Durante la Segunda Guerra Mundial, la estrella amarilla fue una denigrante insignia que los nazis colocaban a los judíos para señalarlos como tales. Cinco mil de los niños obligados a portar en sus ropas este símbolo discriminatorio y de segregación fueron salvados del holocausto por un pueblo francés del cual apenas se habla, Le Chambon Sur Lignon.
Mario Escobar, historiador y escritor español, narra a detalle estos acontecimientos en su novela más reciente, Los niños de la estrella amarilla. De visita en nuestro país, en encuentro con Newsweek en Español en el Museo Histórico Judío y del Holocausto de la Ciudad de México, explica que los nazis hicieron de la estrella amarilla un símbolo de vergüenza y discriminación:
“De hecho, hay una escena en el libro en la que los niños, cuando reciben la estrella amarilla, que solo se llevaba en la Francia ocupada, no en la libre, quedan estigmatizados porque desde ese día sus compañeros de clase y del barrio, que hasta ese momento jugaban con ellos, los rechazan como si estuvieran apestados. Los nazis no persiguieron una religión, sino la raza: todo el que tuviera algún ascendente judío, aunque fuera uno, durante equis generaciones, era considerado judío, aunque no practicara el judaísmo”.
Puesta en el mercado por la editorial Harper Collins, Los niños de la estrella amarilla narra las correrías de Jacob y Moisés, un par de niños que viven con su tía en París hasta que en agosto de 1942 se desata la gran redada contra los judíos extranjeros. Sus padres, dramaturgos alemanes de mucho prestigio, están ocultos en la Francia libre, y en su intento por llegar hasta ellos, los niños son detenidos por los nazis y llevados al infame Velódromo de Invierno, donde 13,000 judíos subsisten sin comida ni agua durante varios días.
FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS
“Sin embargo, yo he querido que en la novela la estrella amarilla sea un símbolo de esperanza”, apunta Escobar. “Porque los niños que la portaron son la generación que luego construyó la nueva Europa, que no cayó otra vez en una guerra mundial, que se unió y ha tenido el periodo más grande de libertad, prosperidad y paz de la historia. Lo simbolizo al revés, esa generación marcada por la guerra y el horror ha puesto a Europa en paz y prosperidad, aunque ahora ha comenzado a fragmentarse y dividirse”.
Nacido en Madrid hace 46 años, Mario Escobar Golderos es un historiador que ha dedicado gran parte de su vida a la investigación de los grandes conflictos humanos. De entre dos decenas de libros publicados destacan Exterminio, Sol rojo sobre Hiroshima y Canción de cuna de Auschwitz.
“Llevo toda la vida investigando sobre estos temas. Soy historiador y siempre me ha apasionado la Segunda Guerra Mundial, en especial, el genocidio gitano y judío. En un viaje a Francia conocí Le Chambon Sur Lignon, una localidad muy singular, un pueblo de protestantes franceses que habían vivido ahí después de más de 200 años de persecución. En esa localidad se produjo un hecho muy significativo, la población salvó 5,000 niños judíos, el mayor número de infantes rescatados en grupo en todo el mundo. Así que escribí la historia de gente común y corriente que es capaz de hacer algo extraordinario”.
—Tu novela, Mario, tiene varias lecturas. ¿Así la concibes?
—Se puede leer desde varios ángulos. Además, está la parte de cómo se vivió y cuál fue la reacción de la población francesa ante la ocupación. Hubo gente que colaboró, que brindó asistencia y que de manera pacífica luchó contra el nazismo. Me interesaba recalcar cómo a veces gente que no tiene ningún poder es capaz de hacer cosas increíbles. Y, al mismo tiempo, este es un libro de historia que desea que la gente conozca lo que pasó, lo que es estar bajo un Estado totalitario, posesivo, que no reconoce ningún derecho humano, que manipula, porque no solo oprime y amenaza, sino que seduce. Francia fue seducida por los nazis.
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—¿Digamos que es una novela bien sustentada en la historia?
—Por rigor histórico, lo que hago siempre es incluir al final del libro un informe en el que señalo qué es histórico y qué no porque eso es lo más honesto. Aunque en la parte no histórica podemos conocer la vida de las personas, no podemos saber lo que pensaban, sus sentimientos, sus reacciones, pero intento que todo sea coherente. Por ello, antes de escribir, además de que llevo muchos años investigando sobre el tema, leo testimonios de sobrevivientes. Eso me da información no solo de lo que pasaba con los nazis, sino de cuáles eran los restaurantes de moda, qué se desayunaba, dónde iban a tomar una copa por la noche, qué pasaba si alguien decía algo en contra del gobierno. De esa manera puedo integrarme en la mentalidad de los personajes para que sean coherentes con la historia y con el momento histórico.
—¿Por qué se sabe tan poco de Le Chambon Sur Lignon?
—Ha sido ignorada porque era la parte más alejada de Francia, una zona bellísima geográficamente, pero muy dura, con los inviernos larguísimos se quedaba aislada. Siempre fue una zona marginal en la que los habitantes eran unidos, fuertes, regios y formaban cooperativas para prosperar. Cuando la localidad rescata a los niños ya había vivido 200 años de persecución por sus ideas protestantes, pero curiosamente había asimilado también los valores de la república francesa, igualdad, libertad, fraternidad. Jacques Chirac reconoció que la localidad fue el alma del país, la que conservó los valores republicanos cuando todos se doblegaron ante el nazismo. Pero cayó en el olvido porque, cuando acabó la guerra, los franceses, que en gran parte colaboraron con el nazismo, quisieron pasar la página, y el acto histórico de salvar a tantos niños fue arrinconado.
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—¿El mundo actual qué debe aprender de los hechos narrados en esta novela para procurar no repetirlos?
—Por desgracia estamos volviendo a momentos muy parecidos. La crisis económica mundial tan dura se parece a la de 1929, que trajo la crisis de las democracias parlamentarias; el parlamentarismo estaba tan vacío y corrupto que había que buscar otros sistemas. Surgieron el comunismo en Rusia, el fascismo en Italia y el nazismo. Se creyó que estos sistemas totalitarios eran los ideales, pero se vio que era todo lo contrario.
“Hoy vivimos un periodo muy parecido porque el totalitarismo y la extrema derecha están rigiendo en Europa —concluye Escobar—. Hace poco estuvieron a punto de llegar al poder en Francia los Le Pen, no olvidemos que el padre de Marine tuvo que dejar su cargo político porque negó el holocausto, y su hija en plena campaña dijo que los franceses no habían colaborado con los nazis. Vemos lo que ha pasado con el brexit, lo que casi pasa en Holanda con la extrema derecha, y en Alemania por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial hay un partido muy fuerte de extrema derecha. Y también los populismos, de izquierda y de derecha, buscan soluciones simples y chivos expiatorios a problemas complejos. Con estos libros la historia nos puede vacunar para no caer en los mismos errores”.