El rastreo de contactos no mantendrá a raya al coronavirus, advierte uno de los principales epidemiólogos.
Conforme el clima cálido anuncia el comienzo del verano, la gente ansía regresar a la normalidad. Las restricciones se quedan a medio camino en varios países. Gobernadores y alcaldes de varias ciudades están considerando y permitiendo abrir las plazas, las playas, los restaurantes y cines, las actividades juveniles.
Prácticamente todo el mundo está entrando en una fase nueva e incierta del brote del COVID-19. Las fuertes medidas de distanciamiento social han roto la oleada inicial, pues los casos se han aplanado y empiezan a disminuir en lugares muy afectados como Nueva York, Italia, España y el Reino Unido. Lo que sigue es la tarea más complicada de relajar las restricciones, pues implica hacerlo de manera que se pueda salvar el sustento y la cordura de la gente mientras se impide que el virus resurja y rebase las salas de emergencia y unidades de cuidados intensivos.
El problema es que no hay un consenso sobre cómo reabrir aquellos países que sufren tanto por la enfermedad como por la cura. El lenguaje de los políticos e incluso de los expertos en salud pública a menudo se oponen. Algunos expertos piden una acción enorme para rastrear contactos, lo cual significa rastrear a cualquiera que pudiera haber tenido contacto con una persona infectada y pedirles que se pongan en cuarentena por 14 días. Otros expertos piensan que el rastreo de contactos no es una defensa factible contra el coronavirus, sobre todo en países como Estados Unidos, donde a la gente no le gusta que extraños entrometidos les hagan preguntas y les digan qué hacer.
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En medio de la incertidumbre, estamos entrando en lo que se podría llamar la fase de responsabilidad personal del brote del COVID-19. Alrededor de 40 por ciento de la población ya entró a la tercera edad o tiene enfermedades subyacentes que lo ponen en mayor riesgo de morir por COVID-19. Este verano, les corresponderá a ellos, sus familias y comunidades decidir cuánto riesgo de exposición al coronavirus están dispuestos a aceptar.
“¿Cuál es la capacidad de un individuo de protegerse a sí mismo contra la capacidad del gobierno de ayudarlos a protegerse?”, pregunta Michael Osterholm, director del Centro de Investigación y Política en Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Minnesota. “Todos estamos de acuerdo en que el gobierno debería sacar a los conductores borrachos de las calles. Pero también asumimos la responsabilidad de nuestro propio comportamiento y no estar borrachos cuando manejamos”.
Osterholm, uno de los principales epidemiólogos, fue rápido en sonar la alarma de que el SARS-CoV-2 iba a propagarse como una pandemia y afectar más duro las áreas urbanas. Ahora él dice que la forma de la pandemia es tremendamente incierta. Aun cuando el SARS-CoV-2 es un coronavirus —la misma categoría que los virus que provocan el resfriado común—, hasta ahora se ha comportado más como una pandemia de influenza, con una propagación rápida y grandes picos iniciales en algunos casos. Conforme avance el verano, nadie sabe qué personalidad adoptará el virus.
Algunos hechos son claros. Las penurias económicas han tenido un costo devastador en los sustentos y la salud mental. Al mismo tiempo, la pandemia está lejos de haber terminado. El virus continúa circulando, con la posibilidad de una segunda oleada que podría ser más mortífera que la primera. “Este virus se seguirá propagando por la fuerza de lo que yo llamo gravedad viral”, dice Osterholm. “Es biología, química y física. Ninguna decisión política va a impedir que suceda”.
Newsweek habló con Michael Osterholm sobre la siguiente fase del COVID-19. A continuación, extractos de la conversación.
—Cuarenta por ciento de la población es vulnerable porque son viejos o tienen enfermedades subyacentes. ¿Qué deberían hacer para protegerse a sí mismos?
—Eso es un reto. Estamos en una encrucijada en términos de cómo recomendar lo que vamos a hacer para proteger a la gente que está en mayor riesgo.
“Si estás en un grupo de alto riesgo para una enfermedad grave, es tu decisión si sales a lugares públicos a comprar abarrotes o cualquier cosa que hagas. La mayoría de la gente no tiene el lujo de tomar esa decisión. No tienen la capacidad de decir: ‘Limitaré mi contacto’. También tienen que lidiar con los problemas de salud mental por estar aislados.
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“No tengo las respuestas, pero tengo las preguntas que me gustaría que la gente discutiera. Tenemos que entablar esa discusión pronto. Una serie de directrices no puede hacer que esto suceda. Tiene que haber un consenso nacional, por lo menos entre una cantidad significativa de personas”.
—El otro día, en mi barrio, vi que algunas personas usaban cubrebocas N95 y otros andaban por allí sin cubrebocas y no les parecía importar el distanciamiento social. ¿Qué debería hacer una persona vulnerable en esa circunstancia? ¿Guardarse en casa?
—Eso es exactamente con lo que estamos lidiando justo ahora. Mi consejo sería: si tienes mayor riesgo, o estás en contacto rutinario con alguien con mayor riesgo, tienes que considerar esto.
“Esta no es una respuesta; no hay una respuesta buena al momento”.
—Usted dice que el virus no se ralentizará hasta que haya infectado a entre 60 y 70 por ciento de la población. ¿La mayoría de la gente entiende que no desaparecerá?
—Hay la creencia errónea de que, si de alguna manera superamos el pico inicial y entramos en el verano, estaremos bien. Es comprensible. Todos quieren regresar a la normalidad. Yo solo digo: ‘No, esto solo es momentáneo, un periodo de calma en esta tormenta horrible’.
—¿El presidente Trump creó falsas esperanzas al decir en los meses anteriores que pronto dejaremos atrás la pandemia?
—Sí, eso es más que correcto. Si ves históricamente todas las pandemias que involucran un patógeno respiratorio, se desarrollan durante meses y años, no durante semanas y meses. La gente no está entendiendo que este es el caso.
—Usted dijo que la posibilidad de que el virus desaparezca durante el verano lo asusta. ¿Por qué?
—Porque eso llevaría a un pico más grande de casos. Imagine la experiencia que tuvieron en Nueva York, pero con un evento mucho mucho más grande, en el que los casos fueran dos o tres veces más de los que hubo. En mucha del área metropolitana de Nueva York, mucho menos del 20 por ciento de la población se ha infectado. Eso está muy lejos del 60 a 70 por ciento para empezar a lograr la inmunidad de grupo. Eso te dice, con todo el dolor, sufrimiento, muerte y trastorno económico que hemos tenido a la fecha, que en realidad solo estamos en la segunda entrada de un juego de nueve entradas.
—¿Cómo será de diferente esta fase siguiente de la pandemia de lo que hemos visto en los últimos meses?
—A finales de enero sabíamos que este [brote] se desarrollaría en países de todo el mundo, posiblemente presentándose a finales de febrero, principios de marzo, y posiblemente se presentaría en las áreas con más densidad de población del mundo. Siguió exactamente lo que predijimos.
“La razón por la cual le digo esto es que ahora estamos al final de nuestros faros”.
—¿Este virus va a actuar como un virus de influenza y desarrollará una pandemia que se parezca a una pandemia anterior de influenza? ¿O va a ser una pandemia de coronavirus que nunca antes hayamos visto y no sepamos qué va a hacer?
—Lo único que sí sabemos es que un patógeno respiratorio como este no va a descansar hasta que, básicamente, infecte a tantos humanos como sea posible. Estamos atascados en la idea de que todo lo que podemos hacer por el momento es controlar la rapidez con que esta cosa se propague en la población y tratar de mantenerla por debajo de cierto umbral en el que no rebase nuestros hospitales.
—¿Usted piensa que la respuesta es hacer más pruebas?
—Necesitamos deshacernos de este mantra de “pruebas, pruebas, pruebas”. La gente ve las pruebas casi como un promedio del Dow Jones: si hacemos 20,000 pruebas en un día, es todavía mejor hacer 30,000.
“Queremos pruebas inteligentes. Quieres hacerle la prueba a la población correcta y la persona correcta en el momento correcto, con la prueba correcta, con el resultado correcto y la consecuencia correcta de para qué vas a usar el resultado de esa prueba. Se trata de ser estratégico.
—¿Qué hay del rastreo de contactos?
—El rastreo de contactos ha sido en gran medida un concepto de pensamiento de grupo. Nadie ha analizado realmente si hace alguna diferencia. Sabemos que hay países en Asia donde, si das positivo, automáticamente te envían a un centro de aislamiento por 14 días. ¿Eso funcionaría en otros países?
—¿Está diciendo que el rastreo de contactos no es posible o realista?
—No pienso que sea realista.
—¿Qué mensajes debería recibir la gente de sus líderes justo ahora?
—Nadie de nosotros tiene la respuesta correcta porque no sé si hay una respuesta correcta. ¿Cómo protegemos, tanto como podamos, a aquellos que tienen más posibilidades de enfermar de gravedad y morir? ¿Y también cómo funcionamos como sociedad? Yo veo que nuestro trabajo al momento es hacer la pregunta, no responderla. Porque se requiere que toda la sociedad se una.
“Tenemos que seguir debatiendo, discutiendo y desarrollando consensos, y tenemos que hacerlo pronto. Porque podríamos tener días realmente muy, muy horribles por delante en términos de esta pandemia”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek