“LOS SUEÑOS hacen buenas historias, pero lo importante sucede cuando estamos despiertos”, menciona Duncan Idaho, maestro de la espada de Casa Atreides, a Paul Atreides, el elegido, quien tiene visiones proféticas mientras duerme.
En un universo ficticio regido por el Imperio, el duque Leto Atreides es enviado, juntado a su pueblo, al planeta desierto Arrakis con el fin de cultivar, producir y distribuir la “especia”: elemento que funciona tanto para viajar de manera interestelar como para generar presagios a quienes la consumen.
Una historia de traición, coraje y honor, pero ¿cómo hacer a la ciencia ficción personal? La segunda versión de Dune, basada en la saga escrita por Frank Herbert en 1965, logra una íntima conexión con personajes y mundos que no son reales; mientras que el largometraje realizado por David Lynch en 1984 —protagonizada por Francesca Annis y Kyle Maclachan— fue una total decepción para los admiradores de la novela y los del cine del director estadounidense por igual, la última entrega del realizador canadiense sorprendió con su frescura y ambición visual.
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Aunque es cierto que la tecnología juega en favor de la versión nueva, ya que en la década de 1980 las posibilidades de generar una adaptación visual de una historia ficticia, psicodélica y surrealista eran menores, es la esencia de Denis Villeneuve el mayor acierto en este nuevo proyecto. Creador que ha generado un estilo particular dentro del cine, como lo ha logrado en filmes como Incendies (2010), Enemy (2013), Arrival (2016) y Blade Runner 2049 (2017), el cineasta ha destacado por más de un aspecto en su filmografía; sin embargo, su característica más llamativa radica en la magnitud de sus planos: espacios abiertos, objetos colosales, personajes pequeños.
Esa composición de tamaño, que resignifican el papel de la raza humana dentro de sus tramas —empequeñeciéndoles hasta aparentar una sutil fragilidad frente a la magnitud de la vida y el mundo— está presente en cada escena de Dune, configurando símbolos visuales junto al director de fotografía Greig Fraser, reconocido por su trabajo en producciones como Rogue One (2016), Zero Dark Thirty (2012) y The Mandalorian (2019).
Por otro lado, la dirección y la parte visual no son los únicos puntos clave de este reinicio en la saga revolucionaria, pues la banda sonora estuvo bajo la dirección de probablemente el mejor compositor de nuestra generación: Hans Zimmer. Desde The Lion King (1994), hasta Interestellar (2014), el genio musical alemán entrega otro score que ensancha las emociones y enfatiza el motivo de enormidad que Villeneuve otorgó al universo ficticio de Arrakis y la Casa Atreides.
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Asimismo, el elenco fue parte fundamental para lograr una interpretación tan genuina de los personajes escritos por Herbert hace más de medio siglo, con nombres como Thimothée Chalamet (Paul Atreides), Rebecca Ferguson (Lady Jessica), Oscar Isaac (Leto Atreides), Jason Momoa (Duncan Idaho), Josh Brolin (Gurney Halleck), Zendaya (Chani), Javier Bardem (Stilgar) y Stellan Skarsgård (Vladimir Harkonnen).
Con una visión poética de una atmósfera imposible de asimilar en el mundo como lo conocemos, Denis Villeneuve alcanzó un punto clave en el cine de ciencia ficción, el cual ya venía estructurando desde la segunda parte del clásico neo-noir Blade Runner (1982); el realizador nacido en Quebec generó una nueva personalidad en el género, otorgándole la posibilidad de identificarnos, al menos de forma existencial, con ambientes y nombres de otro mundo. ¿Cómo hacer a la ciencia ficción personal? Haciéndola realidad, justo como Denis Villeneuve lo está demostrando.
“El misterio de la vida no es un problema a resolver, sino una realidad a experimentar”, Jamis el Fremen. N