“Chapulín”: Persona oportunista y advenediza que cambia de bando de forma continua, sin congruencia ideológica.1 Así define este concepto el Diccionario de Mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua.
El analista político Fernando Dworak precisa que el “chapulinismo” es la actividad de los políticos que se separan de sus cargos para competir por otro, antes de concluir su gestión.2
Actualmente, a cinco meses de las elecciones del 7 de junio, los mexicanos observamos este curioso fenómeno que se repite cada tres años. Senadores, diputados federales y locales, así como alcaldes, piden —sin empacho alguno— licencia a sus cargos para saltar a otra candidatura. El objetivo último: no quedarse sin “hueso”.
En el Distrito Federal esta situación tiene una característica especial. Al menos 40 de los 66 integrantes de la Asamblea Legislativa están en plena campaña para recibir el voto de su militancia y así obtener la nominación a una jefatura delegacional o a la Cámara de Diputados.
Del total, aproximadamente la mitad son perredistas: Dione Anguiano aspira a dirigir Iztapalapa; Carmen Antuna, Milpa Alta; Roberto Candia, Miguel Hidalgo, y Esthela Damián, Venustiano Carranza.
Carlos Hernández y Héctor Hugo Hernández competirán por Tlalpan; Ana Julia Hernández y Angelina Hernández se inscribieron para Xochimilco; Víctor Hugo Lobo por la Gustavo A. Madero; Ariadna Montiel, en Coyoacán; Antonio Padierna Luna, por Azcapotzalco; Dinorah Pizano para Benito Juárez; y Jorge Agustín Zepeda para Cuajimalpa.
De la bancada panista, solo Christian Von Roerich se anotó como precandidato. Mientras que en el PRI, Alejandra Barrios pretende registrarse para Cuauhtémoc; Karla Valeria Gómez para Milpa Alta; Fernando Mercado para Magdalena Contreras; y Jaime Ochoa en Cuajimalpa.
Lo escandaloso no es que la ALDF se va a vaciar (tampoco es que vayamos a extrañarlos mucho), sino que, mientras estén en precampaña, o incluso en campaña, seguirán disfrutando de su dieta, ya que, por ley, no están obligados a separarse de sus cargos.
De esta forma, recibirán cada mes 51 776 pesos libres de impuestos. Manuel Granados, presidente de la Comisión de Gobierno, descartó que mientras realizan actividades proselitistas, vayan a descuidar su labor legislativa.
Desbandada federal
Pero en el ámbito federal no se quedan atrás. En la sesión de la Comisión Permanente del 14 de enero, 14 diputados y senadores abandonaron sus curules y escaños, mientras que otros regresaron luego de que no fueron electos como candidatos.
Fueron 10 diputados federales del PRI y del PAN, así como cuatro senadores priistas, perredistas y pevemistas, los que solicitaron licencia en busca de nuevos proyectos políticos.
Entre ellos están el exvocero de Felipe Calderón, el diputado panista Maximiliano Cortázar, quien asumió la Coordinación de Comunicación Social del gobierno de Puebla; así como los diputados priistas Maricela Velázquez y Marco Alonso Vela.
El senador del PRD, Sofío Ramírez, dejó su curul en espera de alzarse con la nominación para el gobierno de Guerrero. Otro que se fue es Jorge Emilio González Martínez, quien dejó la coordinación del PVEM en el Senado, sin que se sepa por cuánto tiempo ni a dónde.
Hubo otros, en cambio, que regresaron a sus curules apenas una semana después de haber pedido licencia. Se trata de Pedro Pablo Treviño y Héctor Gutiérrez de la Garza, así como de las senadoras Cristina Díaz y Marcela Guerra. Ninguno de ellos fue “palomeado”.
También hubo desbandada a escala municipal. En el Estado de México, el pasado 6 de enero, los alcaldes Pablo Basáñez, de Tlalnepantla; David Sánchez, de Naucalpan; Martha Hilda González, de Toluca; David Sánchez, de Coacalco; Carolina Monroy, de Metepec, y Rocío Díaz, de Tecámac, solicitaron licencia a sus respectivos cabildos para entrar de lleno a la competencia por una curul.
Ante esta situación, la Iglesia católica, empresarios y grupos de la sociedad civil se preparan para ir a la caza de los “chapulines”.
#NoVotesPorChapulines
La Arquidiócesis de México no tuvo miramientos. Consideró “indignante y escandaloso” que 14 de los 16 jefes delegacionales de la ciudad de México botaran el cargo “para amarrar un asiento en la ALDF o la Cámara de Diputados”.
En su texto ¿Cómo confiar en nuestra democracia?,3 publicado en el semanario Desde la Fe, la Arquidiócesis de México califica este acto como una muestra del “mayor desprecio a la ciudadanía que los eligió”.
“Los ambiciosos peticionarios de las licencias no rinden cuentas claras de su gestión, no hay transparencia sobre su administración y no hay auditorías creíbles.”
La Arquidiócesis advierte que si México quiere transitar hacia una verdadera democracia y no vivir en la simulación, urgen reformas legales que impidan el oportunismo de estos políticos.
“Es imperativo acabar con los clanes y grupos que concentran el poder desmedido en el seno de los partidos que, en la elección del 2018, podrían beneficiarse, bajo mañas y argucias, de la reelección creando bloques para prolongarse en cargos opacos, ineficaces y, en el extremo, encubridores de hechos delictivos, como fueron los cometidos por alcaldes que fundaron imperios del crimen en sus municipios”.
A su vez, la Coparmex en el DF inició su campaña #NoVotesPorChapulines,4 con la que pretende denunciar a aquellos políticos que “desecharán, sin más, un trabajo para el que fueron elegidos por la ciudadanía, a la que deberían responder hasta el último día de su encargo”.
El sindicato patronal anunció que, como parte de esa campaña, publicarán los nombres de quienes, desde su punto de vista, no pueden ser tomados en cuenta como posibles servidores públicos de confianza, “ya que han abusado de la ciudadanía al generar, sin vergüenza, un comercio burdo por alcanzar nuevas prebendas político-económicas, por encima del compromiso adquirido con los electores”.
Yo, en lo particular, coincido con estos señalamientos y propongo, como ciudadana, que se establezcan candados para evitar el chapulinismo; reducir los tiempos de las precampañas al mínimo y que, quienes aspiren a alguna candidatura, la consigan con recursos propios y no con el dinero que les pagamos como sueldo por un trabajo que, además, no realizan.