¿Cuántos de nosotros hablamos de dinero al inicio de una relación de pareja? Honestamente, muy pocos. Nos han enseñado que hacer preguntas de dinero a las personas es de mala educación, aunque es evidente que el interés en el tema sale a relucir durante el cortejo. Hoy hablaremos acerca del dinero, ese tercero en la relación que tratamos de tapar, pero que siempre sale a relucir.
Desde sus inicios, el matrimonio legal es un acto patrimonial y no afectivo. Al inicio de la propiedad privada, el matrimonio legal constituía el acto por el cual la mujer aceptaba esposarse al hombre para el cuidado de los bienes que este producía y la procreación de los hijos que heredarían dichos bienes. Parte de esto proviene del hecho de que la mujer, al casarse, pase a tener en su apellido el “de” junto con el del esposo.
Obviamente las condiciones sociales han cambiado, especialmente con la incorporación de la mujer al sector productivo. Pero con seguridad se guarda una memoria en el inconsciente colectivo alrededor del dinero y el temor de perder los bienes que se producen bajo la mancomunidad matrimonial.
Un ejemplo claro lo muestra la psicóloga Clara Coria en su libro El sexo oculto del dinero. En este describe el patrón común de separación de pareja. Y también cómo la mujer teje una relación con los hijos que con frecuencia termina convirtiéndose en una alienación. Según indica, ante un divorcio la mujer elige renunciar voluntariamente a las fuentes generadoras de ingresos (negocios, inversiones, propiedades) con tal de obtener el mayor derecho posible sobre los hijos, al punto de asumir la carga financiera que esto representa (educación, comida, salud).
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Si tuvieras que divorciarte hoy ¿tienes claro cuánto le tocaría a cada uno como producto de la separación de bienes? ¿Piensas que hubiese sido mejor hacer una capitulación antes de firmar el contrato de matrimonio? ¿Qué tan claro tienes las condiciones financieras y patrimoniales en las que está sostenido el matrimonio en estos momentos? ¿Pudiera ser el temor a separar bienes un motivo por el cual decidirías quedarte en un mal matrimonio?
Todas las preguntas anteriores le rondan por la cabeza a más de una persona en este momento. El dinero, siendo una herramienta de intercambio y que a nivel cerebral cumple una función de recompensa (activador dopaminérgico), lo usamos como un mecanismo de sobrevivencia al cual nos aferramos irracionalmente. A nivel de neurofinanzas, la pérdida de dinero y las cosas materiales generan una reacción desproporcionada, y esta es la razón por la cual muchos prefieren la estabilidad financiera a pesar de una infelicidad en pareja.
Los motivos matrimoniales han cambiado, y actualmente un matrimonio tiene más fines afectivos que patrimoniales. Sin embargo, el contrato de matrimonio sigue manteniendo las mismas cláusulas, normas y condiciones. Que firmemos dicho contrato con una mayor carga de enamoramiento, es decir, con una mezcla de bioquímicos que bloqueen el pensamiento crítico, no nos exonera de las consecuencias que esto pueda traer a nuestras vidas, sobre todo con respecto a nuestra vida financiera.
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Con frecuencia escuchamos que el dinero y el amor son incompatibles, pero lo que realmente se contrapone al amor es una falta de sinceridad alrededor del tema dinero. Por esta razón es importante, tan pronto como sea posible, tener esas conversaciones incómodas alrededor del tema financiero, partiendo desde una independencia económica mutua. Y si a la otra persona le resulta inadecuado u ofensivo que esas conversaciones se toquen una vez que la relación entre a una fase de formalidad, es hora de repensar si esa es la relación de pareja que realmente te mereces.
Para finalizar, dejo sobre la mesa una opción de la que casi nadie habla, pero que mitigaría enormemente los riesgos asociados con la separación: el plan de divorcio. Esto consiste en crear un documento, al mismo nivel de los testamentos, donde se especifique el procedimiento consensuado de cómo sería la disolución del matrimonio en términos patrimoniales que para ambos sea aceptable, entendiéndose que nada está garantizado en las relaciones de pareja y que lo importante es terminar, en caso de suceder, con el mínimo de discusiones posible.
Vivimos en una época donde nos casamos bajo en embrujo bioquímico del enamoramiento y nos divorciamos con la explosión conflictiva de la separación de bienes. Comprender cómo creamos nuestras relaciones y cómo las finalizamos nos ayudará a gestionarnos ante el espectro de escenarios con las menores sorpresas (y dolores) posibles. N
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Joselyn Quintero es especialista en neurofinanzas, autora de varios libros, conferencista y directora de Armonía F. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.