A sus casi 86 años, y tras haber cumplido 4422 días de haber sido nombrado sumo pontífice de la Iglesia católica, el papa Benedicto XVI confiesa estar abatido por la edad y renuncia a su cargo como sucesor de Pedro dejando vacante la sede de Roma y, además, una serie de interrogantes sobre si en realidad existen otros motivos para su dimisión.
Aquel 11 de febrero, cuando Benedicto XVI se reunía con los cardenales de Roma con motivo de la celebración del Consistorio para las Causas de Canonización de las beatas María Guadalupe García Zavala —México— y Laura Montoya —Colombia—, y el italiano Antonio Primaldo y sus compañeros mártires, el Santo Padre sorprendió al mundo: renunciaba al ministerio que le fue encomendado el 25 de abril de 2005.
“Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”, aseguró el papa Benedicto XVI y se dijo consciente de que por la naturaleza espiritual del ministerio este se debe llevar a cabo no solamente con obras y palabras, sino también sufriendo y rezando.
“Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado […] Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro”.
El acontecimiento, que para algunos supuso una sorpresa, y para otros era ya una renuncia anunciada, se da en una época en la que la Iglesia atraviesa un momento muy álgido y controvertido y en el que su autoridad moral está puesta en tela de juicio al tiempo que los evangélicos avanzan con fuerza en América Latina, así como el islamismo en África y Asia, y la cristiana Europa se seculariza.
Los múltiples escándalos en los que se ha visto envuelto el Vaticano, con la filtración de documentos secretos que pusieron al descubierto casos de corrupción en la Santa Sede y las encarnizadas luchas de poder que se libran en su interior, no son motivo menor para que la crisis de la Iglesia católica, conformada por 1200 millones de fieles en el mundo entero, se vea agravada.
Ante tal panorama, no es osado creer que la fe católica pende de un hilo y que las causas de la renuncia del papa número 265 de la historia vaticana podrían ir más allá de su deteriorada salud. La soledad, la complicidad, el encubrimiento como conducta institucional, el ocultamiento, la corrupción y el abuso de poder también parecen cargar sobre sus hombros un mea culpa.
Una renuncia anunciada
Ya en 2010, Joseph Ratzinger, el cardenal que, según él mismo lo ha expresado, nunca quiso ser papa, advirtió en entrevista con el periodista alemán Peter Seewald que “cuando un papa alcanza la clara conciencia de que ya no es física, mental y espiritualmente capaz de llevar a cabo su encargo, entonces tiene en algunas circunstancias el derecho y hasta el deber de dimitir”.
Tres años después esta declaración cobra sentido en el mismo Benedicto XVI, quien al parecer ya preparaba desde entonces su renuncia a la sede de Roma.
Según explicó Federico Lombardi, vocero del Vaticano, la decisión del pontífice había sido medida durante meses y que no respondía a ninguna presión externa.
El hermano mayor del papa, George Ratzinger, contactado vía telefónica por AFP en su domicilio en Ratisbona, declaró que, en efecto, Ratzinger ya desde hace algunos meses se planteaba renunciar. “Tomó la decisión porque sintió el peso de la edad”, destacó, y agregó que al conocer las exigencias de su función encuentra que la decisión es justa y que es globalmente positivo que el papa dé paso a alguien más joven.
Angelo Sodano, decano del colegio cardenalicio, habló de la congoja que abatió a Roma con el anuncio sorpresivo del papa, “santidad amado y venerado sucesor de Pedro, su mensaje ha caído entre nosotros como un rayo en cielo sereno”.
Monseñor Eugenio Lira Rugarcía, secretario general de la Conferencia Episcopal Mexicana (CEM), en entrevista con Newsweek en Español explicó que, en un principio, la decisión del papa fue para la Iglesia católica mexicana una enorme sorpresa. “No podía salir de mi estupor, pero poco a poco pasé de la sorpresa a la reflexión y a entender que, de alguna manera, ya Su Santidad nos había preparado.
“Él es un hombre que se caracteriza por pensar muy bien lo que dice, y no dice las cosas gratuitamente; ya en el libro Luz del mundo había comentado que sus fuerzas físicas estaban disminuyendo y había afirmado que consideraba que un papa, cuando ya no cuenta con las capacidades necesarias, tiene no solo el derecho, sino el deber de renunciar”, afirmó Lira Rugarcía.
Tras el anuncio de renuncia la CEM llamó a los mexicanos a que asuman la decisión del papa, cuyos precedentes tienen siete siglos, cuando Gregorio XII —1406 a 1415— renunció para poner fin al cisma de Occidente .
