MÉXICO es un país lleno de tradiciones y rituales desde las épocas prehispánicas hasta la contemporaneidad en la que nos desarrollamos. Entre todas ellas, de las que han tomado más peso a través de las décadas encontramos una de las más significativas para el bagaje cultural mexicano: el Día de Muertos.
Los años pasan y no dejamos que esta celebración desaparezca, pues el concepto de festejar a la muerte está completamente arraigado en el pensamiento colectivo nacional. Desde Aguascalientes, pasando por Ciudad de México y llegando hasta Oaxaca, se conmemora alrededor de todo el país y es una de las grandes características culturales con las que identifican a nuestro territorio en todo el mundo.
Los símbolos que definen a esta ceremonia son las calaveras, las flores de cempasúchil, las veladoras, los adornos de papel china y la comida típica mexicana, con lo que se conforman los altares que montamos para recordar a nuestros seres queridos que no están más entre los vivos.
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Sin embargo, México es un país especial en cuanto al trato que tenemos para enfrentar el final de la vida: en distintas partes del mundo no solo no se enaltece la muerte con una tradición, sino que se le rehúye y se le comprende por medio del luto y la tristeza.
Una de las mejores formas de definir nuestro culto hacia la muerte fue escrita por el premio Nobel de Literatura, Octavio Paz, en su frase: “El culto a la vida, si de verdad es profundo y total, también es culto a la muerte. Ambas son inseparables. Una civilización que niega la muerte acaba por negar a la vida”.
Con el uso de la icónica Catrina, creada por el caricaturista José Guadalupe Posada y originalmente denominada Calavera Garbancera, este ritual que celebra la muerte vivirá por siempre en la cultura mexicana, ya que está ligada a todos y cada uno de nosotros sin poder escapar de ella.
“La muerte es democrática, ya que, a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”, decía el artista Posada. El término de Catrina fue luego acuñado por el pintor Diego Rivera, título que se quedó para la posteridad del personaje.
Incluso, la idea de la muerte alejada de un pensamiento negativo ha sido retomada a lo largo de la cultura mexicana en el trabajo de artistas mexicanos como Jaime Sabines, quien en su momento mencionó: “Morir es estar en todas partes en secreto”.
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Un tema influyente y constante en la conciencia nacional, una noción que nos acompaña tanto como nuestra propia sombra, una práctica de origen indígena con tanto impacto que la Unesco la integró en su lista de las Obras Maestras del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.
La veneración a los muertos proviene desde las culturas indígenas y es celebrada por al menos 41 de estas, entre las que encontramos a los chichimecas-jonaz, huastecos, huicholes, mayas, mixtecos, purépechas, totonacas y zapotecas. Conmemorada específicamente en la región centro y sur de México, estados como Campeche, Chiapas, Estado de México, Guanajuato, Oaxaca y Michoacán son solo algunas de las regiones en las que esta tradición tiene un peso cultural fundamental.
En la época prehispánica, cuando alguna persona fallecía, se le envolvía en un petate —pequeña alfombra tejida con palmas que se usa para dormir— y sus relativos realizaban un ritual para que el difunto cruzara con bien al inframundo, denominado Mictlán por las culturas indígenas. No obstante, la tradición no tenía el propósito de despedir a los fallecidos, sino todo lo contrario: se les daba la bienvenida en su regreso al mundo de los vivos durante esos días conmemorativos, así podían visitar los altares que sus familiares arreglaban para ellos.
Desde platillos regionales hasta gustos personales como juegos, prendas y fotografías, servían como la parafernalia de los muebles con los que se le recuerda a los muertos. La razón por la cual se celebra el 1 y 2 de noviembre es debido a la mezcla de las creencias católicas españolas y las indígenas mexicanas, pues los nativos trasladaron sus rituales al calendario cristiano, los cuales se empalmaban con el final del ciclo agrícola del maíz y así se decidió la fecha de la celebración.
El Día de Muertos es una tradición que ha pasado de generación en generación y se celebra por la mayoría de los mexicanos con el fin de recordar a nuestros antepasados y rendirles tributo, esperando el día en que a nosotros nos recuerden con el mismo cariño.
“Somos espectros de otra época pasada y el anuncio de una época por venir. No nos desprendamos de estas promesas de la muerte”, escribió Carlos Fuentes. Que así sea. N