La percepción que existe en torno al tema de sustancias como el alcohol, la cocaína, la mariguana y las drogas lícitas utilizadas por las personas para diferentes propósitos, como darse placer o aliviar dolores, ha sido manejada a lo largo de varias décadas con criterios que, lejos de buscar una solución al problema, lo han venido agravando al estigmatizar y criminalizar a un segmento de la comunidad que ha sido víctima del flagelo de las adicciones, algo que debería verse como una enfermedad y no como un delito. Resulta sospechosa la actitud de los grupos que abogan por mantener el actual manejo de la guerra contra las drogas cuando se ha venido demostrando que los resultados son nefastos y hemos podido ver cómo aumenta la criminalidad y la población carcelaria y se margina a las víctimas.
¿Por qué es ilegal consumir mariguana si múltiples estudios han confirmado que sus efectos son menos dañinos que los del consumo de tabaco y que sus consecuencias sociales son notablemente menos negativas que las del consumo de alcohol? ¿Por qué se prohíbe el cultivo de esta planta si está comprobado que puede aportar múltiples beneficios desde un plano medicinal, hasta la manufactura de productos imprescindibles como el papel, la ropa o, incluso, proveer de elementos necesarios para la construcción y la gastronomía?
La mayoría de estos datos, que corresponden a Estados Unidos, principal promotor de su prohibición en la esfera mundial, pueden verificarse a través de diversas fuentes, entre ellas la Enciclopedia Británica, impresa en sus inicios con la mata de cáñamo, al igual que los textos escolares desde 1830, los primeros mapas, biblias e incluso la Constitución estadounidense, que fueron impresas también con papel de cáñamo.
Se sabe que en algunos estados era obligatorio el cultivo de cannabis en los siglos XVI y XVII debido a los enormes beneficios que esta planta implicaba como materia prima, así como no se puede desconocer que fue fundamental para la navegación durante varios siglos, ya que 90 por ciento de las cuerdas que se utilizaban en esta práctica eran elaboradas con este material; y previo a la introducción del algodón, en 1820, 80 por ciento de la ropa y telas en general eran elaboradas a partir de esta planta.
Los primeros registros de cultivo de cáñamo datan de hace por lo menos 5000 años en la antigua China. Está confirmado que una hectárea cultivada con cáñamo produce cuatro veces más papel que la misma área plantada con árboles, y que el proceso de extracción requiere de entre cuatro y siete veces menor esfuerzo en maquinaria, lo cual se traduce a su vez en menor contaminación. El gran empresario Henry Ford, fundador de la armadora de coches Ford, construyó su primer modelo de automóvil utilizando cáñamo como principal materia prima y estaba diseñado para operar con combustible también generado a partir de esta planta.
La criminalización comenzó en Estados Unidos y tuvo sus primeros antecedentes en 1906, en el Distrito de Columbia, con la primera regulación en torno al cultivo de esta planta. Posteriormente siguieron Massachusetts (1911), Nueva York (1914) y Maine (1914). Cuatro años después, en 1936, durante la Convention for the Suppression of the Illicit Traffic in Dangerous Drugs, llevada a cabo en Ginebra, Suiza, Estados Unidos promovió ante el resto del mundo, a través de su agencia antinarcóticos, un tratado de criminalización de cualquier actividad relacionada con la mariguana, la coca y el opio (incluidos su cultivo, producción, manufacturación y distribución), con excepción de contextos médicos y científicos.
El artículo 2 de esta convención invitaba a todos los firmantes a castigar severamente, en particular con penas que implicaran la privación de la libertad, a toda aquella persona que se involucrara con estas actividades. Sin embargo, muchos países se negaron a suscribir ciertos apartados del tratado y Estados Unidos, principal promotor de la convención, se negó a firmar alegando la flaqueza del resto de las naciones, sobre todo en asuntos relacionados con la extradición y la confiscación de bienes ligados al tráfico de drogas. Al analizar la historia se puede percibir como un gesto bastante raro que súbitamente Estados Unidos haya pasado de usar el cannabis a convertirse en su peor enemigo, existe un eslabón perdido que no aparece en la historia oficial y que tiene que ver con la presión de las corporaciones y poderosos grupos como los dueños de cárceles, la industria farmacéutica y armamentista.
