ES UNA NOCHE MOVIDA EN MEZQUITIC. Hay gente que acomoda estructuras en la plaza principal para una celebración religiosa. Los que no ayudan, observan de cerca. Son en su mayoría señores y señoras que están sentados en las bancas que rodean el quiosco. Platican y ven pasar la noche. No hay mucho más que hacer.
Es un municipio jalisciense pequeño, de apenas 18 000 habitantes, pero no desconocido. De hecho, en 2013 estuvo presente en la prensa local y nacional. La Cruzada Nacional contra el Hambre, uno de los programas emblema del gobierno federal, fue el motivo.
Ese mismo año recibió la visita de Rosario Robles, entonces secretaria de Desarrollo Social, y del gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval. También hubo otros funcionarios municipales y estatales, además de líderes de las comunidades indígenas. Ahí firmaron un convenio mediante el cual pretendían mejorar las situaciones de alimentación, vivienda, salud, infraestructura y educación. Pero, a tres años del lanzamiento nacional de la cruzada, ¿qué tan efectiva ha sido en los objetivos que se propuso?
Una de las metas prioritarias del programa, según el decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el 22 de enero de 2013, es el combate a la desnutrición, especialmente en las “personas en pobreza multidimensional extrema y carencia de acceso a la alimentación”.
Médicos de la región norte de Jalisco, en donde está ubicado este municipio, afirman que los niveles de desnutrición no registran una tendencia a la baja; incluso, aseguran, carecen de los insumos suficientes para atenderla.
Quien tiene los datos sobre este problema es José de Jesús González Curiel, director de la Región Sanitaria Uno, en la que entra Mezquitic y otros municipios del norte de Jalisco.
Es claro: las cifras son bajas. “En Mezquitic estamos hablando de que tenemos un índice aproximadamente de 508 niños de desnutrición leve, mientras que son aproximadamente unos 200 en desnutrición avanzada y 52 en desnutrición grave. Estamos hablando de una población aproximada de unos 760 niños que corresponden aproximadamente a 20 por ciento de la población total de menores en el municipio”.
También contabiliza ocho niños totalmente recuperados y 60 en ese proceso. Lo anterior se agrava si se toma en cuenta que el proceso de recuperación dura de uno a tres años, dependiendo también de las acciones de los padres de familia para ayudar a abatir este problema que es común principalmente en la sierra.
José de Jesús González es quien aporta las cifras, pero sus colegas de la zona también coinciden en que el combate a la desnutrición, ya sea por la cruzada o por otros programas, ha sido poco efectivo.
Juan Manuel Álvarez Duarte, médico general que tiene su consultorio a un costado de la plaza principal de Mezquitic, afirma que la desnutrición persiste. Y no sólo eso: cuando hay un caso grave en la sierra entre las comunidades indígenas, se complica el traslado a la clínica de salud.
Hay gente inconforme con la clínica de salud del municipio. Juan Manuel menciona que hay un sistema de citas que no contempla emergencias, por lo que los habitantes prefieren ir directamente con él, aunque tengan que desembolsar 60 pesos para la consulta.
Cuando son casos graves, los pacientes van a Huejuquilla, municipio ubicado aproximadamente a una hora en automóvil. El problema es que la clínica de salud de ese lugar tampoco tiene los instrumentos necesarios para tratar la desnutrición.
Daniel Bernal Espinosa, director de la clínica de ese municipio, califica como alto el número de casos que llegan desde Mezquitic con desnutrición. El problema es que, si no se atiende como es debido, el problema puede volverse tuberculosis o incluso en enfermedad respiratoria. Y confirma: no hay los insumos necesarios para tratar la desnutrición como es debido.
“Yo sí he observado que va en aumento. Esto es a raíz de otros factores: nivel socioeconómico, economía del país, insumos propios del hospital. No hay personal calificado en hospital”.
El tema médico es importante porque la Cruzada Nacional contra el Hambre también lo contempla. En el mencionado decreto se anunció la creación de la Comisión Intersecretarial de la Cruzada, la cual es integrada principalmente por secretarías de Estado, entre ellas la de Salud.
