Para Alonso Díaz de la Vega, crítico de cine seleccionado para el Programa
Berlinale Talents 2015, las franquicias cinematográficas responden, como
cualquier otro producto, a una necesidad del público objetivo. El cine tiene el
poder de cumplir nuestras fantasías. En el caso de las “sagas”, es su carácter
melodramático el que logra que nos identifiquemos con los personajes que
aparecen en pantalla.
En ese sentido, Hollywood
es como una máquina de cumplir sueños. Se calcula que tan solo en 2014, generó
564 mil millones de dólares de ganancias. Las franquicias aportan una enorme
cantidad de dinero no sólo desde de la taquilla, sino a través de actividades
como publicidad, pago de regalías por derechos de autor y, sobre todo, el merchandising. Star Wars actualmente
ocupa el cuarto lugar en la lista de las más exitosas de todos los tiempos, con
casi 2 mil millones de dólares de ganancias; sólo detrás del Universo Marvel,
con un valor de 3 mil quinientos millones de dólares, Harry Potter (2 mil 300
mdd) y James Bond (2 mil mdd).
Las franquicias, en buena
medida son un refugio de la realidad. Es la construcción de universos
desconocidos en los que la gente encuentra la posibilidad de huir por completo
de ésta. La existencia de historiografía sobre estos mundos ficticios, cultura
con canciones y poemas, y multitudes de razas y tradiciones, nos evita recordar
nuestra situación. Por eso Star Wars ha generado tantos cómics y novelas
independientes. George Lucas creó un universo tan vasto que los fanáticos
decidieron expandirlo aun más y a veces reimaginarlo. En estas películas la
realidad se mejora y se trasciende para el deleite de todos, opina el crítico.
Pero no sólo es el
contenido el que garantiza la fama mundial. La industria cinematográfica
estadounidense logra alcanzar estas arrasadoras cifras gracias un concepto
clave: las economías de escala o economías externas. Esto significa simplemente
que distintas compañías de una misma industria deciden establecerse en una zona
geográfica específica, motivados principalmente por el abaratamiento de la
producción y el uso eficiente del trabajo calificado, la infraestructura y los
materiales utilizados como insumos. Dos de las economías de escala más
importantes del mundo se encuentran en el estado de California: Silicon Valley
y Hollywood. Ambos representan lo más avanzado de la tecnología y el cine
respectivamente. Parecería que los estudios han encontrado una fórmula casi
perfecta para su producto.
Para Disney, el gigante de
las películas animadas que decidió adquirir Lucasfilm –compañía fundada por
George Lucas, la mente creadora detrás Star Wars e Indiana Jones- por 4 mil
millones de dólares en 2012, el futuro cercano parece muy prometedor. Dueño
además de Marvel y Pixar, The Walt Disney Company cotiza en la Bolsa de Valores
de Nueva Yorks (NYSE), y está valuada en 187 mil millones de dólares. Desde que
el Ratón decidió volver a poner a los largometrajes como el eje de su
estrategia de crecimiento, sus ganancias se han duplicado, y el precio de sus
acciones es ahora cinco veces mayor de lo que era hace menos de una década.
Videojuegos, parques temáticos, juguetes, cómics, música, cruceros, canales de
televisión…Disney se adueña de la industria del entretenimiento una y otra vez
con cada película que produce. Hasta octubre de 2015, sus ganancias ascendieron
a 52 mil millones de dólares. El año pasado, generó ganancias de 45 mil
millones de dólares sólo por venta de mercancía temática.
El blockbuster del año
tardó en llegar. Se espera que la recaudación total sea de 180 a 220 millones
de dólares. Antes de que finalice la década, ya habrá otras cinco películas para añadir a la colección. Spin-offs,
precuelas, secuelas…la pregunta es, ¿hasta dónde se puede “crecer” una
franquicia? Lo que si queda claro es que para los estudios Hollywoodenses, los
límites van más allá del tiempo y del espacio.