20 años atrás, los habitantes de Barrio Logan solían preocuparse por las pandillas y la inseguridad, pero hoy temen que la llegada de hipsters encarezca la vida del barrio y terminen desplazados.
En la que alguna vez fue zona de pandilleros, hoy se vive un florecimiento de arte y cultura que resulta atractiva para visitar, pero también para vivir ahí.
Las olas de violencia se volvieron olas de arte, pero con ello ha llegado un riesgo.
Loshipsters no han revivido el sentimiento de temor que causaban las pandillas, pero han avivado la preocupación de los residentes del barrio por sufrir un desplazamiento.
“Por todo el movimiento artístico que existe, se ha desarrollado un interés en particular entre la gente más joven. Tenemos una invasión de hipsters”, dice Rigoberto Reyes, un activista que forma parte del Comité Directivo del Parque Chicano, área emblemática del Barrio Logan.
Mientras lo dice, dos jóvenes rubios con sombreros de paja, lentes de pasta y bigotes franceses que recuerdan al pintor Salvador Dalí, caminan a su espalda.
Barrio Logan es un vecindario cercano a la bahía de San Diego que se divide por una zona gris del sector industrial, y otra de colores vibrantes con mensajes de la lucha revolucionaria, íconos de los derechos civiles e imágenes de orgullo indígenas y aztecas.
Este barrio, ubicado a un costado de la Carretera Interestatal 5 y a la sombra del puente Coronado, es habitado mayormente por hijos y nietos de familias mexicanas que se identifican como chicanos, que proviene del náhuatl mexica.
Ahora son ellos quienes se enfrentan, no a la violencia que vivieron sus padres y abuelos ante las pandillas en la zona, sino a la gentrificación.
Este fenómeno sucede cuando personas o empresas inmobiliarias con poder adquisitivo, compran edificios en una zona y los mejoran para hacer negocio con el espacio.
Al querer recuperar lo invertido, suben el precio de sus rentas, y sus primeros habitantes tienen que irse en caso de no poder pagar los nuevos precios.
Para Diego Saavedra, esto es algo que sucede con frecuencia en vecindarios que han sido históricamente marginados, como Barrio Logan.
Saavedra es un historiador que trabaja en el Centro Cultural Tijuana (Cecut) y que estudia temas urbanos.
Explica que a partir de programas de rehabilitación urbana o para erradicar la violencia, estas comunidades mejoran y terminan siendo atractivas para la clase media alta que no puede pagar la renta en un distrito de moda, pero sí de un lugar que renace culturalmente.
Y en el caso de Barrio Logan, quienes han llegado para gentrificar el área son los hipsters, según Rigoberto Reyes.
No existe una definición estandarizada del hipster, pero Saavedra dice que algunas características tienen consenso entre la población: su rango de edad es de 19 a 35 años, igual que la generación millennial.
Además suele ser de clase media o media alta y contar con estudios universitarios.
Lo que no queda claro, dice Diego, es si lo hipster es una moda o una cultura.
“Diría que un hipster es una segmentación de mercado, que tiene que ver con la forma en que se ha fomentado vender estilos de vida”, explica Diego. “Es más una entidad de consumo que cultural”.
Por eso lugares ‘trendy’ o de moda, como Barrio Logan, son atractivos para estos grupos. El consumo de arte es una tendencia entre ellos y el arte abunda en Barrio Logan.
Se puede encontrar incluso en las calles.
Un rato en la zona basta para encontrar algún joven de otro barrio, de otra ciudad o de otro país, fotografiando sus coloridos murales. No es difícil encontrar en la red social Instagram fotografías de la zona con etiquetas como #BarrioLogan o #ChicanoPark.
El Barrio se ha vuelto un ícono de la cultura popular tan importante para San Diego, que el gobierno de esta ciudad analiza convertir el vecindario en un Distrito Cultural.
Esto implicaría recibir recursos públicos para promover la imagen de la zona con el propósito de atraer un mayor turismo.
Así se ha procurado catapultar a Barrio Logan como el nuevo epicentro cultural de San Diego.
Apenas este año, el gobierno federal de los Estados Unidos reconoció al Parque Chicano como un Punto de Referencia Histórico Nacional, una distinción que solo se le otorga a sitios importantes para contar la historia del país.
Obtenerla, brinda protección y monitoreo contra posibles amenazas, además facilita el acceso a fondos de gobierno para darle mantenimiento.
De estos solo existen alrededor de 2 mil 500 en todo Estados Unidos, y casi ninguno es de representación chicana, según Rigoberto Reyes, miembro del comité que protege al Parque Chicano.
Y aunque esto protege las áreas que los chicanos han luchado históricamente por conservar, también detonó un ola de arte, que ha hecho que vivir ahí se encarezca.