Ejemplo de fe y testimonio de humildad
En palabras del obispo Eugenio Lira Rugarcía, la renuncia del papa ha sido tomada por los integrantes de la Iglesia católica y sus fieles como un ejemplo de fe y testimonio de humildad. “Al asumir sus limitantes antepone el bien de la Iglesia a sus intereses personales y deja el camino para que Dios guíe a sus cardenales para elegir a su predecesor”.
Para los críticos de la institución, en cambio, supone un acto de derrota ocasionado por el debilitamiento de su autoridad moral ante la verdad innegable de los casos de pederastia encabezados por el exlegionario de Cristo Marcial Maciel y otros miembros de la Iglesia; la corrupción de altos estamentos vaticanos y la pugna interna por la sucesión de Benedicto XVI, que tuvo lugar mucho antes de que su decisión de renunciar fuera anunciada.
El papado de Benedicto XVI se ha caracterizado por interminables luchas para contrarrestar sus tardíos pero múltiples intentos para liberar a la Iglesia de banqueros corruptos y de clérigos pederastas, pero su renuncia tristemente llega sin haber logrado tal liberación. La derrota en un contexto tal no parece ser un motivo disparatado para su adiós, o al menos no para los críticos que aseguran que las circunstancias lo hicieron sentirse incapaz de cumplir con su objetivo.
Lira Rugarcía, en cambio, disiente de todo planteamiento que ponga en duda que la renuncia de Benedicto XVI tuvo que ver con algo más que un acto de humildad y de fe. “Quien diga que las circunstancias lo rebasaron y que ese fue el motivo de su renuncia no ha comprendido nada, ni ha entendido a Ratzinger, ni ha entendido qué es la Iglesia y está fuera de la realidad. Por Dios, estamos hablando de un hombre entrenado desde niño para enfrentar dificultades”.
Un siervo solo, enfermo y asediado
Después de que Joseph Ratzinger lograra superar de alguna manera la posición de ser el papa que estaba a la sombra del tan amado Juan Pablo II, como de alguna manera lo revelaron los cientos de miles de seguidores que lo acompañaron durante su reciente visita a América Latina, parecía que la devoción y el amor de los fieles lo arropaban en su arduo camino de evangelizar a la sociedad moderna.
Sin embargo, la divulgación de documentos secretos del Vaticano a principios del 2012 supuso un golpe feroz a la autoridad moral del papa, dejando al descubierto su debilidad en la estructura del poder vaticano, que no controlaba; y no menos brutal fue descubrir que su mayordomo, Paolo Gabriele, conocido cariñosamente como Paoletto, fue el autor material de la sustracción de miles de documentos pertenecientes a la correspondencia papal.
Por si fuera poco, un mes después el papa sufrió otro revés con el despido de Ettore Gotti Tedeschi, entonces presidente del Instituto para las Obras de Religión (IOR), quien además fue la persona elegida personalmente por Benedicto XVI para intentar limpiar la Banca Vaticana previamente sometida a una investigación judicial por supuesta violación de normas contra el blanqueo de capitales.
No suficiente con lo sucedido, los documentos filtrados pusieron nuevamente sobre la mesa el caso de Emanuela Orlandi, la muchacha de 15 años que desapareció hace tres décadas y cuyo rastro señala a un supuesto obispo pedófilo en el interior del Vaticano.
Entre los muros que resguardan las 40 hectáreas comprendidas por el Estado Vaticano, en donde habitan 900 servidores de Dios y sus familias, el papa parece haberse quedado solo.
La difusión masiva e inagotable de documentos, que tuvo en jaque al Vaticano desde principios de 2012, llevó a Federico Lombardi a aceptar que el Vaticano estaba viviendo su propio caso de Vatileaks. Las primeras filtraciones sucedieron cuando la prensa italiana publicó documentos que pusieron al descubierto los casos de corrupción en la Santa Sede y un supuesto complot para sacar de circulación al papa.
Asimismo, las filtraciones revelaron las descarnadas luchas de poder que se libran en el Vaticano entre los distintos sectores de la curia por ocupar la silla de Pedro.
Los Vatileaks acapararon inmediatamente la atención internacional y tuvo lugar la publicación del libro Las cartas secretas de Benedicto XVI, del periodista Gianluigi Nuzzi. Los responsables de la filtración, Paoletto y el informático Claudio Sciarpelleti —encargado de guardar y entregar los documentos a una tercera persona—, fueron condenados a prisión, pero luego el Papa les otorgó el indulto.
