BUENOS AIRES, ARGENTINA.— Todos los pronósticos fallaron. Las elecciones presidenciales argentinas celebradas el pasado 25 de octubre destrozaron las encuestas y previsiones. El favorito, Daniel Scioli, no consiguió los diez puntos de ventaja que la mayoría esperaba, lo que dejó la resolución electoral en un suspenso que se mantendrá hasta el último minuto.
El resultado instaló un nuevo mapa electoral en este país sudamericano, con un fuerte ascenso del candidato de centro-derecha Mauricio Macri, un empresario liberal que desprecia la política y que cuenta con el apoyo de los medios de comunicación y el establishment empresarial.
Macri alcanzó un inesperado 34.5 por ciento de los votos, apenas dos puntos por debajo del candidato oficialista, Daniel Scioli, a quien todos daban por ganador por amplia ventaja, pero que consiguió apenas el 36.8 por ciento de los votos.
Este casi “empate técnico” obliga a la realización de una segunda vuelta electoral entre ambos candidatos el próximo 22 de noviembre, en la cual saldrá ganador el que obtenga mayoría simple. Por el momento nadie se atreve a volver a hacer pronósticos.
En caso de continuar la tendencia, el triunfo de Macri significaría el final del ciclo de gobierno peronista iniciado en 2003 por Néstor Kirchner y continuado por su esposa, Cristina Kirchner, electa para dos mandatos sucesivos, primero en 2007 y luego en 2011.
“Macri representa a aquellos votantes que no tienen partido y a los que no les gusta la disputa política, solamente quieren un país que funcione bien”, comentó Jaime Durán Barba, el principal asesor de Macri, en una entrevista previa a una de las elecciones locales de la capital argentina, donde Macri resultó electo jefe de Gobierno por dos periodos consecutivos.
Este modelo de campaña política fue replicado en las elecciones nacionales, apelando a lo que el gurú electoral ecuatoriano llama (a la manera de Richard Nixon) la “mayoría silenciosa”, es decir, aquellos votantes que no aparecen en las encuestas ni se manifiestan públicamente, pero que muestran en las urnas su descontento hacia la clase política.
El punto que equilibró la balanza electoral a favor de Macri fue una mujer, María Eugenia Vidal, una neófita en la política que con una campaña publicitaria basada en carteles, apariciones en los medios y una amplia sonrisa, consiguió la proeza de arrebatarle al peronismo la Provincia de Buenos Aires, el distrito electoral más importante del país, controlado por los seguidores del líder populista Juan Domingo Perón (muerto en 1974) desde el regreso de la democracia en 1983.
La Provincia de Buenos Aires concentra once de los 32 millones de electores inscritos en el país, lo cual pone a Macri ante la perspectiva cierta de un triunfo electoral en la segunda vuelta.
La consigna de Macri es simple: “Cambiemos”, y con esa palabra sedujo a muchos de los votantes de todos los sectores sociales.
“A mí los eslóganes me valen madres”, exclamó Durán Barba, quien presume de utilizar el habla de los candidatos que ha ayudado a ganar, entre ellos Vicente Fox y Felipe Calderón, “lo que importa es que el candidato sea cercano al elector, que lo sienta como un amigo en quien puede confiar”, explicó.
DESCONCIERTO EN LAS FILAS “K”
“Caímos a la lona, pero no nos han derrotado y hay que volver a levantarse”, comentó Aldo, un militante de la agrupación La Cámpora, fundada por el hijo de la pareja presidencial, Máximo Kirchner, como la rama juvenil del kirchnerismo.
El local de La Cámpora del Municipio de Vicente López se encuentra a pocas calles de la residencia presidencial de Olivos, y sus integrantes acostumbran realizar pintadas en los muros aledaños. Sin embargo, nunca pusieron ningún grafiti a favor de su propio candidato, Daniel Scioli.