De acuerdo a gráficas de Trulia, un sitio web especializado en bienes raíces, el valor promedio de una casa en Barrio Logan incrementó de 114 mil 500 dólares en 2009, a 375 mil dólares en 2016. Este es un aumento del 227% en siete años.
La renta también se disparó. En menos de un año, de octubre de 2016 a julio de 2017, subió en promedio de 1,450 a 1,795 dólares, según datos de Trulia.
Roger Leszczynski, quien trabaja como ingeniero en software, compró casa en Barrio Logan cuando el incremento apenas comenzaba a darse, en 2010.
Su apellido no suena chicano porque no lo es. Nació en Connecticut y es de ascendencia polaca.
Cuenta que llegó al vecindario antes de que estallara su movimiento artístico, motivado por sus precios bajos, los mejores que encontró en todo San Diego.
Con el tiempo se enamoró de la cultura del barrio y se dice orgulloso de ella.
Le fascina, por ejemplo, ver autoslowrider en la zona.
Este tipo de vehículos son característicos de la cultura chicana. Suelen ser modelos clásicos modificados para que queden bajos, casi al nivel del suelo, y en algunos casos para que reboten.
Roger se mueve en bicicleta por el barrio, y le parece que su colonia es un buen lugar para ello. Además, le gusta comprar localmente y no a cadenas de supermercado, para apoyar a la comunidad. Le atraen en particular los mercados mexicanos, porque dice que la comida es más fresca.
“Me encanta que Barrio Logan ha sabido mantener su cultura, pero temo que a partir de las desarrolladoras que están gentrificando el área, eso se pierda”, dice Roger.
La lucha de Barrio Logan por preservar su cultura, es tan viejo como el mismo vecindario. Su parte más tangible ha sido la construcción del ya mencionado Parque Chicano.
Este se encuentra perpendicular a la calzada César E. Chávez, entre las avenidas Logan y National, y entre los pilares que sostienen al puente Coronado.
Ahí decenas de murales vibran en una paleta de colores eléctricos que adornan al parque, convirtiéndolo en una celebración mexicana.
Los vecinos lo comparan con un museo al aire libre por la variedad de murales que describen al movimiento chicano y las luchas que han emprendido.
Uno de ellos, el primero en pintarse, cuenta cómo se fundó el parque.
Su historia se remonta a la construcción de la Carretera Interestatal 5, de acuerdo a Rigoberto Reyes. Logan Heights se fragmentó en pequeños vecindarios y muchas familias fueron desplazadas. Lo mismo ocurrió años más tarde con la construcción del puente a Coronado.
Por eso, los habitantes de Barrio Logan pedían un sitio con el cual pudieran crear comunidad y recordarse quiénes eran. Exigían un parque, pero este no llegaba.
Un día, un estudiante chicano que iba su escuela en City College, vio que debajo del puente a Coronado había máquinas excavadoras trabajando. Pensó que estaban ahí para construir el parque que tanto habían pedido, y se acercó a preguntar.
Pero un obrero le dijo que iban a construir un estacionamiento, no un parque.
Era 1970 y la tecnología todavía no alcanzaba para teléfonos celulares, menos para internet y redes sociales. Pero el joven se encargó de informar a todo el vecindario en menos de dos horas.
Unas 300 personas se manifestaron en un plantón que duró 12 días, hasta que el gobierno accedió a sus demandas.
“[El parque] no nos lo dieron. Lo tomamos” recuerda Rigo, quien tenía 12 años en aquel entonces, y no vivía en Barrio Logan, sino en San Ysidro.
Recuerda que la comunidad chicana de San Diego se solidarizó con Barrio Logan y juntos lograron la construcción del Parque Chicano.
Apenas este año, el gobierno federal de los Estados Unidos reconoció al Parque Chicano como un Punto de Referencia Histórico Nacional, una distinción que solo se le otorga a sitios importantes para contar la historia del país. FOTO: NEWSWEEK EN ESPAÑOL BAJA CALIFORNIA.
Platicamos ahí, sentados en una mesa que lleva los colores de la bandera mexicana. A pocos metros, se encuentra el kiosko adornado con detalles aztecas. Y a nuestro alrededor, pinturas sobre deidades aztecas, pero también símbolos mayas y de otras civilizaciones.
Curiosamente, el nombre de Barrio Logan no se desprende de ninguna figura indígena o chicana.
En 1871, John Alexander Logan, un congresista de Illinois, propuso la construcción de un ferrocarril transcontinental que terminaría en San Diego.
La iniciativa no prosperó, pero en su honor se bautizó una calle como Logan Heights, dando origen a Barrio Logan.