El caso del banquero, también presidente del Santander Consumer Bank, filial italiana del Banco Santander, sigue en proceso, mientras que a Emanuela Orlandi se le ha dado nuevamente la espalda.
Los claroscuros de Joseph Ratzinger
Los casos de pederastia liderados por el exlegionario de Cristo Marcial Maciel son, sin duda, uno de los capítulos de la historia de la Iglesia católica que han conmocionado en mayor medida a la Iglesia moderna y que describen el pontificado de Benedicto XVI, quien, según dijo a la prensa mexicana el exsacerdote de la Arquidiócesis de México Alberto Athié, conocía, desde que Juan Pablo II estaba al frente de la Iglesia católica, las denuncias de las víctimas de Maciel.
Las afirmaciones de Athie obedecen a que él mismo elaboró una carta dirigida a Juan Pablo II en donde alertaba de los abusos de Marcial Maciel y que, según argumenta, fue entregada directamente al entonces cardenal Ratzinger por el fallecido obispo de Coatzacoalcos, Veracruz, México, Monseñor Carlos Talavera Ramírez.
El cardenal Ratzinger, asegura Athie, leyó la carta frente a Talavera, y después de cuestionarlo sobre la fiabilidad del texto le dijo que Maciel no podía ser procesado porque era una persona muy querida por el papa Juan Pablo II y que había hecho mucho bien a la Iglesia.
El padre Mario Ángeles Flores Ramos, de la Arquidiócesis de México, desmintió a principios del año pasado las acusaciones de Athie argumentando que son falsas las afirmaciones que hace el exsacerdote porque fue precisamente el cardenal Ratzinger quien promovió una investigación a fondo sobre Maciel, a través de funcionarios de la Congregación que fueron trasladados a México en 2004 para investigar y entrevistar personalmente a las víctimas.
Athie actualmente se encuentra trabajando en un asunto civil para demostrar que lo dicho por Flores Ramos sobre que Talavera jamás entregó la carta a Ratzinger es mentira, así como que se negó a investigar oportunamente a Marcial Maciel.
Mientras tanto, las cientos de miles de víctimas de Marcial Maciel y de otros cientos y tal vez miles de sacerdotes, obispos y cardenales siguen esperando justicia; en tanto, Maciel ya “descansa en paz” tan solo habiendo sido alejado de sus funciones.
Un Papa muy polémico
Tan polémica como su despedida ha sido el pontificado de Benedicto XVI, un papa que año tras año sorprendió al mundo entero con declaraciones que, hayan sido o no sacadas de contexto, como argumentó Lira Rugarcía, calaron en lo más profundo del seno de una sociedad moderna, laica y librepensadora.
A manera de cronología, vale la pena recordar desde el 2005 hasta este pasado 11 de febrero los acontecimientos que suscitaron polémica a nivel internacional al ser protagonizados por el encargado de administrar los asuntos de Dios en la Tierra.
Noviembre de 2005: mediante documentos, obliga a los seminarios a prohibir la admisión de hombres con tendencias homosexuales.
Mayo de 2006: el papa Benedicto XVI exigió a Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, que renuncie “a todo ministerio público” por ser investigado por supuestos abusos sexuales a seminaristas. No se le obliga a cumplir sus culpas.
Septiembre de 2006: en un discurso pronunciado en la universidad de la localidad alemana de Ratisbona, el Papa cita a un emperador bizantino: “Muéstrame aquello que Mahoma ha traído de nuevo y encontrarás solo cosas malas e inhumanas…”.
Julio de 2007: el Vaticano le niega a la comunidad protestante su derecho a denominarse Iglesia causando total indignación.
Enero de 2009: el Papa levanta la excomunión a cuatro obispos ultratradicionalistas, incluyendo a uno que negó el Holocausto.
Marzo de 2009: sus afirmaciones de que el sida “no se combate solo con dinero, ni con la distribución de preservativos, que, al contrario, aumentan el problema”, causan gran rechazo en medio de la crítica situación del continente, donde al menos 22 millones de personas de África subsahariana están infectadas con el virus del VIH, según Naciones Unidas.
Hasta marzo de 2010: en su carta pastoral a la Iglesia irlandesa, el Papa lamenta el abuso sexual a menores en el seno de la Iglesia católica y manifiesta “la vergüenza y arrepentimiento que todos sentimos”.