Daniel Bernal afirma que gran parte del problema tiene que ver con la federación, a falta de un plan estratégico efectivo:
“La estrategia (cruzada) apunta a darles despensa, pero no mitiga el problema real, el problema a veces es cultural, al no tener la cultura de ese tema se cae en los dos extremos. Ha sido falta de estrategia, apoyo y saber aterrizar un programa federal para quienes realmente lo necesitan”.
Este medio buscó a la delegación de la Secretaría de Desarrollo Social en Jalisco, pero no hubo respuesta al cierre de esta edición.
Batalla contra el hambre: Los especialistas coinciden en que la desnutrición hay que atacarla desde diversos puntos. Uno de ellos es el cultural. FOTO: ELIZABETH RUIZ / CUARTOSCURO
CON EL SELLO DE LA DESPENSA
El ejemplo anterior es el de Mezquitic, pero en el orden nacional tampoco hay grandes noticias. Joaquín Osorio Goicochea, investigador del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), quien se especializa en temas de política social y desigualdad, menciona que desde 1992 no ha habido mejoras notables en los programas sociales.
El problema, afirma, es que en cada programa social se sigue tomando como parte toral la entrega de despensas y apoyos de este tipo, por lo que la política económica queda de lado.
“Este tipo de programas nada más tienen efecto compensatorio”, explica.
Está muy bien que se quiera abatir el hambre, agrega el investigador. Pero dice que nunca se resolverá el problema mientras no se ataque de fondo: la falta de empleo y los bajos ingresos de las personas, es decir, generar las condiciones para que la gente sobreviva sin la necesidad de esas despensas. “No formas clases medias (…) Hay que hacer asistencia social, pero no puedes hacer sólo eso”.
El investigador no ve, por ejemplo, acciones significativas para que mejore la situación de los trabajadores del campo con mayor distribución de sus productos.
Uno de los problemas que señala es la dispersión de las personas que viven en situación de marginación. Retomando el ejemplo de Mezquitic, si alguien se enferma de gravedad en la sierra, es prácticamente imposible que pueda recibir atención inmediata por la falta de servicios especializados. En eso también han fallado este tipo de programas.
Si bien la cruzada es una buena idea, dice el especialista, no puede ser un programa insignia, pues se debe prestar mayor atención a temas, por ejemplo, de infraestructura para que la gente pueda ir y venir a menores costos.
En ello coincide el informe de la Auditoría Superior de la Federación (ASF): “Las deficiencias en la implementación, focalización y coordinación de acciones en el marco de la Cruzada Nacional contra el Hambre no permitieron verificar en qué proporción se garantizó el acceso a la alimentación y a los demás derechos sociales de los 7 millones de personas en pobreza extrema alimentaria, lo cual no garantizó que se contribuyó en la erradicación de la prevalencia del número de personas en esa condición”.
El órgano fiscalizador también señala que la cruzada falla en la focalización de sus beneficiarios. De las 79 acciones implementadas no se puede asegurar que hayan sido dirigidas a la población que el programa tiene como objetivo, que es la gente con pobreza extrema alimentaria.
Además, pese a que la comisión encargada de la cruzada informó de la implementación de 64 programas presupuestarios, la ASF sólo identificó acciones en 55 de ellos; hasta ahora falta la explicación de la ausencia de los nueve restantes.
PROBLEMA MULTIFACTORIAL
Los especialistas coinciden en que la desnutrición hay que atacarla desde diversos puntos. Uno de ellos es el cultural. José de Jesús González menciona que otro problema con el que se han encontrado es la falta de cooperación por parte de los padres de familia.
“Hemos tenido la franca sorpresa de que las madres no les quieren preparar el suplemento (que previamente se les proporciona para tratar la desnutrición) y nos vemos incluso en problemas de que tenemos que estarlos presionando llevándoles el suplemento para que se pueda utilizar”.
Menciona que cuando los menores están en otros lugares, como albergues, el proceso para que salgan de esa condición se vuelve más sencillo; sin embargo, cuando regresan vuelven a caer en ese problema.
Para el funcionario, una de las estrategias para combatir la desnutrición son los comedores asistenciales.