Las paredes de este local muestran fotografías de Néstor y Cristina Kirchner, de Perón y Evita, Hugo Chávez, Salvador Allende, José de San Martín y Simón Bolívar, pero ninguna de Daniel Scioli. Ello parece confirmar que Scioli está lejos de ser un héroe para el sector más radical del kirchnerismo.
“Apoyamos a Scioli porque lo puso la Jefa”, dice Aldo, en referencia a la decisión de Cristina Kirchner a apoyar a Scioli como su sucesor. En consonancia, la campaña de La Cámpora se dedica casi exclusivamente a criticar a Macri, con mínimas menciones al candidato oficialista. “Con Macri vuelve el neoliberalismo”, sentencian en el local de La Cámpora.
La falta de entusiasmo de los kirchneristas ante Scioli se reveló incluso con las declaraciones de una experimentada dirigente como Estela de Carlotto, presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, con una amplia trayectoria como defensora de los derechos humanos y cercana a los Kirchner.
“Vemos a Scioli como una transición muy constructiva a la espera del regreso de Cristina”, dijo Carlotto, dejando en claro que el proyecto del kirchnerismo duro es el regreso de la actual mandataria, cuando esté constitucionalmente habilitada para competir otra vez por la presidencia en 2019.
UN CANDIDATO LIMITADO
Daniel Scioli es un campeón mundial de motonáutica que perdió el brazo derecho en un accidente y se integró a la política en la década de 1990, de la mano de Carlos Menem. Es considerado por los seguidores de los Kirchner como demasiado conservador frente a lo que esperaban y muchos desconfían de que pueda mantener la fidelidad a Cristina después del cambio de gobierno, a realizarse el próximo 10 de diciembre.
De hecho, Scioli no salió de las filas del oficialismo, sino que fue elegido por Kirchner en 2003 como su compañero de fórmula como una manera de asegurarse el favor del peronismo bonaerense, que en ese momento le daba la espalda.
Otra característica de Scioli es que aparece demasiado conciliador para la cultura política de Argentina, donde el enfrentamiento se considera un rasgo inequívoco de liderazgo. Gran parte del respeto que se ganaron Néstor y Cristina Kirchner entre propios y extraños se debió justamente a que se presentaron como mandatarios fuertes e inflexibles.
Scioli en cambio posee una imagen menos virulenta y carece de un programa propio, salvo el de ser continuador de las políticas oficiales. Ha revelado que es fan de cantantes como el dúo Pimpinela y Ricardo Montaner, autor de su tema de campaña y un apasionado opositor del régimen venezolano, otro detalle que molestó a los kirchneristas, que se consideran políticamente afines al gobierno de Caracas.
El propio director de la Biblioteca Nacional argentina, Horacio González, una de las figuras centrales de la burocracia cultural argentina, llegó a criticar la presencia de Montaner en la campaña de Scioli, a nombre de “expresiones culturales más amplias”.
La agrupación oficialista Carta Abierta, integrada por intelectuales kirchneristas y encabezada por González, fueron explícitos en cuando a su estado de ánimo al apoyar a Scioli.
“Votaremos a Scioli desgarrados”, dijeron.
La campaña de Scioli apuesta a “consolidar lo logrado”, según él mismo afirma, con señales fuertes de apoyo a los empresarios no vinculados a las exportaciones agrícolas. Scioli incluyó en su discurso la expresión “desarrollo económico”, otro de los puntos de conflicto con el oficialismo, que prefiere la fórmula de “crecimiento con inclusión social”.
EL PORVENIR ARGENTINO
Ya sea que gane Scioli o Mauricio Macri, el nuevo presidente deberá enfrentar diversos retos, tales como el esquema de subsidios y planes sociales, con los cuales el kirchnerismo ha conseguido contener los índices de pobreza y desempleo. Ambos candidatos han prometido bajar impuestos a la clase media, mientras que Macri ha anunciado una revisión de las políticas de impuestos a las exportaciones agrícolas, la principal fuente de divisas del país, y una liberalización del precio del dólar, lo que favorece a los grandes exportadores privados.
