Abdelaziz Okab recuerda ese funesto día de febrero de 2019 cuando una mina antipersonal, esta “asesina invisible”, explotó pisada por su camión matando a 21 miembros de su familia. Hoy en día, las minas antipersonales continúan haciendo estragos en Siria, país del mundo con más accidentes de este tipo.
“Era un día feliz que se transformó en una pesadilla“, cuenta Okab a la AFP en la puerta de su casa de tierra en Selmiya, cerca de Hama.
Un segundo bastó para matar a su mujer, a dos de sus hijos y cuatro de sus hermanos y hermanas, entre otros. Él solo sufrió algunas heridas leves, pero varios miembros de su familia que sobrevivieron quedaron paralíticos y lisiados.
“Una familia entera quedó diezmada. La muerte nos esperaba bajo tierra, era nuestro destino”, continúa Okab, rodeado de sus sobrinos. Todos huérfanos desde el drama.
“La gente vive con miedo de este asesino desconocido e invisible”, afirma este pastor de 41 años, que dice que “ahora detesta salir a pasear”.
LAS MINAS SON UN “ENEMIGO ESCONDIDO”
“En la guerra distingues a tu enemigo de tu amigo. Pero una mina es un enemigo escondido”, explica.
Siria es el lugar del mundo con más accidentes de este tipo, según el representante del departamento antiminas de la ONU en ese país, Habibulhaq Javed, consultado en junio por la AFP. Javed lamenta la falta de medios y pide “apoyo de todos los sectores”.
Entre 2015 y 2022, unas 15,000 personas murieron o resultaron heridas por minas en Siria, es decir cinco por día. Y “alrededor de 10,2 millones de personas viven en zonas contaminadas por artefactos explosivos”, señala UNMAS (Servicio de las Naciones Unidas de Actividades Relativas a las Minas).
Luchar contra las minas es una tarea difícil en un país arrasado desde 2011 por un conflicto que ha costado la vida a medio millón de habitantes y ha desplazado a millones de personas.
Plantadas sin registros cartográficos en medio de tierra agrícolas o zonas residenciales por parte de las diferentes partes beligerantes, las minas en Siria son una amenaza para todo, en todas partes y por mucho tiempo.
“NO TENEMOS DERECHO AL ERROR”
“La vida útil de las minas es larga. Están plantadas de manera azarosa por diferentes grupos armados”, indicó a la AFP un oficial del gobierno sirio que no quiso revelar su identidad.
Las autoridades anuncian casi a diario explosiones controladas para destruir artefactos explosivos, municiones y minas antipersonales abandonadas en el territorio.
En las regiones que aún escapan al control de Damasco, como el noroeste de Siria, los equipos de Cascos Blancos trabajan para registrar y destruir los artefactos explosivos. Así como para informar a la población con talleres de sensibilización.
Raed Hassoun, director de uno de los centros de desminado administrado por los Cascos Blancos, afirma que desde 2016 se destruyeron unos 24,000 artefactos explosivos en el noroeste. “No tenemos derecho al error”, afirma a la AFP.
En diciembre de 2021, la ONU apoyó la primera operación de desminado en las ciudades controladas por el régimen sirio en Daraya, en Ghuta oriental. Ubicada cerca de Damasco, esta zona fue un feudo rebelde entre 2012 y 2016 y tiene una importante concentración de minas.
EVITAR NUEVAS TRAGEDIAS
Durante una operación similar de desminado, la ONU encontró artefactos explosivos en unas 200 de las 6,000 viviendas del campo de refugiados palestinos de Yarmuk, en los suburbios de Damasco.
El objetivo es evitar nuevas tragedias como la que sufrió Zakia Al Bushi en 2017, cuando esta mujer de 47 años salió con su familia en la provincia de Alepo para recolectar las muy preciadas trufas del desierto, que crecen al final del invierno.
Mientras conducía con un camino aislado, el hermano de Zakia quiso evitar una mina que había visto pero pisó otra, oculta bajo la arena.
De los ocho miembros de la familia de Zakia, cinco murieron, entre ellos su madre y su hermano. Su hija, que tenía cuatro años por entonces, sobrevivió pero perdió el habla. N