En la comunidad de San Andrés Cohamiata, en Mezquitic, hay uno que incluso dio nota: lo inauguraron a finales de junio de 2014, pero tardó dos meses en comenzar a operar por falta de agua. Aunque estos comedores resultan útiles, agrega que también tienen que esperar que las familias repliquen este tipo de alimentación en sus casas, “porque ya vimos que difícilmente lo hacen”.
José Alejandro Morales, coordinador de las carreras de ciencias de la salud en la Universidad de Guadalajara, también considera que se trata de un problema multifactorial. Explica: si atienden a un niño desnutrido en Colotlán, que es donde está uno de los hospitales de la región, y se le regresa al lugar donde contrajo el problema, entonces volverá a recaer en él.
“Entonces hay que verlo de forma global: intervienen cuestiones culturales, económicas y políticas para abatir este gran problema que no nada más es de aquí, es un problema a escala mundial, pero aquí en Jalisco es una de las áreas donde más se ve”.
El académico asegura que la cruzada es un buen proyecto, pero falta reforzarlo. Lo dice con conocimiento de causa: desde que era pasante ha estado con frecuencia en contacto con la población de la sierra.
Uno de los problemas son los traslados: “A un lugar como San Andrés Cuhamiata, Tuxpan, Santa Catarina, son cinco, seis, siete, ocho, diez horas para llegar hasta el hospital de Colotlán, un poquito menos si es al norte, al hospital de Huejuquilla, donde podrían brindarles esa atención, yo estoy seguro de que mucha de la población de los niños, aunque se les diagnostique con desnutrición, no tiene la posibilidad de acudir a un hospital donde pudieran brindarles esa atención”.
“Falta una intervención real”, agrega José Alejandro Morales, quien en noviembre estuvo en San Andrés Cuhamiata y se encontró con el panorama de carencias que ha visto tantas veces. Menciona que una tarea pendiente es hacer más atractiva la zona para que acuda más personal médico. A todos les gustaría estar a media hora de su trabajo, dice, pero es urgente la atención médica en lugares marginados.
“Yo soy de La Barca, tengo 20 años aquí, conozco bien la sierra. Faltan algunas cuestiones básicas, están lejos y cuestan, pero, caray, son jaliscienses, y el hecho de que estén acá no es castigo. Tenemos que atenderlos, es parte de nuestro actuar en donde nos toque hacer nuestra labor social. Se necesita intervención, que haya quien detecte a tiempo, que haya gente. Estrategia de diversos frentes”.
NO LES AVISAN
Uno de los principios de la cruzada es la coordinación entre diversas instancias de gobierno. Pero a los integrantes de la Región Sanitaria Uno, que es la que le tiene tomado el pulso a Mezquitic, no les avisan sobre las acciones relacionadas con salud.
José de Jesús González Curiel menciona que se les ha integrado poco en ese esfuerzo: “Hubo unidades, hubo centros de salud que fueron pintados y ni siquiera nos informaron. Nos dimos cuenta porque el personal nos habló. Fuimos y nos dimos cuenta de que era parte del programa y fue de la manera que estuvimos al pendiente, pero mucho lo hicieron autoridades estatales y federales, y nosotros nos involucramos más bien en la actividad clínica, que es la atención de pacientes, la detección de casos, la captura (de datos) de estos niños desnutridos”.
—Pero eso ustedes ya lo hacían, no hacía falta la cruzada.
—Sí la teníamos (esa tarea), pero nos hacen la observación de que hagamos el refuerzo de estas actividades en pro de la cruzada.
—¿Es notorio ese refuerzo que hacen a partir de la cruzada?
—Definitivamente no, porque son actividades ya programadas de parte nuestra desde el principio de año. El hacer nuestros censos poblacionales, la detección de niños o de mujeres embarazadas son actividades ya programadas sin que se venga un programa con estas características. Y únicamente nos enfocamos en hacer pesquisas o a ser más insistentes con invitar a la gente, a ser más acuciosos con detectar casos que no tuviéramos a lo mejor previstos.
Cuando era secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles visitó Mezquitic, el pequeño municipio jalisciense en donde se implementó la flamante cruzada contra el hambre de Peña Nieto. FOTO: MOISÉS PABLO / CUARTOSCURO
PROGRAMA ASISTENCIAL
Es sábado por la mañana. Desde las 8:00 horas se escucha un golpeteo desde la parroquia, ubicada a unos metros de la plaza principal de Mezquitic. A lo lejos suenan decenas de sonajas que son agitadas al mismo tiempo, con un ritmo previamente establecido. Son danzantes que desde temprano se unen a las celebraciones religiosas.
Frente a estas personas, que bailan con atuendos morados, hay una fonda que se prepara para recibir a los hambrientos clientes. María Antonia Valencia, una señora de la tercera edad, es la encargada del lugar. Además de lo que le deja el negocio, el dinero que le aporta la cruzada le ayuda a sobrevivir.
Hasta el momento ha recibido apoyo en cuatro ocasiones. A la tarjeta que le entregaron tras registrarse en el programa le depositan poco más de mil pesos. Cada dos meses, con ese recurso, va a la tienda Diconsa, que está a unas cuatro cuadras de distancia, a surtir la despensa.
Su marido está enfermo y no puede trabajar, lo cual agrava la situación. A pregunta expresa sobre si recibe otro tipo de apoyo, dijo que no, que sólo es el dinero con el que puede comprar frijol, arroz, aceite, harina y otros alimentos.
Aunque las autoridades federales y estatales aseguran que no se trata de otro programa meramente asistencial, hay otras voces que apuntan a lo contrario. Una de ellas es la de Uriel Nuño Gutiérrez, jefe de la Dirección de Cultura y Sociedad del Centro Universitario del Norte de la Universidad de Guadalajara.
Nuño Gutiérrez recuerda que un grupo de académicos planteó que la Cruzada Nacional contra el Hambre, especialmente en el municipio de Mezquitic, era, además, un asunto mediático. Menciona que, en aquel momento Salvador Rizo Castelo, entonces secretario de Desarrollo e Integración Social de Jalisco, los increpó con cifras oficiales y con supuestos avances. El tiempo, afirma el académico, les ha dado la razón.
Desde el lanzamiento de la cruzada, en enero de 2013, la Presidencia de la República propuso cinco ejes prioritarios de acción. Dos de ellos corresponden al ingreso de los campesinos y pequeños productores: el aumento en la producción de alimentos y en las ganancias de estas personas, además de la reducción de pérdidas poscosecha durante el almacenamiento, transporte, distribución y comercialización.
Nuño Gutiérrez ve pocos avances en esos temas, principalmente porque se carece de la infraestructura necesaria para lograrlos.
“En primer lugar deben garantizarse los precios de producción y venta, además de generar mercados y vías de transportación y movimiento de productos. Si tú vienes a la región norte, las vías de comunicación son complicadas, incluso para los camiones de Liconsa, que surten productos a comunidades indígenas”.
Hay comunidades indígenas, agrega el académico, a las que ni siquiera se puede acceder en vehículo, por lo que los beneficios anunciados por las autoridades no han llegado a muchos de los habitantes del municipio.
Por lo anterior hay al menos una consecuencia: llegan apoyos a las comunidades, pero los integrantes de estas no cuentan con más herramientas para elevar su calidad de vida sin necesitar las dádivas oficiales.
El académico agrega que se pueden llenar de comedores comunitarios los municipios que integra la cruzada, pero también se necesitan otros programas y apoyo para que las personas que los habitan tengan más elementos para subsistir.
En cuanto a la erradicación del hambre, Uriel Nuño señala que una de las comunidades más beneficiadas hasta el momento es la de San Andrés Cohamiata, una cabecera indígena.
“Lo que se ha hecho en materia de erradicar el hambre es la construcción del comedor comunitario, junto con eso una tienda en donde precisamente el Estado surte los elementos fundamentales y necesarios para operar el comedor y que las personas tengan acceso a productos básicos, como harina de trigo y maíz”.
A pesar de esas acciones, Uriel Niño afirma que es difícil conocer el efecto de la cruzada, pues faltan indicadores claros y transparentes para revisar si se trata de un programa realmente efectivo.