HOLGUÍN, Cuba.— Entre los estantes de la tienda estatal Frutas Selectas de esta ciudad del oriente del país hay fotografías de los revolucionarios Camilo Cienfuegos y Ernesto CheGuevara; además de un gran cartel con el eslogan “Frutas Selectas: lo más selecto del trópico”.
Lo que no hay es fruta o alimento alguno a la venta.
Aunque el mercado estaba totalmente desabastecido, en una reciente mañana, fuera del comercio se había comenzado a formar una pequeña cola. Algunas personas esperaban sentadas sobre un muro o se recostaban en el mostrador con sus bolsas vacías y los brazos cruzados.
Esperaban con la expectativa de que en algún momento la tienda pusiera algo a la venta, cualquier cosa.
“Llevamos dos días en cola a ver si llega algo”, dijo Hilda Lobaina, una ama de casa de 72 años, que hacía cola y cuyo tapabocas no ocultaba la frustración de su mirada.
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“Somos el único país del mundo donde se hace cola en mercados a la espera de lo que llegue”, dijo un jubilado que solo quiso identificarse como Antonio por temor a represalias.
En los últimos meses, las escenas de mercados desabastecidos y largas colas o con un solo producto a la venta se han repetido por todo Cuba.
Los cubanos, que han sufrido escasez de alimentos por años, han visto cómo la situación se ha agravado a medida que la economía del país, controlada por el Estado, se ha sumido en una crisis más profunda desde la llegada del COVID-19.
Después de años de lento declive de la economía, el ritmo del colapso económico parece haberse acelerado. El síntoma principal del problema es una severa escasez de comida.
Cuba es un país que no produce suficientes alimentos para abastecer a su población y necesita comprarlos en el exterior en dólares o euros principalmente.
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Pero desde hace algunos meses, el Estado cubano tiene más dificultades de las habituales para disponer de divisas.
Aunque en el país no se difunden estadísticas económicas precisas y actualizadas, información disponible en el exterior pone de relieve la precariedad de la situación.
Según datos oficiales del Banco Internacional de Pagos (BIS), al finalizar junio de 2020, las empresas cubanas disponían, en cuentas de entidades bancarias en el exterior, el equivalente a 867 millones de dólares en divisas fuertes (euros o dólares).
Para Cuba, este es el peor dato desde finales de 2005, según muestran los registros del BIS.
En los últimos 15 años, Cuba había dispuesto de un promedio de 2,200 millones de dólares en divisas fuertes al cierre de cada trimestre, según las estadísticas de la citada institución. Ahora dispone de menos de la mitad.
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Esto se está traduciendo en una reducción drástica de las importaciones, que cayeron un 34 por ciento en los primeros ocho meses de este año con respecto al mismo periodo de 2019, según los datos del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Entre los países a los que se ha dejado de comprar se encuentran los principales proveedores de alimentos de Cuba, como Brasil, Estados Unidos y España, según datos oficiales de esos países.
Las ventas de Brasil a Cuba descendieron un 23 por ciento con respecto al año pasado; las de España un 36 por ciento, las de Estados Unidos un 45 por ciento.
Esto se está traduciendo en menos pollo, aceite, arroz, maíz o frijoles y en temores de que se repita el llamado Periodo Especial, la crisis que sucedió a comienzos de los años 90, cuando cayó el bloque soviético y Cuba perdió a sus principales aliados.
“Sin duda, esta es la situación más crítica que ha afectado a Cuba desde el Periodo Especial”, dijo el economista Ernesto Hernández-Catá, exprofesor de la Universidad John Hopkins, en una entrevista.
¿UN NUEVO MODELO?
En la mayor parte de los países domina la percepción de que la actual crisis económica tiene un culpable: la pandemia. En Cuba, el análisis que hacen muchos economistas es más complejo.
Para muchos de ellos, la pandemia ha sido solo una causa más en una lista que incluye otras tanto o más importantes. Entre ellas destaca el colapso de Venezuela, principal socio comercial de Cuba; la incapacidad de la economía cubana de producir alimentos o exportar bienes que otros países desean comprar, y las sanciones estadounidenses, que se endurecieron durante la administración de Donald Trump.
