El acoso escolar (o bullying) puede transformar la vida de las infancias y jóvenes y, por tanto, dificultar su derecho al libre desarrollo y a una vida libre de violencia.
Respecto a este comportamiento, México ocupa el primer lugar a nivel mundial, de acuerdo con datos de la ONG International Bullying Without Borders. En su informe “Bullying Without Borders”, de los años 2020-2021, se menciona que en México siete de cada diez estudiantes sufren algún tipo de acoso escolar. En ese tenor, el país es seguido por Estados Unidos, con seis de cada diez estudiantes.
Esta tipología de violencia se caracteriza por abusar del poder con el propósito de someter a otros a través de violencia física, intimidación o amenazas. Además, son actos repetitivos y sistemáticos.
La Dra. Paloma Cobo Ocejo, quien ha ejercido su práctica de acompañamiento psicológico por más de 30 años en escuelas y se ha especializado en atender casos de acoso escolar, especifica que se debe comprender el acoso escolar como una serie de acciones deliberadas.
“En el acoso siempre hay agresor o agresores, víctima o víctimas y testigos. Para mí, estos últimos son una parte fundamental para erradicar el problema. Porque la mayoría de las veces ellos son los que tienen el conocimiento de lo que está sucediendo y no lo denuncian, ya sea por ignorancia, porque creen que no es su problema o porque no confían en las autoridades”.
¿CÓMO IDENTIFICAR A UNA VÍCTIMA DE ACOSO ESCOLAR?
Cobo Ocejo describe que quienes ejercen el acoso son muy hábiles, pues intentan hacerlo en situaciones donde no haya adultos o autoridades presentes. Por ello, es importante poner atención a cambios de conducta que puedan sufrir las infancias o juventudes, como posibles indicios de padecer esta violencia.
“Algunos factores pueden ser que en la escuela pasa mucho tiempo solo o empieza con dolores y no quiere ir a la escuela. También, que está muy angustiado todo el tiempo.
“Pueden desarrollar trastornos de ansiedad —continúa—. Y podemos percibir cómo se vuelve mucho más introvertido en casa y en la escuela. En general, hay cambios de conducta y existe una baja académica. Por sí solas, ninguna de estas conductas es contundente, pero cada una es suficiente para indagar qué está pasando”.
La Mtra. Carmen Danelia de la Peña Castro, jefa de Acompañamiento Estudiantil de Educación Básica y Media Superior de la Universidad Autónoma de Guadalajara, agrega otros signos:
• Llega con raspones o moretes a casa y no sabe dar una explicación al respecto.
• Puede llegar a mojar la cama por las noches.
• Menciona que se burlan de él.
• Comenta en casa que lo llaman por algún apodo.
• Dice en casa que en la escuela le quitan sus cosas.
• Menciona que hay un niño “mal portado” en la clase y no le agrada.
“ESTAR ATENTOS A CAMBIOS Y COMPORTAMIENTOS”
Lo más importante es conocer las características propias del infante o joven para poder identificar cambios conductuales. La señora Ana, a quien le cambiamos el nombre para proteger su identidad, menciona que los cambios en los hijos pueden ser muy sutiles:
“Por ejemplo, a mi hija le empezó a gustar maquillarse, y en un primer momento para mí eso fue normal por la etapa que vivía. Mi error fue quitárselo, porque con ese cambio me estaba pidiendo ayuda también.
“Es decir —continúa—, los cambios no siempre son tan evidentes como pasa con algunos niños o niñas que se vuelven muy callados. Por eso yo recomendaría, sobre todo, estar sumamente atentos a cualquier tipo de cambio y comportamiento”.
Sobre cómo saber si tu hija o hijo es agresor, la Dra. Cobo Ocejo apunta a que suelen recibir reportes en la escuela. Además, otros padres suelen hacerte saber sobre malas conductas. Los agresores suelen ser “poco accesibles desde un lugar más agresivo, a comparación de la víctima, que se vuelve mucho más introvertida”.
HAY UNA SOLUCIÓN: ACOMPAÑAMIENTO Y EMPATÍA
Reyna Monjaraz, directora general de Fundación en Movimiento, institución especializada en atender casos de acoso escolar, explica que hay tres ámbitos desde los cuales debe atenderse este tipo de violencia: la familia, la escuela y el gobierno.
