Director, dramaturgo y actor, Adrián Vázquez asegura que el público que asista a la obra teatral que actualmente comanda, Seattle, se va a encontrar con una puesta “potente y entrañable y va a salir con ganas de moverse”, pues es protagonizada por dos bailarines “que son muy buenos y los van a contagiar”.
Seattle cuenta la vida de Luna y Mark, dos singulares bailarines a quienes la música, la danza, los deportes y los eventos históricos intentan unir como una rebeldía de o contra el destino. Es, además, una historia de encuentros y desencuentros familiares, sociales e históricos en donde lo presumiblemente melodramático debe reducirse a la sencillez y simpleza de una sonrisa.
Musicalizada con temas de Nirvana, Pearl Jam, Stone Temple Pilots y Soundgarden y protagonizada por Nancy López Luna y Elia Mrak, la puesta actualmente es presentada por la compañía Los Tristes Tigres en el teatro La Capilla, en Coyoacán, Ciudad de México.
—¿Para montar esta obra, Adrián, tú como director requieres conocimientos de danza?
—Sí. Tengo algo de experiencia, en algún momento fui subdirector de la Facultad de Danza de la Universidad Veracruzana, entonces mi vida escénica de teatro ha estado muy vinculada con la danza. Quizá no conozco los términos y mecanismos de un bailarín, pero sí puedo encontrar la dinámica interpretativa de un bailarín en un actor y de un actor en un bailarín. En ese sentido, la gran dificultad que tuvimos fue hallar un lenguaje en común entre los actores, que son intérpretes corporales y creadores de la danza, y yo, un creador de teatro. Pero una vez que lo encontramos comenzamos a fluir. Lo que hicimos fue potenciar y hacer significar las coreografías, darles un sentido teatral, pero de un modo autónomo para que cada coreografía tenga un significado particular para quien la interpreta y para quien la observe.
Adrián Vázquez es licenciado en teatro por la Universidad Veracruzana. Su carrera profesional comenzó hace 25 años, tiempo en el cual ha actuado en más de cincuenta obras y dirigido varias puestas. También ha sido docente en facultades de teatro y danza y ha impartido infinidad de talleres de interpretación y creación escénica.
FOTO: Juan Carlos Reynoso
—¿El teatro que se hace en México vale la pena?
—He tenido la oportunidad de corroborar en festivales internacionales que tenemos un muy buen nivel de teatro en México y que compite con el de cualquier parte del mundo. En diciembre vi El hombre de La Mancha y es una superproducción cargada de la pasión y potencia de su director, Mauricio García Lozano, entonces creo que es un parámetro. No he visto Billy Elliot, pero la gente dice que es maravillosa. Entonces, estamos en esta posibilidad de competir contra productos extranjeros. Las obras que presentamos, además de tener un discurso potente en su dramaturgia, tienen una estilística y estética muy sobresalientes.
—¿Cuál es la última puesta en escena que has presenciado?
—La estética del crimen.
—¿La última obra teatral que confirmó tu pasión por tu oficio?
—El hombre de La Mancha.
—¿El último teatro que te dejó boquiabierto por impresionante?
—El teatro de la ciudad de Aguascalientes; es muy, muy bello.
—¿La última vez que hubieras preferido dedicarte a otra profesión?
—No. No me arrepiento.
FOTO: Juan Carlos Reynoso
—¿La última vez que lo diste todo en una puesta en escena?
—En la última función de Más pequeños que el Guggenheim. Nos enfrentamos a un público de 800 espectadores de jóvenes de secundaria y preparatoria. No teníamos micrófono y no había iluminación, era una función muy austera, y nos dimos cuenta de que si no dábamos toda nuestra energía y capacidad la función nada más no iba a salir bien.
—¿La última vez que amaneciste con la idea de jamás cambiar de oficio?
—Hace unos días, después de haber visto una función de la obra Los que sobran, que yo escribo y dirijo. Es una obra mía y los chavos dieron una muy buena función y al otro día amanecí muy contento.