Sobre la mesa en la que pronto se sentará Bebe hay una taza de café sin terminar y un plato con dos cigarrillos a medio fumar.
Al entrar en la habitación de un hotel en la Ciudad de México, la cantante y compositora española se sienta y enseguida prende un cigarrillo; me ofrece uno y comienza a contarme de su álbum Cambio de piel: “Es un trabajo precioso y, además, creo que Carlos Jean ha hecho una producción increíble”.
Bebe, que estuvo el pasado 7 de mayo en el Plaza Condesa, habla también del documental que se estrena esta semana, Diez años con Bebe, y que dirigió su pareja, Hernán Zin. “No fue muy difícil, quizá porque Hernán vive conmigo, entonces creo que no es lo mismo que alguien cercano haga ese recorrido de los años: de lo bueno y lo malo que ha pasado”.
Da unas fumadas más a su cigarrillo y, viendo a la ventana, habla de México, el país en el que suele empezar sus giras en América Latina: “Quizá tengo un poco de predilección, me da energía empezar aquí, la gente, el clima”.
Pero sus pensamientos no están del todo en México, pues “estos conciertos me dan fuerza y compensan haber dejado todo un océano en medio de mi familia y yo”.
—¿Lo dices por tu hija?
—Mi mayor éxito hasta ahorita es haber tenido a mi hija, de eso no hay duda. Es una chavalilla.
—¿Es traviesa? Lo pregunto pensando en su madre…
—Es traviesa, es una niña. Las niñas tienen que ser traviesas, divertidas, juguetonas, un poco de todo —y con una sonrisa inquieta demuestra que ella también tiene aún un poco de niña.
—¿Tus canciones de dónde nacen?
—Nacen de la vida, de las reflexiones que uno tiene. De mirarme en el espejo, de bajar al infierno y, a veces, de lo que vivimos todos fuera. Hay discos que son más hacia fuera y otros más hacia dentro.
—Este es profundo…
—Este fue todo hacia dentro. Hay otros, como el anterior, que fue hacia fuera por la situación que se vivía en España en ese momento.
—¿Y si tuvieras que ponerle un soundtracka la situación que vive hoy España?
—No sé, tendría que pensármelo muy bien, pero buscaría algo con sentido del humor porque en la vida hay que reírse, si no, vamos para abajo.
—¿Cuándo fue la última vez que te sorprendiste de ti misma?
—Hace muy poco, con mi niña. Nos compramos un longboard y se nos da muy bien. Yo he patinado mucho y es esto muy cómodo porque es grande y nos vamos a comprar el pan y nos vamos en el longboard y platicamos y nos encanta.
—¿La última canción que te tocó el alma?
—Una que canté con Vanesa Martín en un concierto suyo. Me invitó a cantar y cantamos una canción que se llama “La piel”, me tocó el alma por completo. También ahora hay un disco que se llama The Life of Pablo (La vida de Pedro), de Kanye West, y lo recomiendo mucho.
—¿Has descubierto un artista últimamente?
—Hay uno que me flipa, se llama Fink. Déjame pongo mi Spotify, es que ahí descubres todo. Esta canción —dice mientras pone “Pilgrim” en su computadora— es una pasada, una locura, está increíble. Me encanta cómo va in crescendo todo el rato y cómo lo contiene —se emociona y la música continúa detrás de sus palabras.
—¿Tú piensas en todo eso cuando compones?
—Sí, voy pensando en todo y también cuando estamos produciendo. Ahí tengo el gran cerebro de Carlos Jean, que sabe traducir perfecto lo que quieres.
El tiempo se acaba y Bebe apaga su cigarrillo antes de llegar al final. “Lo que más quiero ahora es disfrutar, cantar, y que la gente se quede muy contenta”.