Nunca entenderé esa discordia tan ajena a la única obligación del fútbol: divertir. Pero en época de redes sociales, una alambrada de púas cada día más arisca y privada, se pelea por demostrar, en nombre de la libertad, qué usuario insulta o menosprecia a Messi y Cristiano con el sadismo de la frecuencia digital. La lucha por el Balón de Oro se ha vuelto una batalla entre seguidores. Ambos futbolistas, organismos temporales, un día no muy lejano —tienen 27 y 29 años— se irán, dejando tras suyo una chusma de agitadores que no podrán identificarse con ningún otro de los fetiches que les vendan. El apasionamiento por ellos en redes ha sido tal, que apenas quedan ideas, prejuicios y caracteres para alabar o atacar a los que vengan. El aficionado moderno que enterró la cubierta de Espasa Calpe con la pantalla de un IPhone olvida, o nadie le ha enseñado, que en el fútbol los grandes jugadores llegan a uno y otro equipo por casualidad. En algún momento de su vida Di Stéfano o Cristiano pudieron ser del Barça, y Messi o Kubala, del Madrid. Quien cuestione las marcas de Messi en Champions y Liga no entiende que su éxito es un homenaje a Cristiano, y viceversa.
Messi y Cristiano llevan toda una era compitiendo a diario. Son dos futbolistas de época. Pero ambos talentos, tan históricos como opuestos, tuvieron la mala suerte de coincidir en el mismo tiempo y en equipos, y cuerpos tan diferentes, que polarizan cualquier opinión en la periferia del juego. Altos contra enanos. Fuertes contra débiles. Naturales contra hormonados. Feos contra guapos. Centralistas contra independentistas. Messi y Cristiano son, a los ojos del mundo, odiados y queridos como Madrid o Barça. Clubes que acumulan cantidades inútiles de hashtags a favor o en contra en redes sociales. La entrega del próximo Balón de Oro ha vuelto a desatar el debate. ¿Quién es el mejor? ¿Realmente vale la pena elegir entre uno de los dos?
Juntos, acumulan uno de los grandes tesoros del mundo: 879 goles marcados con clubes y selección. Una cifra descomunal. Sus carreras son uno de los grandes almacenes del deporte, suman 50 títulos, entre ellos seis balones de oro. Lo han ganado todo, lo único que se les ha resistido es un campeonato importante con su selección nacional.
La actual temporada, tanto en Liga como en Champions, representa la cima de ambos jugadores. Cristiano, con 25 goles en Liga y cinco en Champions, lleva un paso arrollador. A sus 29 años está jugando el mejor fútbol de su vida. Pero Messi se ha encargado de arrollar dos marcas históricas. Superó a Zarra y superó a Raúl, dos mitos cuya desaparición confirma la existencia de Messi como leyenda. El mejor jugador del mundo para muchos, lleva 256 goles en Liga en 292 partidos. No se sabe hasta dónde llegará esta cifra. Lo que es un hecho es que será inalcanzable. Incluso para Cristiano, que lleva 202 goles en España, aunque con menos partidos: 179. En Champions los números también favorecen a Messi, 75 goles en 92 partidos por 72 de Cristiano en 115. Si analizamos sus números con las selecciones de Argentina y Portugal, veremos que Messi ha marcado 45 goles en 97 partidos, y Cristiano, 52 en 118 partidos.
Muchos piensan que estos números no son suficientes para elegir entre uno de los dos porque la rivalidad Cristiano-Messi ha logrado calentar la frialdad de las matemáticas. Si las matemáticas no convencen, intentemos llegar a una conclusión con base en triunfos, trofeos o títulos, que en términos individuales, pero sobre todo colectivos, hacen que un futbolista trascienda.
Messi, desde el 2004, cuando debutó con el Barça hasta la fecha, ha ganado seis Ligas, tres Champions, dos Copas del Rey, dos Mundiales de Clubes, tres Supercopas de Europa y cinco Supercopas de España, tres veces la Bota de Oro y cuatro veces el Balón de Oro, el único en conseguirlo.
