus parejas, usar anticoncepción o buscar atención en salud reproductiva.
El organismo midió el poder de las mujeres para tomar decisiones acerca de sus cuerpos y el grado en que la legislación en los países apoya o interfiere con el derecho de una mujer a tomar estas decisiones.
Señala que el marco jurídico europeo ampara que el aborto, así como la reproducción médicamente asistida para parejas e individuos heterosexuales y del mismo sexo (como la gestación subrogada, tanto compensada como altruista), se han interpretado como el derecho a la protección de la vida privada.
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En otros países, sin embargo, el matrimonio infantil y la mutilación genital femenina siguen siendo la realidad. En el prólogo, Natalia Kanem, directora ejecutiva del UNFPA, advierte que una mujer que tiene control sobre su cuerpo tiene más probabilidades de estar empoderada en otros ámbitos de su vida.
“Se beneficia no solo desde el punto de vista de su autonomía, sino también a través de los avances en los ámbitos de la salud, educación, ingresos y seguridad. Tiene más probabilidades de prosperar, y lo mismo sucederá con su familia”, escribe.
El Fondo de Población subraya que la intimidad, especialmente en lo que atañe a la vida familiar, se refiere a la toma de decisiones relacionadas con la sexualidad y la reproducción, tanto para tener hijos como para no hacerlo.
El organismo destina un apartado a las maternidades subrogadas, con la advertencia de que se trata de una práctica delicada desde los puntos de vista ético y jurídico. “El importante componente de género de la subrogación y la maternidad genera vulnerabilidades en ambas partes del acuerdo”, se lee en la sección “El parto como trabajo: ser madre subrogante”.
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En el caso de la gestación subrogada, el informe toma ejemplos de México y refiere que en el país la legislación ha provocado que la práctica se siga llevando a cabo, pero de manera clandestina e insegura, tanto para la subrogación remunerada como para aquella que es asistida.
“Cuando se permite la subrogación remunerada, suele surgir un sector con ánimo de lucro, que comprende clínicas de tecnología de reproducción asistida, operadores de viajes médicos, bufetes de abogados, reclutadores y otros. Los países con costos más bajos pueden convertirse en destinos solicitados por los padres comitentes”, explica.
“Sin embargo, en esos lugares, la maternidad subrogada es a menudo una de las pocas oportunidades bien remuneradas disponibles para las mujeres económicamente marginadas, lo que crea la posibilidad de que se produzcan explotaciones. Los intermediarios y las agencias pueden controlar el intercambio de dinero e información, así como la prestación de asistencia sanitaria. Es posible que las madres subrogantes estén mal pagadas, faltas de información y desprovistas de atención médica”, advierte el UNFPA.
Es un reporte que sacude los estigmas de género sobre la maternidad. “Las mujeres infértiles tal vez se vean sometidas a una intensa presión cultural para ser madres, mientras que a las parejas del mismo sexo o a los progenitores solteros a menudo se les prohíbe contratar madres subrogantes porque no siguen los principios aceptados en materia de paternidad. Y las madres subrogantes pueden ser criticadas por traicionar el vínculo que se percibe como sagrado entre una mujer y el feto que lleva dentro”, anota. N