Años después, con la llegada de la Revolución Mexicana y grupos mexicanos buscando refugio, la parte sur del antiguo Logan Heights se convirtió en una comunidad principalmente chicana.
Todo esto jugó un papel importante para que el gobierno de Estados Unidos reconociera al Parque Chicano como un sitio de valor histórico.
Tener representación en la historia del país les enorgullece, porque suelen sentirse ignorados, dice Rigoberto. Cuando alguien los llama latinos o hispanos, les parece ofensivo porque desdibuja su cultura.
La identidad del chicano se manifiesta en lugares como el Parque Chicano a través de lo indígena, porque saben que no son mexicanos, pero tampoco se sienten aceptados como estadounidenses, dice Manuel Vélez, quien imparte la materia de Estudios Chicanos en San Diego Mesa College.
Cuenta que la identidad del mexicano en Estados Unidos se formó en la época expansionista del país anglo, cuando vio la necesidad de despojar a los nativos de sus tierras.
Hasta 1848, California y parte otros ocho estados eran de México.
Y en el afán de apropiarse de esos territorios, Estados Unidos hizo algo más que invadir México y forzarlo a vender su patrimonio. Lastimó su imagen para comenzar una guerra.
“Tenían que formar una percepción negativa del mexicano para justificar su relación con él. Fue en la era de la doctrina del Destino Manifiesto, cuando se formó la percepción del mexicano como negativo”, dice el académico.
El prejuicio perdura hoy en día. Se escucha latente, por ejemplo, en el discurso de Donald Trump y quienes lo apoyan. Este prejuicio ha perseguido desde entonces a las comunidades chicanas, como Barrio Logan.
Pero cobró especial fuerza en los años 90, cuando medios internacionales reportaron que el Cártel de los Arellano Félix importaba sicarios de Barrio Logan para eliminar a sus adversarios.
Un caso fue el asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en el aeropuerto de Guadalajara, en 1993. Otro fue el atentado contra Jesús Blancornelas, fundador del Semanario Zeta, en 1997. Ambos sucedieron a manos de pandilleros originarios de Barrio Logan.
La situación de aquel entonces no la niegan hoy quienes residen en Barrio Logan, pero defienden que la realidad ya es distinta.
Los chicanos del barrio destacan porque protegen su comunidad y ejercen medidas para protegerlo. Este arco instalado en una de sus vialidades principales evita el tránsito de camiones de carga que contaminan al vecindario. FOTO: NEWSWEEK EN ESPAÑOL BAJA CALIFORNIA
En la actualidad es más probable que alguien muera asesinado en el vecindario de Pacific Beach que en Barrio Logan. Los robos a mano armada ocurren con mayor frecuencia en Gaslamp, frente al Centro de Convenciones de San Diego, que en esta comunidad.
Según el reporte de criminalidad de 2017, publicado por el gobierno de la ciudad de San Diego, la actividad delictiva en Barrio Logan ya no es alarmante.
La Policía de San Diego dice que el barrio no requiere de atención especial.
En los últimos años, a excepción de algún incidente ocasional, no se han visto en la necesidad de dedicar ningún recurso específico para atender algún problema de pandillas, según John Wes Morris, capitán de la División Central de la Policía de San Diego.
Los entrevistados opinan que esto se debe al esfuerzo comunitario por mejorar a través del arte, su vecindario.
Según datos de la Asociación de Artes de Barrio Logan, 900 artistas trabajan en el barrio, una cantidad considerable en una población de 4 mil personas.
Por eso abunda el arte callejero chicano y las galerías con todo tipo de arte también.
La relación entre Barrio Logan y el arte es comparable a la de Rosarito, el segundo municipio más pequeño de Baja California, que con 96 mil 734 habitantes, es la ciudad con más artistas per cápita en México. La diferencia es que en ese municipio mexicano, muchos artistas son estadounidenses.
Todos quieren ir a Barrio Logan, porque hay muchas galerías y restaurantes, dice Marissa Cassani, quien trabaja como administradora del distrito. Es Directora de Urban Corps y funge como puente de comunicación entre la ciudad de San Diego y los habitantes del barrio.
Ella se encarga de mantener el vecindario limpio y seguro. Dice que no busca mejorar la imagen del lugar, sino la calidad de vida en el barrio. Aunque reconoce que ese labor impacta en la decisión de otras personas para llegar ahí, sea de visita o para vivir.
Manuel Vélez opina que el problema no es la llegada de otras etnias a Barrio Logan, sino cuidar que estas no desplacen a sus habitantes. Para él, el tema no es quiénes llegan a rentar, o de qué culturas son, sino quiénes llegan a comprar los edificios.