“La primera prevención inicia en casa. Por eso es importante que los distintos familiares puedan dar un ejemplo de los valores a sus hijas e hijos, como son el respeto, la empatía, la tolerancia. Por lo tanto, la prevención aquí vendría desde las prácticas de crianza y la enseñanza de valores hacia uno mismo y hacia los demás”.
Sobre la escuela, Monjaraz apunta que, sin importar si los centros escolares son públicos o privados, estos deben tener protocolos para actuar en estas situaciones. Dichos protocolos deben ser de conocimiento de todo el personal, padres de familia y alumnado.
“Es necesario que haya capacitación para todos los docentes y el personal sobre qué hacer desde las primeras señales y cómo actuar, qué medidas tomar, cómo identificar una situación de bullying”, específica la experta.
La SEP ha desarrollado información y protocolos al respecto. Sin embargo, Monjaraz considera que dichos protocolos no retribuyen frutos porque no ha habido un esfuerzo cabal en capacitar al personal de las escuelas.
Dentro de la Fundación en Movimiento, Ana, madre de familia, describe cómo le brindaron acompañamiento terapéutico a su hija, quien ya había desarrollado conductas de autolesión. En primera instancia se trabajó con la autoestima de la infante.
ENTENDER LA DINÁMICA DE VIOLENCIA
También la ayudaron a tener estrategias de comunicación asertiva con su hija. “En las asesorías me brindaron las herramientas suficientes para poder mirar la situación desde distintos ángulos y comunicarme con ella”, explica.
Observar la situación desde un sentido multifactorial es muy importante para entender la dinámica de violencia. Monjaraz explica que el enfoque en la fundación no es llamar víctima a quien sufre el acoso, pues sería decirle que no tiene la capacidad para cambiar su entorno.
“Lo más importante es que en ese momento de detección escuchemos qué es lo que ha pasado y desde cuándo. Es necesario preguntar y saber cómo está y cómo se siente emocional y psicológicamente. Se debe de buscar ayuda dependiendo de las afectaciones para que pueda recuperar su autoestima y desarrolle habilidades socioemocionales que le permitan una distinta relación con sus compañeros y aprenda cómo poner límites ante las agresiones”.
Por otro lado, subraya que no solo quien sufre el acoso escolar necesita un proceso de acompañamiento, sino también quien lo ejerce. Sobre ello, explica que en la fundación también se niegan a llamarle agresor a quien ejerce la violencia. Ello porque al definirlos así se encasillaría esta conducta como parte indisoluble de su personalidad. En cambio, en la fundación apuestan por enseñarles que son capaces de cambiar estas conductas.
“Es importante enfocarnos también en ese acompañamiento hacia quienes generan la violencia con el fin de llamar la atención. Pero desde una manera adecuada y no de castigo. A veces este tipo de comportamiento también responde a una necesidad de atención. Sin embargo, la forma de canalizarla es a partir de la violencia. Más que el juicio y el regaño, debemos de cuestionarnos qué lo lleva a comportarse así”, indica la directora de Fundación en Movimiento.
LOS TESTIGOS: CÓMPLICES O HÉROES
Para quien sufre acoso escolar es muy difícil poder comunicarlo debido a que su autoestima está dañada y se siente amenazado. El silencio es la conducta que ayuda a perpetuar este tipo de violencia.
La Dra. Paloma Cobo relata su experiencia en los centros escolares: “Yo hago una dinámica en las escuelas cuando voy a platicar. Les digo: cierren los ojos y ahora levanten la mano si han sabido o saben de un caso de bullying. El 95 por ciento levanta la mano, y entonces les digo: abran los ojos y volteen a verse.
“Entonces la gran pregunta es por qué si casi todos saben algo, nadie dice nada. Pero esto tiene que ver con la cultura del silencio y la complicidad, que no es solidaridad”, agrega.
Por ello, los testigos de los actos de violencia son un factor importantísimo para poner un alto al acoso escolar. “Para mí lo mejor que se puede hacer es educar a los testigos sobre el poder que tienen. Aunque crean que no, al final el hecho de que le hagan bullying a otra es también su responsabilidad, como ciudadanos y alumnos.
“Evidentemente, siempre hay que tener cuidado con esas denuncias, yo siempre sugiero que se hagan de forma anónima. Se trata de empoderar a los testigos y decirles que no solo pueden denunciar, sino también apoyar a la víctima”, concluye la especialista. N