Las poblaciones indígenas en México tienen una clara desventaja para el acceso a derechos sociales y bienestar económico, como lo muestran cifras aportadas por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). En 2014, por ejemplo, siete de cada diez personas indígenas se encontraban en pobreza y de éstas, tres de cada diez vivían en pobreza extrema. En contraparte, en la población de hombres no indígenas entre 21 y 55 años, la pobreza era de sólo 38.9 por ciento.
“Las condiciones de precariedad de la población indígena se han mantenido superiores a los de la población no indígena a través del tiempo. Las políticas públicas no han conseguido disminuir las brechas históricas entre ambas poblaciones”, destaca el informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2016 dado a conocer esta semana.
El 79.7 por ciento de la población hablante de una lengua indígena y el 76.1 por ciento de la población indígena reportaron en 2014 vivir con un ingreso inferior a la línea de bienestar, es decir que no contaron con los recursos suficientes para adquirir los bienes y servicios que requerían para satisfacer sus necesidades básicas alimentarias y no alimentarias.
Los mismos datos indican que el 33.9 por ciento de la población indígena y el 46.5 por ciento de la población de lengua indígena tienen un rezago educativo; que el 38.8 y el 41.3 por ciento, respectivamente, viven con carencia en el acceso a la alimentación; que el 61 y el 70.4 por ciento no contaban con el acceso pleno a los servicios básicos de vivienda y que el 79.4 y el 82.3 por ciento a los de seguridad social.
En el ámbito laboral los indígenas también presentan claras desventajas respecto a la población no indígena, refiere el reporte. Los indígenas en áreas urbanas acceden principalmente a puestos de trabajo de baja calificación y mal remunerados y tienen sólo un 17 por ciento de posibilidad de ocupar empleos altamente calificados. Aun teniendo la educación superior completa tienen probabilidades de ganar cerca de 12 por ciento menos que una persona no indígena con las mismas calificaciones por el mismo tipo de trabajo en zonas urbanas de México, y 14 por ciento menos en zonas rurales.
“La población indígena en México tiene menores oportunidades de acceder a un empleo formal, lo cual deriva en que muy pocos cuentan con prestaciones laborales y un trabajo decente. En 2014 ocho de cada diez indígenas se encontraban en empleos informales, mientras en la población no indígena se insertaban seis de cada diez en este tipo de empleos”, dice el Coneval.
El Consejo detalla que los trabajadores en empleos informales son un grupo vulnerable y con severas limitaciones para el desarrollo personal y familiar, pues estos empleos no suelen tener estabilidad e ingresos fijos; asimismo, generalmente obtienen salarios menores asociados a actividades con menores niveles de escala y productividad. El 70.2 por ciento de esta población, por ejemplo, percibe hasta un salario mínimo, mientras que el 26.2 por ciento gana hasta tres salarios mínimos y sólo un 2.5 por ciento hasta cinco salario mínimos.
“Resulta claro que la política pública para el desarrollo de los indígenas deberá ser dirigida en dos sentidos: reducir el rezago social de la población originaria y, simultáneamente, acortar la dramática distancia que los aleja del resto de las y los mexicanos, respetando siempre su identidad, costumbres y tradiciones”, concluye Coneval.