RENÉ PÉREZ JOGLAR ha consumado su proyecto más ambicioso. Ha hecho música a partir de su huella genética y ha registrado el proceso en un documental. Cansado de lo que se reproduce en las radios de todo el mundo se encaminó a reunir los diferentes sonidos que integran su ADN. Fue una labor que le tomó dos años, en los cuales convivió con su pasado y conoció los diferentes aspectos que conforman al ser humano.
Residente se adentró en sus genes en el frío de Siberia. En el Cáucaso atestiguó la guerra y el “rezo melódico de viudas con poco por lo cual seguir rezando”. En China se encontró con una cultura milenaria enfrentada por la contaminación y el progreso. En África vio a los ojos a la explotación y a la injusticia. Pero, más allá de las realidades sociales con las que convivió, halló la energía de cada una de las culturas en la expresión musical de sus artistas y las capturó junto a sus historias.
“Hay una energía que sientes cuando se escucha el disco. Sientes que estás en una tribu, no por el sonido alrededor, sino por la energía que se siente. Yo la siento cuando escucho el disco y me pasa con cada uno de los temas. Se siente ese extra que convierte la canción en algo mucho más grande”, comenta el reconocido artista puertorriqueño en una charla con Newsweek en Español.
—¿Por qué decidiste hacer música a partir de tu ADN?
—Estaba buscando ideas en el estudio y quería ver de qué manera yo integraba la música con esta prueba. Ahí en el estudio se me ocurre y de momento me digo: “Lo que tengo que hacer es música basándome en esta prueba”. Fue de repente. Yo ha había empezado a escribir uno de los temas, que es “Desencuentro”, lo había empezado sin tener ese concepto hasta que se me ocurre. Sigo escribiendo ese tema y lo conecto con Francia y con todo el proyecto, con la idea del ADN y la música. La prueba ya estaba hace unos seis años. Yo la había dejado ahí con la idea de hacer un documental, no tenía nada que ver con la música ni nada, tenía que ver con seguir esa huella genética.
—¿Cómo fue el experimentar con distintos sonidos y músicos?
—Fue un aprendizaje grande. Yo ya había trabajado en mis discos anteriores. Ayudaba a producir y había trabajado con otros artistas, pero tienes que tener paciencia y entender que no todo el mundo está acostumbrado a trabajar de la manera en que tú trabajas. Es estar abierto. Tener tiempo para dejar que se expresen los otros colaboradores y artistas. Todo el proceso fue entretenido. Fue capturar todos los sonidos que había, luego llevarme esos sonidos, luego tener la ida de trabajar con gente que me ayudó y colaboró en el disco para seleccionar los sonidos exactos, para contar la historia en la canción. Todo el proceso de preproducción, producción y posproducción fue espectacular. Todos los sonidos son reales.
FOTO: ANTONIO CRUZ/ NW NOTICIAS.
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Residente toca dos aspectos del hombre en su disco, los cuales, si bien nunca han estado lejos de la historia de la humanidad, en fechas recientes han estado en un primer plano, más visibles. Uno es el de la cuestión racista y, el otro, el tema de la guerra. “Aquí todos somos deformes y nos resistimos a usar uniforme, lo más feo de la flor es el tallo, la belleza se alimenta de fallos”, canta sobre lo primero en “Somos anormales”. En el tema “Guerra” lo hace así: “A la guerra le dan miedo los abrazos. La guerra con camuflaje se viste, así nadie ve cuando se pone triste. La guerra pierde todas sus luchas cuando los enemigos se escuchan. La guerra es más débil que fuerte. No aguanta la vida, por eso se esconde en la muerte”.
—En la actualidad el ser diferente es una condición recalcada en los discursos de la gente en el poder. ¿Qué le dirías a esa clase de políticos que pululan cada vez más?
—Como seres humanos somos igual de distintos. Si hay una diferencia es porque cada ser humano y cada cabeza es un mundo. Pensamos distinto, pero sí venimos de un mismo lugar y estamos conectados genéticamente por la historia. Eso es fundamental que se tenga claro. No es que uno venga de una raza distinta, todos salimos de un mismo lugar, y eso instantáneamente nos convierte en hermanos. Es bastante ridículo que existan esas separaciones racistas en estos tiempos. Tú oyes los comentarios y hay gente en algunos países que se sienten que son europeos, pero también son de África, de China… Todos tenemos de todos lados.
—Estuviste en países donde la guerra está presente, ¿cómo fue tu experiencia en estos lugares?
—Cada país tiene diferentes razones por las cuales están en guerra y, al final, no es nada. Hay gente que lucha, por ejemplo, en el caso Nagorno Karabaj, a un lado de Armenia, están defendiéndose de los ataques de Azerbaiyán. Los atacaron porque quieren que se salgan de las tierras y ellos se defienden. Armenia ha sido también un pueblo atacado históricamente, donde hay un genocidio no reconocido por Turquía y muchos países grandes. Imagínate, tratando de hacer lo mismo a la gente de Nagorno Karabaj, cuando muchos de ellos son armenios.
“Hay unos que luchan por defenderse, hay otros que luchan por dinero. Cada cual ha tenido sus razones, al menos en los conflictos que pude entender. Lo más jodido es que los países grandes son los que han promovido ese tipo de conflictos, pero para beneficiarse económicamente y por territorios. Por ejemplo, Estados Unidos apoya a Georgia, Rusia apoya a Osetia y, al final, de eso se trata; sí están los que luchan por su tierra como el soldado más pequeño, pero eso sigue una jerarquía, un orden, que al final, cuando vienes a ver, hay un montón de intereses: monetario, compra de armas, hay de todo. Y es triste porque hay gente que está pensando que está luchando por una razón, pero la realidad es que es por otra”.
FOTO: ANTONIO CRUZ/ NW NOTICIAS.
—¿Crees que el ser humano es por naturaleza un animal de guerra?
—Estamos constituidos por guerra, así fue que se formó nuestro cuerpo, entre células fuertes comiéndose a las débiles para que todo se forme. Tenemos la guerra por dentro, aunque no queramos ver cómo nos controlamos para mantenernos pacíficos. Hay momentos que hay que tenerla y enfocarla en algo específico. Vas a sobrevivir porque te estás ahogando, y la guerra, ese espíritu guerrero, es el que te ayuda a salir. Pero si hay un momento en que hay tensión con otro ser humano y la cosa se puede poner violenta, ahí tienes que saber que no tienes que ir por la guerra, sino por el contrario. Cómo saber balancearlo está en uno.
—¿Cómo sirve el arte frente a las atrocidades que enfrentan las personas que conociste en su día a día?
—El arte puede ayudar a que las cosas sean mejores, como una herramienta más, como todo, como la gente que trabaja socialmente todos los días. El arte te ayuda a concienciar y físicamente puedes ayudar cuando haces conciertos a beneficio de una causa social, recolectando alimento, recolectando dinero. Casi siempre yo lo he hecho recolectando cosas que necesita la gente como alimento y ropa. Pero de la forma en que más ayuda es concienciando, porque termina promoviendo un cambio en beneficio del mundo para que las cosas mejoren.
—¿Algo cambió en ti a partir de este proyecto?
—Siempre voy evolucionando, cambiando mi forma de pensar. Eso es parte del proceso de desarrollo de los seres humanos. En este caso así fue porque fueron dos años colaborando con un montón de diferentes culturas y confirmando situaciones de las que había leído como Francia, cómo el gobierno francés se come a países como África. Eso te cambia como persona. Estar en estos lugares y de repente volver a tu casa, o volver a una ciudad como Nueva York o volver a países que tienen otra realidad, te hace pensar en un montón de cosas.