Karen González, de 33 años, ha vivido en Barrio Logan desde hace cinco. Dice que el vecindario le gusta porque es tranquilo y céntrico. Pero también porque ahí se siente en casa.
Sin embargo, teme que las cosas cambien. Ella renta y aún no le piden pagar más, pero piensa que es cosa de tiempo para que esto suceda.
“Vine cuando esta área estaba en malas condiciones, abandonadas, y yo se que han estado arreglando y me gusta el estilo que tiene,but they’re gonna take over, and we’re gonna sell out. Lo van a poner muy difícil. Pienso que nomás quierenruin us out”, dice Karen.
Algunas partes las cuenta en español, otras en inglés. Es un modo de hablar común entre la comunidad chicana. Lo que Karen dice en inglés, es que personas ajenas a la comunidad van a tomar el control de Barrio Logan y sus habitantes originales van a tener que vender.
“No estamos diciendo que no vengan, pero sí que respeten las raíces históricas de esta comunidad”, dice Rigo Reyes.
De acuerdo al último censo publicado por la ciudad de San Diego, con datos de 2010, el 72% de la población de este vecindario es hispana; 16% es blanca; 7% es africano americana y el resto son asiáticos, entre otros.
Un reportaje del San Diego Union Tribune dice que de 2000 a 2010, la población hispana disminuyó un 14%.
Pero ha sido la comunidad chicana quienes han hecho gran parte del trabajo de restauración en Barrio Logan. Marissa Cassani dice que esta se ha levantado gracias al esfuerzo y al amor que sienten por su comunidad, a pesar de enfrentarse a retos que otros distritos no tienen.
Rigo Reyes opina que Barrio Logan ha sido tratado como el basurero de la ciudad.
“Todo lo que no quieren en Downtown San Diego lo van empujando para acá, incluyendo la industria, incluyendo los yonkes”.
En uno de los pilares que sostienen al puente de Coronado, se observa un mural con la leyenda “Varrio (sic) sí, Yonkes no”. Los yonkes se refieren a losjunk-yards (o vertederos).
En Barrio Logan, sus habitantes reprochan la actividad industrial, que además del ruido, les ha traído contaminación de suelo y aire.
Marissa recuerda que por este motivo, en 2014, al vecindario se le instaló un arco sobre una de sus calles principales que dice Barrio Logan. El arco tiene una función mayor a la de servir como punto turístico; sirve para que los camiones industriales no puedan pasar por ahí.
Ese año, Marissa llevó a su abuelito Don Rodolfo Sánchez, quien creció y vivió gran parte de su vida a cuadras del lugar donde hoy se encuentra el arco.
Cuando Don Rodolfo lo vio, lloró.
“Por fin, esta comunidad tiene lo que se merece”, le dijo Don Rodolfo a Marissa, refiriéndose a que los camiones ya no podrían pasar por ahí.
La actividad industrial siempre ha sido problema para Barrio Logan.
Pero la comunidad pelea contra corriente.
De acuerdo al profesor de Estudios Chicanos, Manuel Vélez, necesitan mayor representatividad en el gobierno local.
Marissa Cassani dice que esta se ha levantado gracias al esfuerzo y al amor que sienten por su comunidad, a pesar de enfrentarse a retos que otros distritos no tienen. FOTO: NEWSWEEK EN ESPAÑOL BAJA CALIFORNIA.
Actualmente solo dos latinos forman parte del cabildo de San Diego: David Álvarez, quien es regidor del distrito que incluye a Barrio Logan, y Georgette Gómez.
Álvarez creció en Barrio Logan y actualmente vive en Logan Heights con su hijos y esposa.
Sus esfuerzos como regidor han ido dirigidos a representar no nada más a los chicanos, sino a los hispanos en San Diego, pero el trabajo de hacer valer las voces latinas, ha sido contra corriente.
En 2014, la ciudad de San Diego votó para cambiar el uso de suelo en Barrio Logan, de industrial a residencial y comercial, pero perdió con 60% en contra. Si la votación se hubiera dado únicamente en Barrio Logan, las cosas habrían sido distintas. El 70% de sus habitantes, que votaron a favor, habrían marcado la diferencia.
Aun así, la comunidad no quita el dedo del renglón cuando se propone algo.
Consiguieron el parque por el cual lucharon y lograron limpiar el nombre que tenían a través del arte. Si algo seguirán haciendo, es cuidar a la comunidad, dice Marissa.
“Si alguien no ha venido, que venga y disfrute. Barrio Logan ha cambiado mucho y la gente que aquí vive es muy humilde, pero muy luchadora y es lo que me ha hecho enamorarme de su gente. Para mí, Barrio Logan es una comunidad que ha luchado toda la vida y que seguirá luchando siempre, para preservar lo que es y lo que ha sido”.