“Cuba sufre de una crisis crónica de divisas debido a la insuficiencia y declinación de las exportaciones a través de muchos años (…). Si bien la crisis tiene elementos coyunturales provenientes de la pandemia, los problemas graves son estructurales”, dijo el economista Luis R. Luis, uno de los directivos de la Asociación del Estudio de la Economía Cubana (ASCE) en una entrevista.
De hecho, ya desde mediados de 2019, antes de que el COVID-19 se extendiese por el mundo, las autoridades del país habían advertido a la población que se avecinaba un periodo de escasez e incluso mencionaron la posibilidad de un nuevo Periodo Especial.
“La crudeza del momento nos exige establecer prioridades bien claras y definidas, para no regresar a los difíciles momentos del Periodo Especial”, dijo el presidente Miguel Díaz-Canel en un discurso de abril de 2019.
Unos días antes, el primer secretario del Partido Comunista, Raúl Castro, hizo unas declaraciones similares, alertando a los cubanos de que, aunque ahora el país tenía una economía más diversificada que cuando cayó el bloque soviético, debían prepararse “siempre para la peor variante”.
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Y a medida que avanzaba 2019, esa “peor variante” se fue dando. Las estadísticas que recopila el BIS sobre depósitos y préstamos en bancos internacionales ponen de relieve que el país, poco a poco, se fue quedando sin dólares o euros.
En marzo de 2019, las empresas estatales cubanas disponían del equivalente a 2,300 millones de dólares en divisas fuertes en el exterior. Para diciembre la cifra se redujo a 1,300 millones y siguió cayendo en 2020. Para el final de junio, ya en plena pandemia, se disponía de 867 millones, la peor cifra desde 2005.
Aunque Cuba tiene lazos estrechos con países como Rusia y China, de ellos apenas importa alimentos. Para comprar comida (salvo el arroz, que se adquiere en Vietnam), el país necesita dólares o euros.
Pero el país se fue quedando sin divisas y, por tanto, sin comida.
COLAS Y AUSENCIAS
En Cuba, las colas y la distribución irregular de algunos ha sido durante décadas un problema cíclico. Sin embargo, en los últimos años se ha vivido un lento declinar de casi todos los bienes de consumo.
De una selección de 64 productos de uso común, 39 experimentaron una caída en su disponibilidad en tiendas cubanas entre 2015 y 2018, según estadísticas oficiales. La cantidad de aceite de cocina a la venta disminuyó un 36 por ciento, y el jabón y la pasta dentífrica, un 30 por ciento.
Aunque aún no se han publicado estos datos para 2019, muchos cubanos coinciden en que la disponibilidad de productos siguió cayendo y que la escasez se agravó aún más durante la pandemia.
Los datos oficiales disponibles en el exterior ponen de relieve que el país está importando considerablemente menos alimentos que hace un año.
Las compras de pollo congelado a Estados Unidos en agosto pasado fueron una cuarta parte de lo importado en el mismo mes de 2019. Las compras de soya brasileña para hacer aceite de cocina, entre enero y septiembre de este año, fueron la mitad que el año anterior.
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La escasez es notoria en todas las ciudades del país y se ha traducido en largas colas desde la madrugada en las tiendas estatales y en el auge del mercado negro.
En Holguín, a diario se hacen largas filas frente a las tiendas o mercados, especialmente si se ha corrido el rumor de que algún establecimiento pondrá a la venta un producto muy demandado o ausente por semanas.
En una reciente mañana, María Eugenia Durán, una señora de 67 años, llevaba dos horas esperando turno para comprar yuca en un mercado de la ciudad. Era el único producto a la venta en el establecimiento.
Cansada y con su jaba vacía, Durán dijo que “todo escasea y para comprar lo más mínimo hay que hacer interminables colas. A veces no logras comprar nada porque los productos se agotan”.
El economista Luis aseguró que mientras escaseen las divisas, el país seguirá en una crisis alimentaria. “Los datos recientes sugieren que se evitará el peor caso, una catástrofe de nutrición, a un costo elevado en cortes de importaciones como medicamentos, combustibles y otras materias primas”, dijo. N
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Con información y edición de IWPR.