Los parásitos que alguna vez se alimentaron del extinto tilacino o lobo de Tasmania existen aún en la actualidad. Entre dichos parásitos se encontraba una especie de pulga que ha logrado sobrevivir hasta nuestros días, pese a que el último lobo de Tasmania murió en 1936.
Endémico del continente australiano y las islas de Tasmania y Nueva Guinea, el tilacino era una especie emblemática que emergió hace unos 4 millones de años y evolucionó hasta convertirse en el carnívoro más grande de su clase, antes de desaparecer a consecuencia de la persecución humana.
Aun cuando el último lobo de Tasmania murió en 1936 en un zoológico tasmano, no fue sino hasta 1982 cuando la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza declaró extinta la especie.
En aquellos días, el estándar internacional establecía que debían transcurrir 50 años sin avistamientos confirmados para poder declarar extinta una especie animal. Debido a que los científicos poco saben del propio tilacino, resulta sorprendente que el conocimiento sobre sus parásitos sea tan extenso.
“Para nuestra suerte, el último lobo de Tasmania murió hace relativamente poco tiempo: en 1936. Sin embargo, durante más o menos un siglo antes de que la especie se extinguiera, el gobierno australiano brindó un creciente apoyo para las ciencias y la historia natural del continente”, explica a Newsweek el Dr. Mackenzie Kwak, parasitólogo de la Universidad de Hokkaido, Japón.
ESPECÍMENES PRESERVADOS EN MUSEOS
“Eso se tradujo en que muchos científicos y curadores de museos se dedicaron a reunir especímenes de distintas especies, incluidos los tilacinos y sus parásitos. Muchos de los especímenes siguen preservados en museos, lo cual brinda a los investigadores la posibilidad de aprender más de esas especies y compartir información con otros científicos y el público general”, añade Kwak.
Nacido y criado en Australia, el biólogo revela que se “enganchó” en la parasitología cuando cursaba el último año de licenciatura. Desde entonces, se ha dedicado al estudio y la investigación de los parásitos.
“Me parece que todo australiano —incluido un servidor— tiene una fascinación innata con el lobo de Tasmania. No solo porque es una especie emblemática de nuestro continente, sino también porque era un animal muy grande y espectacular”, prosigue el científico.
Por lo pronto, se conocen tres especies que parasitaban al tilacino: la pulga antes mencionada, un gusano redondo (nemátodo) y una tenia (platelminto).
“No obstante, lo más curioso es que el nemátodo y la tenia fueron infecciones accidentales, pues el primero provino de una paloma despistada que un tilacino capturó y devoró en el Zoológico de Londres. Mientras, la tenia posiblemente provino de los excrementos del demonio de Tasmania que ingirió un tilacino”, detalla Kwak.
“Aun así, a juzgar por sus parientes marsupiales —los cuoles y los demonios de Tasmania—, es muy probable que el tilacino tuviera muchos otros parásitos. Por desgracia, cualquier posibilidad de identificar esos parásitos misteriosos desapareció cuando se extinguió”, agrega el también investigador.
EL LOBO DE TASMANIA Y SUS PARÁSITOS
En opinión de Kwak, es poco probable que los parásitos del lobo de Tasmania causaran grandes daños al huésped: “Sabemos que, a lo largo del tiempo, los parásitos y sus huéspedes casi siempre coexisten de manera, digamos, armoniosa”.
Prosigue: “De hecho, hemos observado que algunos parásitos contribuyen a ‘entrenar’ el sistema inmunológico del huésped. De esa forma lo ayudan a reducir el riesgo de desarrollar alergias y enfermedades autoinmunes. Por consiguiente, es muy posible que los parásitos beneficiaran al tilacino de alguna manera”.
El único parásito natural del lobo de Tasmania que ha sobrevivido hasta nuestros días es la pulga excavadora (Uropsylla tasmanica). De hecho, este insecto hematófago también parasita cuoles y demonios de Tasmania, otras dos especies de marsupiales carnívoros.
En opinión de Kwak, es sorprendente que esa pulga aún exista, ya que muestra indicios de haberse especializado para parasitar al lobo de Tasmania: “Es común que la extinción de una especie conduzca también a la extinción de los parásitos específicos del huésped. Este proceso se conoce como ‘extinción en cascada’”.
“Por lo anterior, es sorprendente que la pulga excavadora siga viva y activa en nuestros días. Sobre todo, si consideramos que sus huéspedes actuales —los cuoles y los demonios de Tasmania— no están estrechamente emparentados con el tilacino, pues, de hecho, pertenecen a una familia de marsupiales completamente distinta”, prosigue el parasitólogo.
LA PULGA VIVE EN MARSUPIALES CARNÍVOROS
“Al parecer, la pulga ha minimizado su riesgo de extinción parasitando varios marsupiales carnívoros. Es una rareza ecológica, pero ¡muy afortunada para la pulga!”, comenta Kwak. Según el parasitólogo, la pulga excavadora tenía una relación “muy particular” con el tilacino.
“Aun cuando los adultos de la pulga excavadora se parecen mucho a los típicos bichos que todos conocemos y aborrecemos, sus larvas difieren de las de otras especies en cuanto a que también son parásitas y tienen la particularidad de encarnarse dentro de la piel del huésped”, explica el biólogo. “Así pues, las larvas habrían vivido bajo el pelaje del tilacino, alimentándose con minúsculas cantidades de sangre”.
A casi un siglo de la muerte del último lobo de Tasmania, algunos científicos han empezado a trabajar en la desextinción de la especie. Si esos esfuerzos —que utilizan tecnologías avanzadas de edición genética— fueran exitosos, tendrían consecuencias muy importantes para la pulga excavadora.
“Si la ciencia lograra resucitar al tilacino, tarde o temprano los conservacionistas ejercerían presión para reintroducir la especie en Tasmania, a fin de que volviera a cumplir sus funciones ecológicas”, especula Kwak.
“Y en vista de que la pulga excavadora y sus huéspedes se han diseminado mucho en Tasmania, sería meramente cuestión de tiempo para que los propios insectos regresaran a su ‘estado salvaje’ a lomos del tilacino. Tal vez en 2040 Tasmania vuelva a tener pulgas excavadoras y tilacinos en el mismo ecosistema, como fuera hace dos siglos, en 1840”, concluye Kwak. N
(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek).