SANTA CLARA, Cuba—. José Daniel no se llama así, pero le gustó ese seudónimo para un perfil ficticio que creó en Facebook y en plataformas de mensajería que le permitiera vender productos a domicilio que el gobierno cubano no quiere que se comercialicen durante la emergencia que desató la pandemia del COVID-19.
Con unos 30 años de edad, José Daniel se traslada en una bicicleta rústica que tiene un cajón plástico en la parte trasera, donde guarda la mercancía que ha sido encargada por Messenger de manera previa. Con mucha cautela, los cubre con un paño y les coloca un saco negro encima que pueda despistar a la policía si lo detienen. Para cuidarse, realiza solamente una entrega diaria.
A principios de abril el gobierno dispuso que la venta de alimentos y productos de aseo solo se realizaría en las tiendas estatales y la red de tiendas cubanas que reciben divisas, y que son controladas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias. También dispuso un tope de compra: dos unidades del producto por persona.
También suspendió la distribución de productos distintos a alimentos o artículos de aseo y se cerraron los mercados físicos, en los que tradicionalmente se toleraba que los particulares vendieran los productos que traían en viajes al exterior.
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El gobierno cubano dijo que las medidas buscaban evitar el acaparamiento de productos de primera necesidad por la emergencia derivada del COVID-19, pero críticos del régimen dicen que la medida le permite al gobierno ingresar divisas a su diezmada economía.
El resultado de las disposiciones en Santa Clara, una ciudad a 260 kilómetros al este de La Habana, fue un auge del 50 por ciento o más del mercado informal, según cálculos propios que tienen en cuenta la cantidad de comerciantes y productos.
Ahora, el mercado informal usa la red social Facebook para ofertar los bienes y las plataformas de mensajería como Telegram o WhatsApp para concretar las ventas de lo que el gobierno reguló: pollo, carne de cerdo, pasta dental, ropa, bombillos y otros productos.
José Daniel, como otros comerciantes de este mercado negro digital, pide que su identidad no se revele porque puede terminar pagando una pena de prisión de entre tres meses y un año, como lo establece el Código Penal cubano. Dice que hace menos de un mes un amigo suyo fue trasladado a una de las unidades de policía de Santa Clara por transportar una bolsa con varias libras de jamón.
Desde que el gobierno anunció la regulación del mercado, los medios oficialistas han mostrado en televisión la captura de personas que acusa como acaparadores. Pero a estas páginas públicas de Facebook no las ha tocado tal vez para no darle una vuelta de tuerca más a la escasez que vive el país y que afecta al cubano de a pie.
También dice que estudió pedagogía y que bajo el seudónimo que él usa, José Daniel, operan cientos de comerciantes. Otros usan nombres como Verónica, pero son hombres o identidades de personas famosas en Cuba como Becky G, cantante de reguetón.
“El perfil es común (lo usan varios) y los pedidos los revisa (los toma) quien tenga datos móviles en ese momento”, dijo. “Al día, recibimos cerca de diez o doce pedidos, a toda hora, de acuerdo con las ofertas que publicamos”.
Los productos comercializados por él y “su gente”, como llama a quienes hacen parte de la red de “coleras”, revendedores ilegales, son conseguidos de la misma forma como el pueblo general lo hace: haciendo largas filas en las tiendas estatales, de divisa, o de las cadenas Cimex y TRD Caribe.
“Siempre vamos más de cinco o seis o hablamos, a veces, con los propios dependientes para que nos resuelvan más, pero tampoco nos los llevamos en grandes cantidades”, dice José Daniel, que no se considera acaparador y no le agrada el término que usa el gobierno para designar a las personas que practican un oficio como el suyo.
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Para él, un acaparador es quien se aprovecha de la escasez o retiene productos básicos al por mayor. Dice que compra bienes que tienen salida rápida en este mercado clandestino, incluyendo los más demandados y racionados como el aceite o el pollo.
LA CANDONGA VIRTUAL
Cuando estalló la pandemia, establecimientos de la red Cimex y TRD Caribe ampliaron los servicios de comercio electrónico de la plataforma de venta en línea www.tuenvio.cu con la idea de que las personas se quedaran en casa, pudieran adquirir productos básicos y no hacer colas donde podían contraer el COVID-19.