Otro de los principales desafíos que debe enfrentar el nuevo gobierno será el de la deuda externa. Argentina negoció una reestructuración de su deuda que fue aceptada por el 92 por ciento de los acreedores privados. Sin embargo, una parte de los que no aceptaron las condiciones impuestas en la renegociación han acudido a los tribunales de Estados Unidos, donde el juez neoyorquino Thomas Griesa les ha dado la razón.
Los fondos de inversión que exigen el pago del cien por ciento de la deuda original han sido llamados por la presidenta los “fondos buitres”, y el próximo gobierno deberá lidiar con sus exigencias.
Para el oficialismo lo que está en juego es el modelo “neodesarrollista”, que implica una fuerte intervención del Estado como regulador de la economía, frente al modelo “neoliberal” que postula una liberalización de la economía para permitir una mayor incidencia del mercado.
Sin embargo, ambos candidatos han acercado sus posiciones. Macri ha dicho que mantendrá los planes sociales y declinó algunas de sus banderas al admitir la nacionalización de la empresa petrolera estatal YPF y de Aerolíneas Argentinas, que seguirán con el actual régimen estatal en su gestión, según adelantó.
¿QUIÉN ES MAURICIO MACRI?
El principal desafío para el oficialismo es el hijo de un empresario con Edipo conflictivo. Mauricio Macri luchó desde joven contra su padre, el empresario de origen italiano Franco Macri. Su carrera política, que ahora lo pone a las puertas de la Casa Rosada, empezó para demostrarle al padre que él “podía solo”, según ha confesado en diversas entrevistas. Es el último capítulo de la historia de un “niño rico” que quiso demostrar que era capaz de alcanzar sus metas sin la ayuda de papá.
Su nombre apareció en los periódicos en 1991, cuando fue víctima de un secuestro extorsivo. Tras salir bien librado en una operación de rescate, buscó un destino propio. Fue presidente del club Boca Juniors entre 1995 y 2007, una época en la que el cuadro más popular del fútbol argentino no solamente cosechó éxitos internacionales, sino que también asumió un modelo empresarial que le permitió diversificar y multiplicar sus ganancias y a la vez convertirse en una marca comercial de rango mundial.
Su siguiente paso fue lanzarse a la política. En 2007 se postuló y ganó el cargo de jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, el distrito federal argentino con una mínima expresión electoral (de sólo 2.5 millones de electores), pero capaz de darle proyección nacional a quien ocupe el cargo.
Desde el primer día se convirtió en opositor de Néstor y Cristina Kirchner, al frente del PRO (Propuesta Republicana), un partido que descree del bipartidismo tradicional entre los dos partidos históricos, el Justicialismo (peronistas) y la Unión Cívica Radical.
En 2011 las encuestas lo ponían en franca desventaja frente a la reelección de Cristina, por lo que declinó la candidatura presidencial, hasta que volvió a intentarlo en 2015.
Pero no todo es favorable. Macri se encuentra bajo procesamiento judicial, en calidad de acusado, por un escándalo de espionaje interno que tuvo como víctima a rivales políticos, comerciales y familiares. Recientemente fue acusado de haber desviado dinero de la ciudad a socios comerciales y para financiar a candidatos de su propio partido.
Es fan de Freddy Mercury y durante años usó un bigote como el de su ídolo, aunque sus consejeros le pidieron quitárselo para proyectar una imagen más amable. Sus actos de campaña son fiestas con música y globos de colores. Sus spots de campaña lo mostraron escuchando a “la gente” en sus casas y dando consejos de sentido común, sin promesas, sin otro eslogan que “Cambiemos”.
No le gustan las definiciones políticas rotundas, está contra las ideologías y cosecha los votos de castigo contra los doce años de gobierno de los Kirchner.
“Vamos a tener la fortaleza de solucionar los problemas que nos agobian. Estoy acá de buena fe, con buenas intenciones, ni por vanidad ni desesperación por el poder, sino porque creo en ustedes”, dijo Macri tras asegurar su paso a la segunda vuelta.