Cristiano debutó con el Manchester United en 2003, donde obtuvo: una FA Cup, dos Copas de la Liga, tres Premier League, una Champions, dos Community Shield, un Mundial de Clubes, un Balón de Oro y una bota de oro. En 2009 llegó al Real Madrid, donde ha ganado: una Liga, una Champions, dos Copas del Rey, una Supercopa de Europa, una Supercopa de España, una Bota de Oro, un Balón de Oro y un Mundial de Clubes.
La elección sigue siendo difícil, ambos futbolistas tienen la cantidad de títulos y números que acreditan a los deportistas inmortales. Tener que elegir uno entre los dos es injusto, porque su trayectoria está unida. No se entiende uno sin el otro. En esta rivalidad hay un momento que lo cambió todo, sucedió a las cinco de la tarde del 2 de mayo del año 2009. El Barcelona cruzaba el Paseo de La Castellana para decidir la Liga en el Bernabéu. Hasta ese momento, fecha 34 del campeonato, Lionel Messi había jugado 157 partidos oficiales con el Barça en los que había marca 74 goles. Minutos antes del primer clásico de Guardiola en el Bernabéu, el joven técnico mantiene una sencilla conversación con Messi, apenas fue un momento: “Leo, juega Samuel por tu banda, quiero que te metas por el centro delante de los centrales Cannavaro y Metzelder, a las espaldas de sus medios centros Gago y Lass. No te preocupes, detrás tuyo van Xavi y Andrés, por la izquierda, Henry y Dani se adelantan unos metros por derecha. Encara y arranca por el centro, acompaña y vuelve cuantas veces quieras…”
La conversación dura tres minutos. Tres minutos que cambiaron la historia del Barça y buena parte de la historia del futbol. Antes de ese momento, Messi había jugado siempre pegado a la banda derecha para caer en diagonal al centro. El partido de esa tarde, no hace falta recordarlo, termina 2-6, y unge a Messi, extraordinario jugador entonces, en futbolista total, el goleador más temible de la época y, hasta la fecha, el mejor del mundo. Nunca regresó a la rígida banda derecha donde empezó. Se volvió el dueño del balón, el eje de todo, el amo del campo. A partir de esa tarde, Messi ha jugado 275 partidos oficiales con el Barça en los que ha marcado 301 goles, alcanzando un promedio salvaje. En total, 375 goles en 446 partidos, incluyendo un año natural, el 2012, cuando marcó 91 goles entre club y selección. Aquella tarde, Real Madrid se hunde, cambia la estructura, vuelve Florentino y, al año siguiente, compra a Cristiano Ronaldo por 96 millones de euros. La cifra más grande pagada por un futbolista hasta entonces.
Había nacido la que probablemente es la mayor rivalidad entre dos futbolistas que se haya visto jamás. No sé si Messi y Cristiano sean conscientes de lo que están haciendo, son tipos que hablan poco, y aunque alrededor suyo los medios hacemos esfuerzos para definirlos, ellos se mantienen ahí, imperturbables, en lo suyo, que es jugar y marcar goles. Una cantidad de goles asombrosa y una calidad de juego maravillosa. Sin decir nada siempre han sido futbolistas que mantienen la palabra. Hablan poco fuera de la cancha, pero dicen mucho dentro. Es su mundo. Quizá el mundo más ruidoso de todos. Su fútbol es más elocuente que su voz, algo imposible de lograr en tiempos de tanto escándalo donde las palabras corren por redes sociales sin detenerse a sociabilizar. En ese sentido, son lo más antiguo de los futbolistas modernos.
En ellos hay suficientes restos para explicar la evolución del fútbol. De las mandíbulas cuadradas a la sonrisa Colgate. De la piel de res a los Nike mercurial, de los fomentos con vinagre a la resonancia magnética, del estómago de cerdo hinchado, al Jabulani y de Pichici y Zarra a Messi y Cristiano.
Con frecuencia se dice que aquellos jugadores, hijos de mineros y herreros, no podrían triunfar en nuestra época y que estos, hijos de la mercadotecnia, no serían capaces de levantar un balón en aquellos lodazales. La evolución no está en el futbolista, está en el juego y en el mercado. Messi y Cristiano, aunque nos empeñemos en modernizarlos, son dos futbolistas clásicos. Podrían triunfar en cualquier época. No hace falta compararlos.