Noviembre de 2010: en ocasión de su reciente viaje a Edimburgo, Benedicto XVI cargó contra el “extremismo ateo” y lo responsabilizó del advenimiento de tiranías que, como el nazismo, pretendían “erradicar a Dios de la sociedad”. Ahora, en Barcelona, ha denunciado la irrupción de un anticlericalismo “fuerte y agresivo, como se vio en los años treinta”, y ha instado a “reevangelizar España”.
Julio de 2011: el Vaticano retira a su embajador de Irlanda tras una crítica sin precedentes del parlamento irlandés a la Santa Sede por una ola de reportes que acusaron a la Iglesia de encubrir los abusos sexuales.
Hasta noviembre de 2012: convoca en Roma a todos los miembros del Colegio Cardenalicio para tratar, en una “cumbre” sin precedentes en la historia de la Iglesia, los casos de sacerdotes pederastas.
Diciembre de 2012: en su mensaje anual de Navidad, el papa Benedicto XVI censuró al matrimonio gay; los homosexuales –dijo– están manipulando la identidad del género que les dio Dios, con lo que destruyen “la esencia misma de la criatura humana”.
Diciembre de 2012: Benedicto XVI abre una cuenta de Twitter. Indulta a Paoletto y a Sciarpeletti por el caso de Vatileaks.
Febrero de 2013: Benedicto XVI anuncia en Roma, mediante un discurso pronunciado en latín, que renuncia a su pontificado, a partir del 28 de febrero, por el peso de su edad.
Se desperdicia el Concilio Vaticano II
En 2010 el teólogo Hans Küng, mediante la Carta abierta a todos los obispos católicos del mundo, juzgó el pontificado de Benedicto XVI como el de las oportunidades perdidas y pidió al clero que reaccione ante la crisis de la Iglesia, desde entonces agudizada por los abusos a menores y que no espere a que el Vaticano les diga qué hacer, sino que ellos lo propusieran.
A Benedicto XVI su antiguo amigo y compañero del concilio le advierte que había desperdiciado la oportunidad de un entendimiento perdurable con los judíos, la oportunidad de un diálogo en confianza con los musulmanes, la oportunidad de la reconciliación con los pueblos nativos colonizados de Latinoamérica, la oportunidad de ayudar a los pueblos africanos en la lucha contra la superpoblación, aprobando los métodos anticonceptivos, y en la lucha contra el sida, admitiendo el uso de preservativos; también la oportunidad de concluir la paz con las ciencias modernas a través del reconocimiento inequívoco de la teoría de la evolución y aprobando de forma diferenciada nuevos ámbitos de investigación, como el de las células madre.
En pocas palabras, dijo, “se ha desperdiciado la oportunidad de que también el Vaticano haga, finalmente, del espíritu del Concilio Vaticano II la brújula de la Iglesia católica, impulsando sus reformas”.
Lira Rugarcía asegura, en cambio, que nada se ha perdido, sino que se sigue en proceso de lograr los objetivos del concilio, y más bien señala como un gran logro el haber convocado a líderes de todas las religiones del mundo y no creyentes al Encuentro Ecuménico de Oración, como lo hicieron los dos últimos papas. “Un hecho impensable en el siglo XVI o XIX, impensable tener a un representante del budismo junto con un representante del hinduismo, o a un rabino con un líder del islam”, puntualizó.
Küng, hasta hoy firme en lo que expresó en su Carta dirigida a los obispos del mundo, propone no callar, acometer reformas, actuar colegiadamente, saber que la obediencia limitada solo se debe a Dios, aspirar a soluciones regionales y exigir un concilio, todo ello con el fin de que los obispos pongan “en la balanza la autoridad episcopal revalorizada por el concilio” y le devuelvan a los fieles la confianza en la Iglesia católica.
Después de Benedicto XVI
El 28 de febrero, a las 20 horas, el papa Benedicto XVI se convertirá en obispo emérito y será llevado a Castel Gandolfo para después ir a la casa que en el interior del Vaticano fue ocupada por las religiosas de clausura con el objetivo de retirarse a una vida oculta del mundo y dedicada a la oración y al estudio, explicó Eugenio Lira Rugarcía. “Él ha sido un hombre caracterizado más bien por una tendencia a la oración, a la contemplación, a la investigación y al estudio, es decir, volverá a lo verdaderamente suyo”.
Abandonadas las funciones como sumo pontífice, Rugarcía asegura que Joseph Ratzinger deja de tener cualquier forma de autoridad, se convierte en obispo emérito y puede ejercer el ministerio sacerdotal en plenitud, pero nunca más tener una función de autoridad política dentro de la Iglesia.
