En un decisivo drama de asuntos extranjeros que probablemente ocupará pocos titulares en 2014, Turquía y México se mueven en direcciones opuestas.
Fuera lo viejo, venga lo nuevo. En 2014, Irán, y la cruel guerra en Siria, dominarán los titulares de Oriente Medio; las tensiones entre China y Japón pondrán a esa región a la cabeza de la lista de preocupaciones de seguridad nacional de Estados Unidos, y las escisiones de Al Qaeda obligarán a Washington a reconsiderar una vez más la guerra contra el terrorismo.
Además de estas historias de primera plana, demos un vistazo a dos líderes nacionales a los que vale la pena observar durante este año: uno, en México, está en camino hacia la cima; el otro, en Turquía, está a punto de colapsar.
Sale: Turquía
En el mundo posterior al 9/11, el primer ministro Recep Tayyip Erdogan se convirtió en un ejemplo de cómo un estadista islamista podía hacerlo todo. Siendo un líder electo en una democracia establecida, un reformador que logró revitalizar la economía de Turquía, Erdogan era la prueba de que la religión más difundida del mundo puede coexistir con la modernidad.
Uno de sus admiradores era el presidente Obama. La geografía de Turquía y su política exterior declarada de “evitar todo problema con sus vecinos” la convirtieron en un protagonista regional fundamental. La química entre el Primer Ministro y el presidente era buena y, cuando la volatilidad en el Oriente Medio aumentó con la primavera árabe, Obama pidió consejo a Erdogan con mayor frecuencia que a cualquier otro líder regional.
Sin embargo, esta relación se volvió difícil, cuando el voluble Erdogan, quien ocupa la presidencia de su país desde 2003, amenazó con expulsar a Francis Ricciardone, el embajador estadounidense en Angora. Erdogan acusó a Estados Unidos de interferir en las disputas políticas internas de su país, y los medios de comunicación turcos, afiliados al gobierno, se deshicieron en insultos contra Ricciardone.
“Estamos viendo la caída de un imperio”, dijo Ricciardone ante embajadores de la Unión Europea en una reunión a puerta cerrada realizada en Angora, de acuerdo con la prensa turca. Ricciardone, un diplomático de carrera que habla fluidamente el idioma turco, negó que tal reunión hubiera tenido lugar. En un tuit obviamente dirigido a Erdogan, añadió: “Nadie debería poner en riesgo las relaciones entre Estados Unidos y Turquía mediante afirmaciones infundadas”.
Sin embargo, Washington tiene muchas razones para preocuparse. Mientras el gobierno de Obama intenta convencer al Congreso de que el acuerdo sobre el programa nuclear de Irán no desmantelará el régimen de sanciones, Turquía refuerza sus lazos financieros con Teherán y firma acuerdos muy importantes con Irán.
Turquía también viola las sanciones internacionales existentes: el centro de la investigación sobre corrupción que ha sacudido al gobierno de Erdogan lo constituyen las acusaciones de una transferencia de oro a Irán, posibilitada por funcionarios sobornados del Halkbank de Turquía. El oro, a su vez, permitió que los iraníes compraran artículos prohibidos que, de otra manera, no podían haber sido financiados de acuerdo con las estrictas sanciones bancarias.
Tres ministros de gabinete, cuyos hijos fueron arrestados supuestamente por haber participado en el plan de sobornos, han sido obligados a renunciar. Otros fueron parte de una importante reorganización del gabinete. “Quiero expresar mi creencia de que el estimado Primer ministro también debe renunciar”, declaró al canal de televisión turca NTV uno de los funcionarios destituidos, el ministro de Asuntos Ambientales Erdogan Bayraktar, en una entrevista realizada tras presentar su renuncia.
El escándalo también ha revelado una importante lucha por el poder entre Erdogan y Fethullah Gülen, un antiguo aliado de Erdogan muy alejado de la posible corrupción en la cúspide de la estructura de poder de Angora y que ayudó al Primer Ministro a ganar tres elecciones, pero que ahora parece haber adquirido cierta animadversión contra Erdogan.
Gülen, un pastor religioso que vive en un exilio autoimpuesto en Pensilvania, controla un movimiento de millones de dólares en su país. Los gülenistas dirigen un amplio sistema de educación y emisoras, y están bien posicionados en los cuerpos policiacos y en el poder judicial de Turquía. Los aliados del Primer Ministro acusan a Gülen de haber orquestado la investigación sobre corrupción en una campaña política para desacreditar al Primer Ministro.
Erdogan no es alguien que se quede con los brazos cruzados. Ha despedido sumariamente a jueces y oficiales de policía clave involucrados en la investigación sobre el escándalo y ha acusado a Estados Unidos, Israel, y otros países de conspirar contra él. ¿Esta dura respuesta bastará para superar algunos de los principales desafíos que habrá de enfrentar en 2014?
Durante el gobierno de Erdogan, Turquía logró salir adelante de manera relativamente fácil durante la desaceleración económica mundial de la última década. Sin embargo, la tasa de crecimiento anual ha disminuido de 4.50 por ciento en 2012 a 3.95 por ciento en 2013. El número de desempleados ha crecido hasta 10.77 por ciento.
Lejos de su política de “evitar todo problema con sus vecinos”, Turquía se enfrenta a todas las principales potencias de la región. Las manifestaciones contra un proyecto planeado en el parque de Gezi de Estambul, ocurridas el verano pasado, han crecido hasta generar un importante descontento. La respuesta del gobierno ha consistido en atacar duramente a los disidentes. Turquía tiene el mayor número de periodistas encarcelados del mundo, seguida muy de cerca por Irán, China y Eritrea.
El primer desafío político de Erdogan en 2014 se producirá en marzo, cuando un nuevo y carismático candidato, Mustafa Sarigul, del Partido Popular Republicano, tratará de conquistar la poderosa alcaldía de Estambul. Si logra vencer, el movimiento liberal secular de Turquía, que durante mucho tiempo estuvo aletargado, será reavivado. En tal caso, el intento de Erdogan de concentrar el poder en sus propias manos, convirtiendo el sistema parlamentario en uno de tipo presidencial y postularse para el cargo este verano, habrá sufrido un revés muy importante.
El plan imperial de Erdogan de asumir personalmente el control de todo el poder político enfrentará la feroz oposición de la izquierda secular y de la derecha de Gülen. Así que en 2014 podemos esperar mayores muestras de descontento en las calles y quizás incluso la intervención del ejército del país, que aún conserva su poder.
Erdogan puede retirarse o hacer que uno de los países más poderosos de la OTAN se aleje de la democracia y de sus alianzas occidentales. No hacer ninguna de las dos cosas es una opción cada vez más improbable.
Entra: México
El presidente Enrique Peña Nieto logró cerrar 2013 con éxito, aprobando importantes reformas, algunas de las cuales nunca antes se habían considerado posibles. Después de un año en el poder, Peña Nieto logró cambiar la imagen de su país, aumentando las esperanzas de los inversionistas exteriores y presionando a importantes fabricantes para abrir más factorías en su país en lugar de hacerlo en China.
Durante mucho tiempo, los políticos y los responsables de la política de Estados Unidos han tratado a México como un caso de “ya hemos contribuido”. La iniciativa Mérida de US$1.9 mil millones financia la interminable guerra contra las drogas del país, cuyo principal éxito ha sido producir grotescos titulares sobre cuerpos desmembrados y sacos llenos de cabezas. Más de 60 000 personas han muerto en esta guerra inútil. Mientras tanto, los inversionistas mundiales en el mercado latinoamericano han dirigido su atención a países como Brasil, pasando por alto a México.
En lugar de continuar con la guerra contra el narcotráfico que ensombreció la presidencia de su predecesor, Felipe Calderón, Peña Nieto dedicó su primer año en Los Pinos, la residencia presidencial ubicada en la ciudad de México, al establecimiento de una coalición.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) del presidente mantuvo el poder durante 71 años, más tiempo que el Partido Comunista soviético en Rusia, hasta que en el año 2000 fue derrotado por el Partido Acción Nacional de centroderecha. Después de estar marginado durante dos docenas de años, Peña Nieto apareció como un joven y atractivo líder del PRI, rodeado de tecnócratas y hábiles hacedores políticos. Desestimado al principio como “solo una cara bonita”, logró liberarse de la bien ganada imagen del PRI como un poder soporífero y corrupto, aferrado desesperadamente a anticuadas ideologías izquierdistas.
Después de obtener una cómoda victoria, actuó rápidamente para reformar el corrupto sistema educativo, calmó a la izquierda de su partido y a sus críticos del Partido de la Revolución Democrática, de tendencia izquierdista, prometiendo inversiones gubernamentales inteligentes en infraestructura y escuelas, e hizo que el sistema fiscal fuera más progresivo, gravando más a los ricos que a los pobres. Mientras tanto, también logró calmar a los legisladores del PAN con algunas importantes reformas a favor del libre mercado.
Por encima de todo, el mes anterior Peña Nieto logró poner fin al monopolio estatal del mercado petrolero que su propio partido introdujo hace 70 años y que era controlado por el monopolio gubernamental de Petróleos Mexicanos. Los cambios constitucionales de este mes permiten que empresas extranjeras compitan con Pemex y ayuden a México a ponerse al corriente en las modernas tecnologías de extracción de petróleo y gas, como el fracking de gas de esquisto y otras. Considerada desde hace mucho tiempo como el tercer carril político de México, esta reforma constitucional podría revertir la tendencia que ha puesto al país, que alguna vez fue uno de los principales productores de petróleo, muy por detrás de sus competidores globales.
También se espera que la reforma disminuya los precios de la energía en México, fortaleciendo aún más a su clase media, que ha crecido ininterrumpidamente desde que el presidente panista Vicente Fox expulsó al PRI del poder en 2000. La economía, según el PIB anual, creció 2.61 por ciento este año, en contraste con el crecimiento de 1.6 por ciento en 2012, y se espera que crezca aún más como consecuencia de las reformas de Peña Nieto. Mientras tanto, el número de desempleados se ha reducido de 5.71 en 2012 a un casi insignificante 3.74 este año.
Con este índice, uno de los principales programas legislativos de Obama, la reforma migratoria, podría volverse obsoleto cuando logre impulsarlo a través del Congreso. México, uno de los mayores exportadores de trabajadores indocumentados hacia Estados Unidos, podría revertir la tendencia para entonces, cuando comiencen a migrar más trabajadores hacia el sur de la frontera que hacía el norte de esta.
Obama realmente podría aprender una cosa o dos de la formación de la coalición de Peña Nieto y de sus exitosas maniobras para silenciar a la feroz oposición política. Pero también podrían hacerlo los republicanos, que han pasado tanto tiempo fuera de la Casa Blanca como lo hizo el PRI de México antes de recuperar el poder el año pasado.
Al igual que el Laborismo de Tony Blair o el Partido Republicano de Ronald Reagan, Peña Nieto ha logrado revitalizar la marca de su partido. En el proceso, su país será uno de los lugares más interesantes del mundo para mirar en este año de una buena manera.
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