Como podemos ver, el cannabis es una planta flexible, multifacética y con diversas cualidades. A partir de ella se pueden generar desde combustibles y aceites comestibles, hasta ropa y todo tipo de telas, pasando por cuerdas y, por supuesto, papel. Sin embargo, precisamente estas bondades de la planta eran las que más incomodaban a las corporaciones que estaban monetizando frenéticamente mercados como el del abastecimiento de papel industrial, el algodón y los hidrocarburos. Al parecer, en un principio fueron principalmente dos corporaciones las que se volcaron por completo para promover la prohibición de esta planta: DuPont y la Hearst Company (propiedad de William Randolph Hearst, personaje en quien se inspiró el filme de Citizen Kane).
El banquero Andrew Mellon, quien se convirtió en el tesorero del gobierno del presidente Hoover, era uno de los principales inversionistas de DuPont, actualmente una de las mayores corporaciones del mundo y que en la época de 1920 a 1940 estaba consolidándose en el negocio de los petroquímicos y de los polímeros. Para ambas ramas de mercado, el cannabis resultaba una seria amenaza, pues de esta planta podían derivarse tanto fibras naturales que redujeran el consumo de nailon, uno de los productos clave de DuPont en esos años, como de combustible vegetal que amenazaba su apuesta por los hidrocarburos. En este sentido, DuPont tenía claro que una de las premisas de su estrategia de mercado tenía que anular la presencia del cáñamo. Siendo secretario del Tesoro, Mellon influyó para que su sobrino Harry J. Anslinger fuese nombrado en 1930 como el primer comisionado de la Federal Bureau of Narcotics. Y a pesar de que el cabildeo en contra del cannabis ya llevaba poco más de dos décadas, lo cierto es que no fue hasta que Anslinger llegó al FBN cuando la verdadera guerra comenzó.
Por otro lado, la otra industria que se sentía gravemente amenazada por la presencia del cáñamo era la papelera. La Hearst Company controlaba buena parte de la producción de papel e incluso era el principal proveedor del área de productos de papel de la hoy multinacional Kimberly Clark. Hearst, un despiadado hombre de negocios, no tardó en darse cuenta, al igual que DuPont, de la necesidad de eliminar al cáñamo del mercado y, junto con otros empresarios, presionó al gobierno, a través del FBN, para que se criminalizara por completo el cultivo de esta planta. Incluso Hearst, el legendario magnate de los medios impresos, puso a disposición su ejército de diarios para promover una campaña cultural en contra del cannabis y como parte de esta iniciativa se adoptó por primera vez el nombre de “mariguana”, una palabra con fonética recordable, breve y precisa para designar a esta ahora diabólica planta (por cierto, un término que hasta entonces era solamente utilizado en el argot popular de México).
Otro actor que desempeñó un papel fundamental en este proceso fue la ya entonces consolidada industria del tabaco. En esa época la cultura estadounidense ya había adoptado integralmente el consumo cotidiano de cigarrillos. Sin embargo, las grandes tabacaleras habían comprobado que el consumo de tabaco entre la población que fumaba cannabis era menor que en aquellos que solo consumían su producto. Por otro lado, los fumadores de esta planta jamás se someterían a un mercado industrial, ya que era relativamente fácil cultivarla caseramente y autoabastecer su consumo personal sin recurrir a una marca industrial. Por el contrario, la siembra de tabaco era mucho más compleja y requería de una extensión de tierra suficiente para cultivarse y no solo de un par de macetas. Tomando en cuenta esto, y ante el poco futuro comercial que se percibía en el rubro del cannabis, las grandes tabacaleras no dudaron en apoyar la cruzada en contra de la mariguana.
Finalmente, no podemos dejar de mencionar la siempre oscura industria farmacéutica, conocida como “Big Pharma”, y que consciente de las propiedades medicinales que la mariguana ofrecía a la población, también la percibió como una amenaza contra sus intereses comerciales. Se tienen confirmados múltiples beneficios médicos que contiene el cannabis, entre ellos el combate al glaucoma, ayudar a la prevención de alzhéimer y reducir el dolor del síndrome premenstrual entre las mujeres, por mencionar solo algunos. Contra todosestos males, la “Big Pharma” ha desarrollado medicamentos sintéticos que en muchos casos han probado ser menos efectivos, o al menos mucho más costosos que tratarlos con mariguana. De hecho esta misma postura de las farmacéuticas alude a un fenómeno actual con la campaña que busca volver ilegal el uso de plantas medicinales en Europa como sustituto de medicamentos.
Aunque no ha sido comprobado, se dice que Anslinger se reunió con algunos de los más poderosos empresarios del momento, entre ellos obviamente representantes de las tabacaleras, DuPont y el propio W. R. Hearst, para pactar una guerra frontal contra la mariguana y diseñar una campaña mediática que imprimiera en el imaginario colectivo una nueva idea: la mariguana es una planta nociva para la salud y para la sociedad, y su consumo, cultivo y distribución debe ser tenazmente descalificado, denunciado y perseguido.
A continuación se instauró una de las mayores cruzadas de manipulación mediática en la historia. Decenas de diarios se empeñaron en desatacar los “horrores” de la mariguana y la población aprendió que esta planta era responsable directa de todo tipo de sucesos negativos, desde asesinatos y accidentes automovilísticos, hasta la pérdida de moral. El cine mainstream también se unió a la campaña con filmes como Reefer Madness(1936), Mariguana: Assassin of Youth (1935) y Mariguana: The Devil’s Weed (1936), todas promoviendo la satanización de la mariguana y, aunque lo hacían de una manera que hoy nos parece cómica o altamente caricaturesca, lo cierto es que fue una movida bastante eficiente para generar una percepción profundamente negativa entre la población. Básicamente, el discurso giraba en torno a conceptos muy rudimentarios, pero que para la sociedad de ese momento fueron más que suficientes: un narcótico violento, efectos multidestructivos, un enemigo público, etcétera.
Con el tiempo la legislación antimariguana fue sofisticándose y endureciéndose, hasta nuestros días, asimismo se sumó un factor importante detrás de la criminalización de la mariguana: la enorme cantidad de dinero generada a través del narcotráfico. Y sin ir tan lejos como considerar algunas teorías que afirman que detrás de este mercado a fin de cuentas se encuentra una monumental red de lavado de dinero orquestada a partir de instituciones como la CIA o el Vaticano, lo cierto es que en un sistema completamente volcado al mercado, en donde la conveniente o nociva naturaleza de un fenómeno social o medioambiental se mide exclusivamente a partir de un criterio financiero, resulta objetivamente obvio que el gran mercado de drogas alrededor del mundo a fin de cuentas no debe molestar a los principales promotores de este sistema: gobiernos, corporaciones e instituciones religiosas.
Hoy algunos países como Canadá están haciendo esfuerzos para cambiar esta política de criminalización al convertirse en el primer país del mundo en habilitar un sistema legal para regular el uso médico de la mariguana. Las personas enfermas que reciban un permiso del gobierno pueden usar mariguana de manera legal; sin embargo, la producción comercial y venta es penada. Le han seguido otros países como Portugal, Holanda, Corea del Norte y Uruguay. Hoy varios estados de la Unión Americana luchan por legalizar o controlar el cultivo y tenencia de mariguana, pero en materia de educar y atender médicamente a la población vulnerable aún falta mucho por hacer.