Eva Schloss, una superviviente de Auschwitz y hermanastra póstuma de Ana Frank, se encontraba en otra pantalla como a un metro de Gutter. Tenía historias propias que contar. El efecto de hablar con estas personas virtuales fue sorprendente y escalofriante. Ni por un minuto olvidé que se trataba de imágenes, pero me sentí profundamente conmovida por ambas.
Gutter y Schloss son parte de un proyecto llamado New Dimensions in Testimony (NDT), una colaboración de la Fundación Shoah de la Universidad del Sur de California (USC), el Instituto para Tecnologías Creativas (ICT, también parte USC) y Conscience Display. Ambos dan “testimonio” de sus experiencias como supervivientes. Cuando pregunté a la imagen de Gutter por qué comparte su historia, me dijo: “Número uno, quisiera que la gente sepa lo que puede ocurrir. Y número dos, intento enseñarles sobre la tolerancia”.
¿Cómo “sabían” las imágenes qué estaba preguntando? Un algoritmo de Google para reconocimiento del habla identifica las palabras, que entonces se descifran mediante un editor para procesamiento del lenguaje natural, desarrollado por ICT. A continuación, se carga un clip, o una respuesta adecuada. Es como si Siri fuera un humano real con una historia de vida que contar. Y cuando el software no entiende la pregunta, la imagen puede responder con: “¿Puedes preguntar de nuevo?”. O bien, si no hay un clip relevante: “Es una pregunta muy buena. Por desgracia, no puedo ofrecerte una respuesta”.
Para lograr este efecto, los supervivientes que participan en NDT son filmados en alta definición desde 360 grados, utilizando más de 100 cámaras (la instalación es tan avanzada que han capturado algunos datos en preparación para adelantos tecnológicos futuros). En una simulación de contacto visual, con la mirada fija en la cámara, Gutter —el primer superviviente que participó— grabó más de 1,900 respuestas a preguntas diversas, como “¿Cuál fue la cosa más aterradora que jamás le haya ocurrido?” y “¿Cuál fue su película favorita?”. Además, fue grabado escuchando atentamente, para dar la impresión de estar interactuando entre las preguntas.
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CORTESÍA DEL MUSEUM OF JEWISH HERITAGE
Con NDT, la Fundación Shoah pretende replicar lo que ha estado ocurriendo en las aulas desde hace 40 años. “Los maestros invitan a los supervivientes, constantemente, para que hablen con los alumnos. No lo harían si eso no lo nos afectara”, informa Heather Maio, creadora del concepto NDT, quien presentó la idea a la fundación en 2010. Además de instalaciones museográficas, Maio dice que NDT algún día podría estar disponible en línea, con facilidad de uso para laptops o para Smart Boards en salones de clase.
La intención es generar compasión mediante la tecnología, una premisa que sigue debatiéndose ferozmente. La abrumadora respuesta al surgimiento de la tecnología ha sido señalada como la causa del creciente narcisismo y la menguante empatía. Sara Konrath, profesora auxiliar de estudios filantrópicos en la Universidad de Indiana, y directora de su Programa Interdisciplinario para Investigaciones en Empatía y Altruismo, ha estudiado este nexo desde hace una década, sobre todo en las generaciones más jóvenes. La premisa era que la internet, los medios sociales e incontables distractores estaban deshumanizado a los jóvenes, pero Konrath no estaba de acuerdo. “Son herramientas. Podemos odiarlas o amarlas”, dice, o bien, “podemos encontrar la manera de usarlas”.
En años recientes, su investigación se ha centrado en la manera como Facebook, Twitter, los mensajes de texto y otras tecnologías influyen en conductas que pretenden ayudar a los demás. Konrath cita un estudio que halló que las personas que experimentaron la destrucción de Alepo en la realidad virtual mostraron mayor probabilidad de donar a una organización que ayudaba a los refugiados que quienes solamente habían visto fotos. Para ella, NDT es el siguiente paso lógico, pues se “siente más personal”, afirma, después de haber visto una demostración inicial del testimonio de Gutter. “Me simpatizó, y tuve deseos de conocerlo mejor”. De allí a entender y, quizá, lograr la empatía solo hay que dar un pequeño salto.
Hace unos meses, mi vivaz abuelo de 89 años (aún asiste al gimnasio tres veces por semana) viajó de Israel a Estados Unidos. Mi hermano menor y yo grabamos sus respuestas a nuestras preguntas sobre su infancia en Lituania, y acerca de su familia judía de clase media, desterrada a Siberia por los soviéticos. En su adolescencia, hizo trabajos pesados en un gulag congelado mientras los nazis asesinaban a 90 por ciento de los judíos lituanos. Habló de inanición y de un paisaje hostil. Quería preservar sus historias en su propia voz. Pero ¿qué tal si pudiéramos grabar sus respuestas como las de Gutter, para que nuestros nietos también pudieran hacerle preguntas?
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CORTESÍA DEL MUSEUM OF JEWISH HERITAGE
NDT lo hace posible. Además de archivar los testimonios de, hasta ahora, 13 supervivientes del Holocausto, han grabado los relatos en mandarín de un superviviente de la masacre de Nankín, con la intención de lanzar en China el Salón Memorial de la Masacre de Nankín. Stephen D. Smith, director ejecutivo de la Fundación Shoah USC, imagina la tecnología abarcando a las personas que han sobrevivido al cáncer o a huracanes catastróficos. Las posibilidades son casi infinitas, desde experiencias de soldados con trastorno por estrés postraumático o supervivientes de abuso sexual hasta presidentes y grandes maestros. ¿Imagina si una esclava hubiera podido contar su historia a sus nietos? “Esto no se trata del Holocausto”, enfatiza Smith, “sino de la manera de comunicarnos como seres humanos”.
Menos de una semana después de visitar la instalación de Herencia Judía, Gutter fue al museo para una conferencia. Lo presentaron como la estrella de rock del proyecto. Dijo a la multitud que, durante muchos años, se negó a hablar de sus experiencias; ni siquiera sus hijos conocían los detalles. Dio su primer testimonio a un profesor de Toronto, en 1993, y algunos años después, la Fundación Shoah lo entrevistó para su archivo testimonial en video, más convencional. A la larga, terminó hablando con estudiantes de todas las edades, y viajó a Alemania y Polonia como parte de recorridos educativos. “No hubo manera de parar. Una vez que empecé, no me soltaron”, dijo Gutter, con una carcajada. Su experimento RV más reciente fue estrenado en el Festival Cinematográfico de Tribeca, en abril: en la cinta The Last Goodbye, lleva al espectador a Majdanek, uno de seis campos de concentración nazis a los que sobrevivió, y donde fueron asesinados sus padres y su hermana gemela.
“Estoy viejo y cansado”, dijo Gutter, mas sigue relatando su historia. Describió haberse hecho a un lado durante el Sheffield Doc/Fest de Inglaterra, observando a la gente que respondía emocionalmente a su identidad en pantalla, la cual denomina su “alter ego”, y luego volviéndose para descubrir al verdadero Gutter y continuar con las preguntas. Le consuela saber que, una vez que se haya ido, sus hijos podrán aproximarse al Gutter virtual y preguntarle: “¿Cómo fue pasar por todo eso?”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek