Investigadores analizaron dientes de niños con y sin autismo e hicieron hallazgos importantes en la forma como metabolizaron ciertos químicos cuando estaban en el útero de sus madres.
CUALQUIER condición de salud que requiera de cuidado especial nos invita a preguntarnos por qué sucedió. Entendiendo la causa, estaremos más cerca de resolver el problema. Así pasa con el trastorno del espectro autista (TEA), el cual actualmente afecta, por ejemplo, a uno de cada 59 niños, cuando, en 2000, la afectación era de uno por cada 150 niños. Ese salto ha llevado a un deseo frenético de hallar una cura.
Un estudio nuevo, enfocado en los dientes de bebés, parece prometedor. Investigadores de la Escuela Icahn de Medicina, en Mount Sinai, quisieron examinar cómo los niños procesan los nutrientes esenciales que pasan al útero. Antes de que nazca un niño, a sus dientes les crecen capas nuevas todos los días, y estas registran los elementos que se abren camino a través del cuerpo, más o menos como los anillos de los árboles. Paul Curtin —quien trabaja en medicina medioambiental— y su equipo sospecharon que estas capas podrían revelar si los niños dentro del espectro autista metabolizan los químicos de forma distinta.
Los investigadores recopilaron dientes de niños con y sin TEA, usaron láseres para aislar las capas y examinaron los niveles de cobre y zinc durante el segundo y tercer trimestre de gestación. “Cuando el metabolismo de zinc y cobre se desregulariza —explica Curtin— puede llevar a enfermedades”.
Según su informe, publicado en mayo pasado en Science Advances, los niños con autismo procesaron los dos metales de maneras muy diferentes. Con solo ver cómo fueron metabolizados, los investigadores pudieron predecir cuáles dientes pertenecieron a niños con TEA. Incluso pudieron ver la diferencia entre hermanos con autismo y sin autismo.
Se desconoce por qué exactamente los niños con TEA metabolizan anormalmente zinc y cobre. “Ese es el enfoque del trabajo futuro”, dice Curtin. Pero los investigadores esperan que el hallazgo pueda llevar a una nueva herramienta de diagnóstico, una que pueda identificar niños con trastorno del espectro autista a una edad más temprana de lo que ahora es posible.
“Un reto es que no hemos tenido algún marcador biológico del autismo”, comenta Curtin, refiriéndose a las pruebas actuales, las cuales se enfocan en el comportamiento y la cognición y que producen resultados vagos que están sujetos a interpretación. El tejido para metabolismo de zinc y cobre daría una medición más objetiva.
Curtin enfatiza en que estos resultados no explican la causa del autismo o el aumento reciente en la cantidad de niños dentro del espectro. Pero es una excelente pista inicial.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek