BUENOS AIRES, ARGENTINA.— Cuando falta una semana para la segunda vuelta electoral, el empresario Mauricio Macri está más cerca que nunca de convertirse en el nuevo presidente de Argentina.
Macri podría ser el primer liberal de derecha capaz de terminar con una racha de quince años ininterrumpidos de gobiernos peronistas iniciada en 2001, después de la crisis social que expulsó al presidente Fernando de la Rúa y condujo al estallido social conocido como el “argentinazo”.
Según las últimas encuestas publicadas, Macri alcanza el 44 por ciento de las preferencias frente al 40 por ciento del peronista Daniel Scioli, una tendencia que se puede palpar en las grandes ciudades del país, donde propios y extraños se preparan para un eventual gobierno de la derecha.
En caso de ganar, el libre mercado tendrá otra oportunidad en Argentina, donde “liberalismo económico” se había convertido en una mala palabra y había sido reemplazada por la fórmula oficial de “crecimiento con inclusión social”, con un esquema fuertemente estatista.
En caso de conseguir la victoria, Macri llegaría al poder con un programa capaz de iniciar un vuelco en el electorado sudamericano ante los gobiernos de izquierda o progresistas, como los de Nicolás Maduro en Venezuela o Dilma Rousseff en Brasil. Ambos países, fuertes aliados del peronismo, deberán enfrentar pruebas electorales similares en contextos de estancamiento económico y fuertes críticas de la clase media ante la gestión que califican de populista.
“Seguimos con mucha atención lo que pasa en Venezuela, y aplicaríamos la cláusula democrática del Mercosur si el gobierno no libera a los presos”, asegura Macri en referencia a posibles sanciones en el mercado común sudamericano a Caracas. “Lo que está pasando con el alcalde Ledezma y otros dirigentes es gravísimo, no tiene nada que ver con un gobierno democrático”, sentencia.
Como lo han hecho notar sus allegados, Macri es un ejecutivo al que le gusta verse a sí mismo como un hombre de acción y de soluciones prácticas frente a problemas concretos. Ingeniero de profesión, lo impacientan los debates ideológicos y suele exhibir definiciones sencillas:
“No creemos en este gobierno cuando fue neoliberal ni cuando fue estatista-populista, creemos que hay una vía intermedia, que es resolver los problemas de la gente diciendo la verdad, respetando las instituciones, ese es el camino”.
EL FÚTBOL ES MÁS ESTRESANTE
La fuerza social de Macri es una clase media que no cree en discursos políticos y que espera una mejora en su esfera de vida con un gobierno que levante las restricciones para la compra de dólar o que reduzca los impuestos que actualmente se destinan a subsidios a los sectores menos protegidos. La principal crítica apunta a que las políticas sociales han servido para beneficiar un sistema clientelista de partido de Estado, utilizado para asegurar la permanencia de peronismo en el poder.
El propio Macri, que saltó a la vida pública como presidente del club de fútbol Boca Juniors, hizo su campaña en contra de “la política”, una actividad que considera menos apasionante y compleja que el fútbol.
“La gente se acuerda de la política cuando hay elecciones, en cambio el fútbol lo vive como una pasión permanente, mi experiencia en Boca fue mucho más estresante que ser jefe de gobierno (de Buenos Aires) o que candidato a la presidencia”, confiesa Macri. “Boca fue para mí una gran escuela”.
La primera medida anunciada en un eventual gobierno de Macri es la liberalización del mercado cambiario para el día siguiente a su eventual toma de posesión, que ocurriría el 10 de diciembre, lo cual puede convertirse en un fuerte remezón después de las restricciones oficiales a la compra y venta de moneda extranjera: el llamado “cepo al dólar”, establecido por la presidenta Cristina Kirchner.
Aunque ha evitado hacer explícito su programa económico, ha prometido que mantendrá los planes sociales, si bien eliminará a los empleados que engrosan el aparato estatal. Algunos de los puntos pendientes será su actitud ante las industrias estatizadas, entre ellas el petróleo, Aerolíneas Argentinas o hasta las transmisiones televisivas del fútbol, que se encuentran en manos del Estado.
