Lo que ha pasado es que el mercado de las bebidas en México ha crecido mucho en los últimos años y eso ha generado una muy buena oferta de actividad y de trabajo a gente como yo, porque un sommelier completo no solo se tiene que esforzar en un conocimiento profundo del vino, se tiene que esforzar en destilados y en otro tipo de bebidas, como el café o el té; también se tiene que meter en el mundo de los quesos, del tabaco, los puros y todo lo que gira en torno a esta industria.
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Cada año, en México, un millón y medio de personas adquieren la mayoría de edad y se convierten en consumidores abiertos y legales, es muchísima gente. Somos un país de foco, y no nada más para regiones vitivinícolas, sino para muchas categorías de destilados. Esto tiene que ver con que México está ofreciendo un mercado joven, abierto, cada vez más dinámico, con una clase media creciente y con mujeres cada vez más incorporadas en la toma de decisiones. Pero la diversificación del sommelier tiene que ir de la mano con el conocimiento porque es la práctica y la teoría que te van formando.
En México la gente está interesada en entender la cocina de una manera profunda y no hay mejor bebida que combine con la gastronomía que el vino. Creo que nos hemos movido en paladar y el vino se ha tenido que incorporar de manera natural a la comida. Si quieres involucrarte y entender qué tipo de uvas te combinan mejor con la comida te abres un panorama muy amplio porque aún el mejor vino lo puedes arruinar combinándolo mal.
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El vino mexicano ha ido tomando su lugar y eso es porque afortunadamente no hemos tenido que batallar con un tema malinchista. No estamos en la categoría de un país europeo, pero lo entendemos porque España estaba así hace unos años y ciertas regiones de Italia aún están así. Hoy hay un consumidor mexicano que compra y promueve el vino mexicano y eso ayuda a que haya una mejor oferta. También estamos empezando a ver etiquetas colocándose en un precio bajo y es algo que el mercado ya exigía, ahí es donde ha habido mucha crítica del vino mexicano, y es que aún en las categorías de elaboración más básicas sigue siendo caro porque todos los insumos son importados.
Hoy hay más de 218 proyectos vitivinícolas en el país, y si hace cinco años hablábamos de los valles de Ensenada y Parras como las dos regiones de viticultura, hoy hay proyectos en Guanajuato, Querétaro, Puebla, Aguascalientes, Zacatecas, Durango, Chihuahua. Estamos creciendo, pero todavía falta mucho por hacer.
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Algo que para mí es una premisa es la disciplina porque trabajo con un artículo de alto riesgo. Tienes que darte cuenta de que aun cuando para ti tomarte una copa de vino es social, eres una figura que representa el mundo del alcohol y hay que ser muy responsables con la ingesta. Saber beber es un arte, tienes que aprender a ser prudente y formal. La realidad es que el vino relaja, y como mujeres somos mucho más observadas que los hombres. Es un tema de género que no podemos negar, sigue estando este estigma en la sociedad en donde a las mujeres se les permite una cosa, pero no otra y a los hombres se les permite todo. No podemos perder la consciencia de esto por más feministas que queramos ser.
Por eso entre mujeres tenemos que apoyarnos. No sabes lo hermoso que es ver a una mujer en el mundo del vino desarrollando la actividad con elegancia, delicadeza y con cierta sensualidad femenina. Una mujer que sabe hacer un buen servicio de vino es muy lindo y muy sensual. Creo firmemente que somos las mujeres las que tenemos que poner en práctica la equidad de género en todos los campos de trabajo.