Para elegir al próximo papa entra en vigor la Constitución apostólica Universi Dominici Gregis, que dejó el beato Juan Pablo II y donde se prevé la sede vacante y la elección del nuevo pontífice. Entonces, el 28 de febrero queda vacante la sede de San Pedro, el gobierno recae en los cardenales que deberán formar dos congregaciones, una de asuntos generales conformada por todos los cardenales y otra de asuntos particulares que estará presidida por el cardenal camarlengo, y tres cardenales que se erigirán cada tercer día por sufragio y que serán encargados de las cosas ordinarias; y compete al cardenal decano convocar a los cardenales electores, menores de 80 años, al cónclave.
Según la norma vigente, una vez que se ha decretado la sede vacante no pueden pasar más de 20 días sin que se convoque al cónclave, es decir, a más tardar el día 19 después de la sede vacante tiene ya que estar convocado el cónclave.
El cónclave reunirá a los cardenales que celebrarán una misa en la Basílica de San Pedro por el pontífice, se trasladarán a la capilla Sixtina donde se llevará la primera ronda de votaciones y, luego, habrá si no hay todavía resultado positivo, otra serie de elecciones hasta que se tenga nuevo papa.
Para Lira Rugarcía el próximo papa deberá ser un hombre de fe que se empeñe fuertemente en el trabajo de la nueva evangelización y que ten-ga el vigor necesario para los viajes pastorales que son una tarea de evangelización muy fuerte.
¿La Iglesia dará el paso hacia la apertura?
Un papa cuyo signo más claro de querer entrar a lo que hoy las sociedades globalizadas e interconectadas conocemos como modernidad fue la apertura, en diciembre, de su cuenta de Twitter, un hecho que hizo parecer que el Pontífice quería ser parte del futuro, pero que hoy genera un contraste que a todas luces no se ajusta a la realidad en la que vivimos: su mensaje de despedida fue en latín.
Tal parece que Benedicto XVI es un papa que intentó abrazar a la modernidad sin despojarse de las ataduras que lo tienen anclado a un pasado conservador en el que la Iglesia todavía no logra ver al mundo más allá de la ventana del Vaticano.
¿Será que la elección de un nuevo papa constituirá el paso hacia la apertura de la Iglesia para liberarse de las ataduras históricas que están completamente en contra de la lógica moderna?
Según lo dicho por Lira Rugarcía, un obispo que usa brakets y celular, la respuesta parece ser un no: “La Iglesia no es nuestra, la ha fundado Jesús, él nos ha dejado concretamente en el Evangelio, en los escritos testamentarios, en la tradición viva de la Iglesia, lo que debemos creer, celebrar, vivir y orar; hay cosas esenciales que no podemos cambiar porque estaríamos hablando entonces de otra cosa, no de la Iglesia católica.
“Pero hay otras que son accidentales y es importante distinguir lo esencial de lo accidental; creo que en lo accidental hay todavía cosas que no son coherentes con la enseñanza de Cristo y que tenemos que cambiar, hay otras en las que creo que lo accidental sí refleja lo esencial. Entonces, hay temas en que la gente a lo mejor diría: el nuevo pontificado se va abrir a la Iglesia, hay cosas en las que no es cuestión de abrir porque se traicionaría algo que se es”, sentenció.
En las próximas semanas, la disputa del poder en el interior del Vaticano se acentuará con la elección del pontífice que ocupará el lugar de Benedicto XVI, un papa que trató, sin éxito, de encarar la crisis de una Iglesia definida por el ganador del premio Pulitzer Garry Wills como “autista” por permanecer alejada de las necesidades y del dolor de sus víctimas y únicamente preocupada por cerrar filas en torno a los abusos de pederastia y dar carpetazo en vez de sancionar.
Entonces, Joseph Ratzinger se encontrará en Castel Gandolfo, a 24 kilómetros de Roma, dedicándose a una vida de oración y recogimiento mientras que no solo los 1200 millones de católicos, sino que el mundo entero, estará esperando que los hombres de Dios hayan acertado en su elección y que la Iglesia conservadora y anclada en el pasado acepte moverse al ritmo de la historia para que el próximo papa no se vea abatido ni por la edad, ni por la soledad, ni por el asedio y dé un salto hacia ese mundo real que, lejos de lo divino, dé cabida a los temas del celibato, los anticonceptivos, la homosexualidad y la mayor participación de la mujer.