También se especula sobre el tipo de negociaciones que emprenderá con los llamados “fondos buitres” o holdouts,aquellos fondos de inversión que no aceptaron la renegociación de la deuda externa argentina y presionan judicialmente al país en cortes internacionales.
“Hubo una muy mala negociación del gobierno y ahora pagamos las consecuencias”, afirma Macri.
De entrada, defiende el libre comercio, pero en el intercambio cara a cara se niega a considerar un posible acuerdo comercial por separado con América del Norte, un camino que ya han seguido otros países como Chile.
“Nuestra prioridad absoluta es el Mercosur”, insiste cuando se le cuestiona sobre un posible acuerdo comercial con México y América del Norte. “Vamos a tener las mejores relaciones con todas las zonas comerciales, pero no abandonaremos el esquema ya existente”, señala.
MASA ANULAR
Es sábado por la mañana. Macri llega al barrio de Barracas, una de las zonas más pobres y tradicionales de la capital argentina, lejos de todo circuito turístico.
En un parque del barrio se organiza un mitin. Todos saben que si las encuestas no fallan, podría convertirse al final de la semana en el nuevo presidente de Argentina.
Vemos lo que Elías Canetti llamó una “masa anular”, un teatro al aire libre armado como una suerte de ruedo en medio del cual Macri habla a sus seguidores que lo miran a él y a vez se miran entre sí. Los asistentes, en su mayoría de clase media, reciben a Macri como un ídolo pop. No hay piezas oratorias muy refinadas, tampoco hay definiciones ideológicas. Macri cuenta historias personales y arenga a los suyos entre globos de colores.
“Somos los que nos atrevemos a soñar con una Argentina distinta”, “invitemos a todos a unirse a esta hazaña de transformar a la Argentina”, “he viajado por el país recibiendo el aliento de miles de argentinos como ustedes”.
Todo es muy breve, no hay discursos de análisis social que duren horas, a la manera del peronismo. Los asistentes son de una clase media que se viste con ropa deportiva y a la moda. El acto dura solamente una hora. Macri aparece con su candidata a vicepresidenta, Gabriela Michetti, y con su sucesor en el gobierno de la ciudad, Horacio Rodríguez Larreta. Dos de sus colaboradores más cercanos.
Antes, Gabriela Michetti ha convocado a cada asistente a compartir su sueño transformador con sus vecinos para multiplicar el voto.
Michetti es una de las armas secretas de Macri. A causa de un accidente de automóvil sufre parálisis en las piernas y se desplaza en silla de ruedas. Su origen político es la Democracia Cristiana y es portadora del discurso más “social” dentro del frente Cambiemos, integrado en su mayoría por empresarios y economistas.
“Muchos se acercan a Gabriela para contarle sus problemas, la ven más cercana que Mauricio, ella cumple un rol de cercanía que él no siempre tiene”, declara Jaime Durán Barba, el principal asesor de campaña de Macri.
EQUIPOS DE TRABAJO
Más calmado, en su entorno Macri proyecta una imagen que se asemeja más a un ejecutivo que a un líder político. Una reunión con la prensa tiene lugar en la sede del gobierno de Buenos Aires, un edificio que fue inaugurado este año por el propio Macri, en una zona alejada del Centro, y que fue diseñado por el arquitecto británico Norman Foster, premio Pritzker 1999.
“La gestión en la ciudad es un ejemplo del modelo de país que queremos”, afirma. “Un país moderno y en crecimiento, transparente y con diálogo”.
El edificio es una muestra del proyecto de Macri, pero también de sus contrastes. Es una estructura vanguardista hecha totalmente de cristal y columnas de acero con techo de hormigón ondulante. Pero el traslado de la sede del gobierno a esta zona de la ciudad ha generado fuertes críticas por la privatización del espacio urbano y el alza de costos inmobiliarios.
El desafío de Macri será justamente lograr que los beneficios de la modernización empresarial lleguen a los sectores más vulnerables. Este domingo se verá si su propuesta es creíble.