El resultado fue lejos del esperado. Muy pocos cubanos pudieron acceder a la plataforma el día que se lanzó con nuevos servicios porque colapsó. Quienes alcanzaron a registrase y comprar les llegaron productos equivocados o no les llegó en absoluto.
Las autoridades cerraron la plataforma hasta que se atendieran las compras pendientes. En cambio, el mercado negro de Santa Clara nunca tuvo este problema.
Desde hace casi un año, cuando se crearon dos grupos en Facebook, Telegram y WhatsApp llamados “La Candonga de Santa Clara” y “Revolico ventas Santa Clara”, todo ha funcionado sin tropiezos. En ellos se puede encontrar todo lo que escasea en las tiendas estatales o de divisa, pero a precios exorbitantes.
Aunque una parte importante de lo que está a la venta en estas plataformas ha sido adquirido y revendido de los comercios estatales, y por tanto es ilegal, su existencia no es un secreto para nadie. Ambos grupos son públicos en Facebook.
Para no tener problemas con las autoridades, los administradores de las páginas no aceptan publicaciones de los usuarios relacionadas con la política o la situación de la isla que vayan “en contra de la moral”. Quienes incurran en dichas prohibiciones son eliminados inmediatamente.
Al cierre de esta edición, en una ciudad con cerca de 220,000 habitantes, “La Candonga” tiene más de 34,000 miembros y “Revolico” cuenta con 45,000, casi se acercan a la mitad de los pobladores si asumimos que cada miembro corresponde a una sola persona.
Los vendedores suben una foto a la plataforma de los productos que comercian. A veces, el precio es incluido o ellos mismos piden que se les solicite por Messenger, WhatsApp o Telegram.
Como Facebook, Messenger es la plataforma de mensajería más usada por los cubanos y resulta ideal para las transacciones del mercado informal porque no exige poner un teléfono que las autoridades puedan después rastrear.
La mayoría de los comerciantes, en sus perfiles falsos, piden una tarifa adicional si el cliente desea que el producto sea entregado a domicilio.
Desde que el gobierno decretó las restricciones en la compraventa de los productos, el tráfico en “La Candonga” y “Revolico” se ha disparado.
De acuerdo con la información oficial de Facebook en las últimas ocho semanas se han sumado cerca de 14,000 nuevos miembros al grupo “La Candonga”. En la página se realizan aproximadamente 935 publicaciones diarias de diferentes usuarios que compran o venden mercancía.
A “Revolico” se unieron unos 32,000 nuevos integrantes en los últimos 28 días, según información oficial de Facebook y tiene, al cierre de la edición, unas 548 publicaciones.
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Estos grupos se han convertido en la única forma de conseguir artículos básicos o difíciles de encontrar en las tiendas de divisas, como la crema dental. Allí también se pueden adquirir los bienes que se puedan pagar, como el pollo o el picadillo por encima de la restricción impuesta por el gobierno.
En la “Candonga” virtual pueden comprarse desde bombillos, fogones, pintura, ropa y zapatos, hasta queso, jamón, huevos y juguetes sexuales, cuya importación está prohibida en la aduana cubana.
Muchos, sin embargo, protestan por los altos precios de muchos artículos, que se venden hasta cuatro veces más del valor original. Un tubo de pasta dental, que cuesta 1.10 CUC (moneda equivalente al dólar), puede ser vendido a más de 6 CUC. Un pomo de aceite, cuyo precio original es 2 CUC, puede terminar costando 4 o 5 CUC.
“Es un abuso la reventa de tantos productos de las tiendas en estas páginas”, dijo una usuaria que escribió en la página “La Candonga”. “Falta de respeto total. Si lo que se revende se hubiera quedado en las tiendas alguien lo hubiera comprado a precio normal. Si el gobierno no cumple deberíamos ayudarnos los unos a los otros y no masacrarnos más”.
Otras personas defienden que exista la página por comodidad o porque prefieren pagar los productos a cualquier precio con tal de evadir las colas y evitar el contagio.
“Yo prefiero que me lo traigan a tener que salir a dar tumbos de tienda en tienda”, dijo Ariannys Lemus, una madre y ama de casa de Santa Clara. “Ojalá que esto no lo quiten porque entonces sí que nos vamos a embarcar. Prefiero pagar lo que sea por una libra de queso que no lo hay en ninguna parte”.
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EL CIERRE DE LA CANDONGA
El éxito de “La Candonga” virtual en Santa Clara se debe, en parte, a la desaparición de la real. En abril, el gobierno tomó la decisión de cerrar una zona comercial que lleva el nombre porque está ubicada en el área hospitalaria de la ciudad y evitar la aparición de contagios.
Candonga es una palabra traída a Cuba por los soldados enviados a la guerra de Angola en la década de 1970. Se utiliza para designar zonas de comercio, ambulantes o no, en los que se pueden adquirir artículos de diversa índole.
En La Candonga de Santa Clara se agrupaban cientos de cuentapropistas que, amparados por la patente de sastre o elaboradores de alimentos, se dedicaban a vender productos importados desde Panamá o Guyana por particulares como médicos que van a las misiones en otros países. Esta actividad, aunque no era exactamente ilegal, tampoco era totalmente legal. Era tolerada.
Con el arribo de la pandemia, las autoridades también decidieron cerrar el mercado para evitar aglomeraciones de personas.
Estos lugares eran la única vía para resolver las carencias existentes en el mercado estatal y en las tiendas recaudadoras de divisa.
Con la clausura de este comercio, los “candongueros” decidieron dedicarse a la venta en redes sociales, en grupos como “La Candonga” o “Revolico”.
De esta forma estos vendedores, que operaban más o menos en la legalidad, se sumaron a un mercado totalmente ilegal, en el que operaban los revendedores de productos sacados de las tiendas de divisas.
Los “candongueros” dicen que no tuvieron otra salida. De la noche a la mañana los grupos de Facebook se convirtieron en su único medio para vender los productos en los que habían invertido miles de dólares entre pasajes y compras al por mayor.
Yanet González, una joven santaclareña que es cuentapropista, viajó a México dos veces a inicios de este año. De allá pudo traer más de 50 kilos de mercancía.
“Cuando cerraron la zona tuve que empezar a vender por las redes lo que había comprado porque tenía que recuperar el dinero”, dice la joven de 30 años. “He logrado vender algunos, pero me da un poco de miedo postear otros que me han dicho que no se pueden vender como el aseo personal, por ejemplo”.
OPERATIVOS DE FACHADA
Como en otros momentos de crisis o escasez, el gobierno cubano se ha esforzado en transmitir una imagen de dureza contra el acaparamiento y el mercado negro.
En las últimas semanas, ha organizado redadas y ha confiscado varios almacenes de productos ilegales, descubiertos por denuncias de los vecinos o llamadas anónimas.
Además, el noticiario televisivo ha emitido informes, casi a diario, de decomisos realizados en varias provincias. Ante las cámaras han exhibido las caras de los acusados a quienes tildan de “malversadores” o “acaparadores” en medio de una pandemia.
En la provincia de Villa Clara, por ejemplo, el pasado 13 de mayo la policía intervino el almacén ilegal de un ciudadano que tenía en su posesión más 400 cajas de jugo, 120 litros de aceite, más de 1,000 paquetes de confituras y 538 pomos de ron.
Los productos provenían de los propios establecimientos estatales y tiendas de divisas. En otras redadas, los medios oficialistas han reportado la detención de varios transportistas que presuntamente desviaban cilindros de oxígeno. o que almacenaban grandes pacas de cebolla en la provincia de Mayabeque.
También se reportó la captura de una presunta red de cuentapropistas que acumulaba grandes cantidades de productos adquiridos en las mismas tiendas de divisa.
Sin embargo, estos operativos solo han tocado la punta del iceberg de un sistema de compra y venta cuyo funcionamiento goza de buena salud.
Hasta el momento, dos eslabones fundamentales de este negocio no se han visto afectados. Los grupos en redes sociales donde suelen anunciarse los artículos no han sido objetivo de las autoridades. Tampoco los administradores o dependientes de las tiendas de divisas que, con frecuencia, colaboran con los denominados acaparadores a cambio de sobornos.
Esto hace sospechar a algunos cubanos que el gobierno, pese a su retórica, ha decidido “hacerse de la vista gorda” con la reventa virtual.
O como argumenta José Daniel, “no quieren apretar tanto la soga para que no se asfixie la gente”. Él por si acaso toma sus precauciones. “Yo me cuido, yo sí no quiero aparecer en el noticiero”.